
La hondura de la crisis planteada en 2020 hace extremadamente difíciles las previsiones para el año próximo, lo que no quiere decir que los pronósticos sean imposibles.
Al contrario, en muchos ámbitos, la epidemia impulsa megatendencias largamente incubadas. Es posible, por ello, anticipar en el ámbito económico una aceleración, a escala global, del uso de energías verdes y de la revolución tecnológica. Del mismo modo, en los mercados, todo apunta a que Asia tendrá aún más atractivo para los inversores. Con todo, pese a estas certezas, no deben minusvalorarse las múltiples incógnitas vigentes. Aún está por verse cuál ha sido el daño de la crisis en el tejido productivo y cómo se manejará un volumen de deuda privada y pública inédito en la historia económica.