
La facción Podemos del gobierno ha entrado finalmente en la comisión que repartirá el dinero de los fondos europeos. La guerrita de esta semana entre los socios de la coalición ha sido por la exclusión de Iglesias de ese equipo colegiado, que al final, para que nadie se sienta excluido, estará formado por todo el Consejo de Ministros en pleno. No hay nada como filtrar a los medios amigos el malestar en el seno del ejecutivo para que se activen las alarmas y la portavoz comparezca tratando de convencernos de que no existe la menor discrepancia entre ministros. Lo que ocurre en este caso es que la discrepancia tenía forma de Real Decreto Ley y colocaba en el abismo la relación entre el presidente y el vicepresidente. Pero a Pedro Sánchez no hay problema que se le ponga por delante siempre que de mantenerse en el poder se trate: se concede al chantajista sus deseos, y aquí no ha pasado nada. Lo que era un decreto se convierte en borrador ante los periodistas, se hacen tres declaraciones paternalistas aclarando que estas cosas son normales en las coaliciones y se distrae a la opinión pública con la armonización fiscal que castigue a los madrileños por votar lo que votan, sin mencionar siquiera el verdadero privilegio del que gozan vascos y navarros con sus impuestos y sus conciertos.
De modo que tenemos ya al gobierno en bloque y sin exclusiones dispuesto a sacar la regla habitual para hacer llegar los 140.000 millones del fondo a la sufriente economía española del coronavirus. Amén del esperable retraso de las instituciones europeas en hacer llegar ese dinero a los países miembros, porque se aprobó en julio y aún no sabemos nada de él, en España hay elementos suficientes para preocuparse por la forma en que serán repartidos y sobre los destinatarios. Cualquier esperanza de que las ayudas y subvenciones se dejen ver en las tiendas a pie de calle, en las pequeñas start ups, en los hoteles que han tenido que cerrar por falta de clientes, en las agencias de viaje que languidecen, en la cuenta corriente de los parados... cualquier sueño de ser beneficiario de todo ese volumen ingente de euros, se va diluyendo con las noticias que se van conociendo. Calviño no será decisiva en el criterio, Iglesias estará en el reparto. Habrá una ventanilla única para recibir las solicitudes, volarán las influencias y los amiguismos, se financiarán proyectos de grandes empresas pero al autónomo no le llegará un solo euro de este mal llamado plan Marshall europeo. Los lobbistas ya empiezan a enseñar su tarjeta de presentación, las consultoras con mejores relaciones con los aledaños del poder, como la del ex ministro José Blanco, asesorarán a los más poderosos para que se lleven la parte suculenta del pastel, y con este plan E disfrazado de megalomanía sanchista ocurrirá como ocurrió con los contratos adjudicados a empresas de suministro al principio de la pandemia, fácil de recordar.
Si en el aspecto económico las ventajas del fondo de reconstrucción se presumen difíciles, en el político en cambio han permitido arrojar luz sobre lo que está ocurriendo en el gobierno, han permitido visualizar algo que los ciudadanos deben saber: Iglesias es quien impone su criterio siempre que discrepan las facciones socialista y podemita del gobierno, y no sólo por la debilidad de Sánchez sino por su prácticamente completa coincidencia de proyectos. Idéntico análisis podemos hacer respecto a los apoyos parlamentarios del ejecutivo, que han quedado nítidos y al descubierto con la tramitación de los Presupuestos Generales del Estado: el presidente se alinea por su propia voluntad con las formaciones políticas antiespañolas y rupturistas en lugar de buscar alianzas factibles y más seguras con grupos constitucionalistas y moderados. Es el inicio de una amistad que, como poco, va a extenderse a los próximos tres años y supondrá la entrega a nacionalistas e independentistas de concesiones en todos los terrenos que, como decía alguna víctima de ETA por claudicaciones mucho más asumibles que éstas, nos helarán la sangre. La estabilidad política del país descansa sobre ERC y Bildu, una vez el presidente ha demostrado que no tiene intención alguna de llegar a acuerdos globales con Ciudadanos y mucho menos con el PP, porque los proyectos de aquellos partidos y los de este PSOE son confluyentes. Así lo ha demostrado su perfecta sintonía en la propuesta de machacar a la Comunidad de Madrid con la limitación de sus exenciones y rebajas fiscales.