
Los bancos españoles impulsaron, en el inicio de la crisis, una ambiciosa política de apoyo a empresas y familias, mediante concesión de moratorias en los pagos de hipotecas y créditos al consumo. Transcurridos varios meses desde entonces, las entidades tienen que poner un límite a esos periodos de carencia y, de hecho, el volumen de créditos que se beneficiaban del diferimiento de los pagos se ha reducido notablemente, un 57%, en el pasado mes de septiembre.
En apariencia, ese regreso a la normalidad no está suponiendo problemas para los bancos, pese a la difícil situación en que se aún encuentra la economía. Así, sólo un 2,4% de los préstamos sometidos hasta ahora a moratorias ha entrado en situación de impago, ahora que sus cuotas han tenido que volver a ser abonadas. Es más, en el tercer trimestre de este año, el ratio de morosidad que presenta la banca ha vuelto a bajar. Sin embargo, conviene tomar con cautela estos dos hechos. El descenso de la morosidad se debe en gran parte a un efecto estadístico. Los impagos se miden en proporción al volumen de crédito total de los bancos y éste se encuentra en máximos, después del gran esfuerzo de financiación de la economía al que las entidades se han visto obligadas, por la crisis. Pero aún más importante resulta considerar que las estadísticas más recientes no contemplan aún la evolución del volumen total de la cartera de créditos sujetos a moratorias. Además de hipotecas y créditos al consumo, se encuentran los préstamos avalados por el ICO a empresas golpeadas por la pandemia.
Las estadísticas del sector financiero no reflejan aún la verdadera dimensión de los impagos que se avecinan
Estos son los créditos que más riesgo acumulan, ya que muchas de esas empresas aún siguen inactivas, y será inevitable un muy fuerte crecimiento de los impagos.