
Como dejó entrever el Plan Presupuestario enviado en este mes a Bruselas, las Cuentas del Estado para 2021 hacen de las subidas de impuestos su línea maestra. Estaba descontado el ataque a las rentas altas y grandes empresas.
En el caso de estas últimas, se materializa la cuestionada limitación de las exenciones en Sociedades para la repatriación de dividendos, pese a que puede dar lugar a una doble tributación. Respecto a los llamados ricos, se produce un alza de tres puntos en el IRPF para las rentas de capital superiores a 200.000 euros y de dos puntos para las rentas de trabajo por encima de 300.000. Se trata de decisiones guiadas por los prejuicios ideológicos de Podemos, de las que cabe esperar un rendimiento ínfimo ya que afectan a menos del 1% de los contribuyentes. Por ello, resultaría ingenuo pensar que el afán del Gobierno por aumentar la recaudación, mientras mantiene al alza el gasto público, se detendrá aquí. Al contrario, será la clase media el sector más afectado en tres frentes diferentes. Por un lado su consumo se verá más gravado por la mayor tributación del diésel, el IVA de las bebidas azucaradas y las tasas sobre los plásticos. En segundo lugar, su ahorro sufrirá por la reducción de la aportación máxima a planes de pensiones, con derecho a deducción, de 8.000 a 2.000 euros. Por último, la inversión de la clase media también se resentirá por el aval dado al polémico sistema de coeficientes que multiplica la base imponible de todos los impuestos ligados a la transmisión de inmuebles.
El consumo, el ahorro y la inversión de las clases medias se verán fuertemente penalizadas en las nuevas Cuentas
En medio de una crisis histórica, y en contra de las tendencias dominantes en la UE, el Gobierno se decide así a agravar las dificultades de la mayoría de consumidores e inversores y, con ellas, las del conjunto de la economía.