
Pablo Casado lo tuvo muy fácil en la mañana del miércoles cuando escuchó desde su escaño de jefe de la oposición el discurso del candidato en la moción de censura. Y comprendió en ese momento lo acertada que había sido su estrategia de no revelar el sentido del voto de su grupo parlamentario, pese a la presión articulada por el bloque progubernamental, medios afines incluidos.
Durante la intervención de Santiago Abascal, y viendo ya ratificadas punto por punto sus decisiones de semanas atrás, el líder del Partido Popular escribió en sus papeles una frase que serviría para simbolizar su toma de posición definitiva respecto a VOX y a su línea rupturista: "Cuarenta años, cuarenta". Junto a esas palabras escribió una anotación para no ser leída que completaba la idea garabateada sobre la marcha: "dirigir la mirada a Sánchez". Y así lo leyó, y así lo hizo veinticuatro horas después al intervenir en el pleno que debatía la moción de censura nacida con el riesgo de dividir definitivamente al centro derecha de España, pero que puede haber alumbrado exactamente lo contrario, para preocupacion futura del gobierno de coalición.
Con la aclaración, se posicionaba en contra de considerar al ejecutivo de PSOE y Podemos como el peor en ochenta años, incluyendo a los del dictador Franco, y acotaba a la etapa democrática esa consideración nefasta de lo que están perpetrando Sánchez e Iglesias. Casado nunca creerá que un gobierno democrático es peor que cualquier gobierno totalitario y dictatorial por mucho que las cifras de caída fel PIB lo sugieran. Sobre esa diferencia edificó su discurso más importante hasta ahora después de aquél en julio de 2018 con el que asumió su actual responsabilidad.
Casado elige el camimo moderado para dar un empujón a la alternativa que representa, y lo contrapone con autoridad a lo que representa en cambio Abascal. No creo que nadie dude después de ahora de dónde está el liderazgo de la derecha, que ya descansaba en los números y ahora también descansa en la iniciativa.
La "mocion contra el PP" la ha ganado el PP. ¿Repetirán desde este momento Sánchez y el Psoe que PP y Vox son lo mismo, que el PP se deja arrastrar por la ultraderecha?. Si lo hacen, ya nadie les creerá. Ya no podrán hablar de la extrema derecha y la derecha extrema, las etiquetas que durante meses han atribuido a ambos partidos dentro de esa costumbre tan arraigada de poner epítetos descalificativos al antagonista.
Si Casado tenía alguna duda sobre qué votar en la moción de censura de VOX, el discurso del candidato se la disipó: atacó a la UE, las autonomías, a China, y a todo lo que se movía. Abascal ha debido cuestionarse en las últimas horas si fue acertado este enfoque. Pero aún así, el "hasta aquí hemos llegado" de Casado es matizable. Están condenados a entenderse, pero el entendimiento será en el terreno que marca el PP: la moderación. Casado ha dado un paso que complementa el del cese de su anterior portavoz parlamentaria, y eso es definitivo. Vox no pondrá en cuestión los gobieros regionales y locales del PP porque si deja de apoyarlos dará vía libre a la izquierda en Madrid, Murcia o Andalucía, y eso es lo último que Abascal y los suyos permitirían.
Casado y el PP son hoy héroes para la izquierda, como estamos escuchando hasta el hastío en las últimas 48 horas. Mañana, más les vale guardarse bien de ella, porque volverán los ataques con toda la artillería. Corregirán el punto de mira, pero la tregua contra Casado durará poco. Y por supuesto seguirá ese doble rasero que atribuye al partido más a la derecha del arco parlamentario terribles intenciones anticonstitucionales mientras se negocia y se pacta el voto de formaciones independentistas y antiespañolas cuyo único fin declarado es romper la Constitución.