
Tanto en los negocios, como en la vida soy de la opinión de que hay que salir siempre a ganar, porque no hay otra forma de lograr el éxito. La clave para que un proyecto triunfe no se encuentra ni en la suerte ni en el dinero, ni mucho menos. En nuestro caso, aunque ahora Emilio Moro sea una bodega referente a nivel mundial, lo cierto es que nuestros orígenes fueron humildes. Todo empezó con algo tan simple como un viñedo. Aquel que mi abuelo, Emilio Moro, plantó hace 100 años y que hoy se ha convertido en el mayor activo que las Bodegas tienen actualmente.
Procedemos de una familia modesta, en la que se almorzaba pan, vino y chocolate y en la que mis hermanos y yo, desde muy pequeños, ayudábamos a mi padre a sacar el trabajo adelante en la viña, todas esas labores que ahora están mecanizadas, pero que en aquellos tiempos había que hacer a mano. Teníamos que limpiar las cubas por dentro porque los adultos no cabían y solo podíamos hacerlo nosotros. A la vez, veíamos a mi padre mimar la tierra, igual que en su día lo hizo mi abuelo desde principios del siglo XX y sentíamos su ilusión en todo el proceso del vino, que iba desde la cepa hasta la misma copa. Ya entonces, cuando no levantaba un palmo del suelo, aprendí que "tener" no es sinónimo de "éxito". Que la pasión es en realidad la mayor garantía de la que disponemos para triunfar.
La pasión es la mayor garantía con la que contamos las personas para poder triunfar
Puedo recordar aquellas primeras botellas que vendíamos, las que llevábamos debajo del brazo, montados en una pequeña furgoneta con nuestro nombre. ¿Quién nos iba a decir en ese momento que llegaríamos a estar presentes en más de 70 países? Y ahí está el verdadero valor del trabajo. No se construye nada que merezca la pena sin pasión y esfuerzo. Porque a la hora de levantar una empresa, un sueño, un proyecto, hay que pasar por un camino que puede tener éxitos, pero que también nos hace enfrentarnos a muchos desafíos, y eso ha sido así en Bodegas Emilio Moro, lo es en el sector del vino en particular y posiblemente lo sea en todas las áreas y sectores de negocio, al igual que en la vida.
Conozco pocos casos (quizá ninguno) de empresas o proyectos a las que todo les haya ido bien a la primera, sin obstáculos. En mi casa a veces nos hemos caído, ¡y es lo más normal del mundo! Esas piedras que están en el camino son las encargadas de recordarnos que las cosas no son fáciles y que, en muchas ocasiones, necesitarás sudor y lágrimas para conseguir lo que te propones. Lo bueno es que después de un reto, viene una satisfacción: la mejor que hay en los negocios y en la vida, la de superarnos a nosotros mismos, la del trabajo bien hecho o la satisfacción por no rendirse.
Solo los que son capaces de innovar estarán capacitados para cambiar el mundo
Cuando fui creciendo entendí que ese gran legado que se me había dado tenía que perdurar en el tiempo, pero, si quería hacerlo, tenía un largo proceso de aprendizaje por delante. Entonces tuve ese sueño y, un tiempo más tarde, con esas dificultades de las que hablamos por el camino, el sueño se había cumplido. Todo fue posible a base de esfuerzo, trabajo, constancia y fe. Creer en lo que haces ya te hace tomar ventaja sobre los demás.
El mejor consejo que puedo darle a una persona que comience ahora en el mundo de los negocios o que lleve ya un tiempo intentando arrancar su proyecto empresarial es que sean (o sigan siendo) revolucionarios, que busquen cada mañana la forma de diferenciarse, que no abandonen sus sueños. Y que se valoren. Solo hay que creer en nuestras ganas, en la pasión y en nuestro inmenso talento. Es la fórmula más eficaz para seguir creciendo. Porque solo innovando somos capaces de cambiar el mundo.