Los fabricantes de automóviles cerraron el primer semestre del año con unas pérdidas millonarias que en su conjunto suman 10.624 millones. De esa cantidad, más del 68% corresponde solo a la francesa Renault (7.292 millones).
Pero a la vista está que el desempeño del sector en un año fundamental, marcado por la reducción de emisiones impuestas por la Unión Europea, ha sido decepcionante. Por si fuera poco, las previsiones para el resto del año no son nada halagüeñas dada la incertidumbre que a día de hoy sigue provocando la pandemia del coronavirus. Resulta evidente que en esta debacle del motor tiene un papel importante una crisis como la actual que golpea al consumo y a la movilidad. No obstante, los retos que afronta el sector de la automoción no finalizarán una vez superada la actual recesión. Existe en desarrollo una revolución tecnológica hacia el coche eléctrico en la que grandes productores como España no están bien posicionados. Eso no quiere decir que, como alguna vez ha insinuado el Ejecutivo de Pedro Sánchez, se puedan dar por desahuciadas las motorizaciones basadas en los motores diésel y gasolina. Así lo demuestra el hecho de que un fabricante tradicional como el francés PSA haya sido capaz de cerrar el semestre mejorando sus beneficios, hasta 2.000 millones.
Resulta básico que la administración colabore junto a los fabricantes para atraer nuevas instalaciones a España
Pero es una realidad que es el ámbito de los coches enchufables donde deben darse los pasos más importantes para lograr que esta recesión histórica que vive el sector del motor no pase factura a las fábricas instaladas en nuestro país. Para hacer frente a este importante desafío es necesario que toda la administración colabore con las marcas de automóviles con el objetivo de atraer nuevas instalaciones a nuestro país.