
El coronavirus ha cogido al mundo por sorpresa y ha hecho tambalear nuestras certidumbres. Las personas somos quienes mejor hemos respondido, aceptando en pocos días cambios de hábitos excepcionales: nos hemos alejado de familia y amigos, hemos reducido nuestra movilidad, hemos aparcado muchas pasiones y hemos cambiado la forma de trabajar, demostrando responsabilidad, capacidad de adaptación y creatividad.
Estas tres virtudes serán también las claves del éxito en los negocios.
La Covid-19 ha puesto en evidencia las empresas que están listas para el futuro y aquellas que necesitarán cambiar. La hibernación que el virus ha traído a nuestra sociedad y economía, representada por las calles vacías y las tiendas cerradas, contrasta con algo que sí ha continuado avanzando, la actividad que ha seguido en marcha en el entorno online gracias a la digitalización de servicios y comercios.
Con el teletrabajo, las videoconferencias, las clases online o las consultas médicas a distancia estamos viendo cómo la actividad no ha parado en el mundo digital. Al contrario, se ha acelerado. Los marketplaces y los e-commerce no sólo no han bajado su persiana sino que están vendiendo como nunca. La tecnología se ha confirmado definitivamente como un elemento que une, agiliza, ayuda y mantiene en vida personas y negocios.
Quizá un día veremos al virus que nos obligó a estar distantes como el que nos enseñó nuevas formas de estar cercanos. El confinamiento ha sido, para personas de todas las edades, el curso de formación digital más rápido, intenso y efectivo que podíamos imaginar. Mi hijo de seis años ha aprendido a utilizar Zoom; mi suegra ha hecho su primera compra del supermercado online. De la misma forma, las empresas han tenido una motivación irresistible para arrancar, acelerar o completar la digitalización: su propia supervivencia.
El Gobierno debe acelerar la necesaria modernización de la administración
Estos aprendizajes colectivos, de personas y empresas, están aquí para quedarse. Espero que nuestros gobernantes vean esta oportunidad, se apunten a este curso de formación masivo e impulsen la digitalización de la administración pública. Es necesario también que entiendan que la tecnología requiere de escala, inversión y mercados homogéneos.
Aprovechando este momento de valoración y replanteamiento, debemos apostar claramente por la tecnología, entendida y utilizada al servicio de las personas. Miro con optimismo a una "nueva normalidad" que combine la agilidad tecnológica con la calidez humana, cuando todos podremos escoger si cerrar una compra con un click o un apretón de manos.