
El simulador informático de la Seguridad Social sobre el ingreso mínimo vital colapsó ayer, sobrepasado por el volumen de visitas.
Lejos de ser una anécdota se trata de todo un anticipo de las dificultades que supondrá la implantación un subsidio con un universo potencial de perceptores que supera los dos millones de personas, y que pueden disfrutar de él con carácter permanente. Es difícil que la situación mejore cuando los ayuntamientos se encarguen de gestionar esta nueva ayuda, sobre todo, ante la falta de directrices y medios que muchos de ellos ya denuncian. En su diseño actual, todos los factores confluyen para que el ingreso mínimo se convierta en un desembolso ajeno a todo control, mientras multiplica su coste para las arcas públicas.