Opinión

Los ingenieros de Konrad Adenauer

El capital humano es la clave del éxito de cualquier país

Cuentan la siguiente anécdota, posiblemente apócrifa, sobre el viejo Konrad Adenauer a las pocas semanas de asumir las riendas del gobierno alemán del oeste en plena posguerra. Sus ministros le presentaron un informe devastador sobre la situación de la industria e infraestructura en Alemania, que habían quedado reducidas a escombros como consecuencia de la guerra. Adenauer, con la calma que le era característica, les respondió: "Es cierto, no tenemos fábricas, pero nos quedan los ingenieros que sabrán reconstruirlas".

El capital humano es la mayor riqueza de un país. Una población educada es el mayor de los activos. El capital humano permite crear ideas innovadoras, aplicar conocimientos avanzados, elevar la productividad del país, construir el capital físico y obtener de este el máximo rendimiento. El capital humano es lo que distingue a las sociedades desarrolladas de las que lo son menos. El capital humano se transmite y aumenta de generación en generación, a través del sistema educativo y de la formación en el empleo.

Si queremos realizar un 'milagro' como el de la Alemania de los 40, necesitamos capital humano

Pero, como en toda formación de capital, la acumulación de capital humano requiere una inversión. Y, como en toda inversión, el incentivo a hacerla depende de la rentabilidad esperada, es decir, de cuánto se espera obtener, a qué riesgo y cuántos impuestos habrá que pagar si se obtienen ganancias. Cuanto mayores sean las retribuciones, menores los riesgos y más bajos los impuestos, mayor será el incentivo a invertir. La OCDE ha realizado un cálculo, para todos sus países miembros, de la rentabilidad financiera de realizar estudios superiores. Los resultados son muy interesantes.

La inversión en educación se compone de costes directos (enseñanza, libros, material…) e indirectos (fundamentalmente, lo que se deja de ganar durante los años de estudiante). Los primeros suelen estar, en parte, subvencionados por los gobiernos (en unos países más que en otros). Y, los segundos, son menores si, para los estudiantes, es relativamente fácil encontrar trabajos compatibles, mientras estudian. La media de los costes privados de obtener unos estudios superiores en la OCDE se encuentra en unos 40.000 dólares, pero con grandes diferencias entre países.

Así, en Suiza, el coste de estudiar es más del doble que en la media de la OCDE, unos 81.000 dólares, mientras que, en el otro extremo, en Finlandia, este coste se reduce a 23.000. Estudiar en los países anglosajones es caro: Estados Unidos, 66.000; Reino Unido, 65.000; Australia, 62.000; y Nueva Zelanda, 57.000. En Canadá es más asequible, 40.000 dólares. En la Europa continental, en Austria (62.000) y en Países Bajos (65.000) el coste de estudiar es bastante elevado; mientras que en Alemania (45.000) y en Francia (47.000) es más moderado. En los países del este, el coste de estudiar en Polonia y Hungría es de 42.000 dólares, en Eslovaquia de 40.000, en Chequia de 60.000 y en Eslovenia de 33.000. Son costes, en general, más bajos que en otras zonas, pero elevados considerando su nivel de renta. Entre los países más baratos para estudiar están los mediterráneos. En Italia, los estudios superiores cuestan unos 25.000 dólares; en Portugal, 45.000; y en España, 33.000. Como vemos los costes de realizar la inversión de estudiar son muy variables entre los distintos países de la OCDE.

Este es el coste de la inversión, pero ¿cuánto se obtiene por ello? La OCDE ha calculado los beneficios a valor actual de esta inversión a lo largo de la vida laboral. Es decir, ha estimado el valor presente de la diferencia de salario neto que se obtiene por realizar estudios superiores, frente a sólo tener educación secundaria. A este valor, le ha restado el coste de la inversión y ha calculado la retribución de estudiar frente a no hacerlo.

Así, en EEUU los estudios superiores suponen una ganancia adicional equivalente, en valor actual, a 540.000 dólares; en Irlanda, a 476.000; en Suiza, a 420.000. Un poco menos rentable es Polonia, 345.000 (si se tiene en cuenta la renta polaca es una buena remuneración); Austria, 330.000; Francia, 320.000; y Alemania 317.000. La media de la OCDE se sitúa en 290.000 dólares. Entre los últimos lugares encontramos a Portugal, 214.000; España, 212.000; Italia, 190.000; y Bélgica 185.000.

Y ¿qué podemos decir del riesgo de decidir invertir en estudiar? Podemos medir el riesgo de la retribución por estudiar como el número de titulados con estudios superiores que consiguen un salario superior al doble del salario mediano del país. Cuanto más alto sea ese porcentaje, más probabilidad de alcanzar una mejor remuneración por estudiar y mayor el incentivo a hacerlo. Pues bien, en los primeros lugares tenemos a Portugal (40%), España (33%) y EEUU (28%). La media de la OCDE está por debajo del 20%.

La conclusión que podemos obtener de todas estas cifras es que estudiar en España, en relación con otros países, es una inversión de bajo coste, bajo riesgo y escasa retribución. Estudiar asegura encontrar más fácilmente un empleo y que este esté mejor remunerado; pero no se otorga un alto valor al capital humano. Un sistema salarial con muy poco porcentaje de retribución variable y un esquema tributario que basa su progresividad casi exclusivamente en los salarios más altos empuja a los españoles a estudiar para obtener la titulación. Ello les otorga mayores probabilidades de conseguir un empleo mejor pagado, pero no tienen incentivo a acumular el capital humano de más alta calidad, más productivo. Una vez se tiene un título, saber más y ser mejor apenas es reconocido en el salario; y si lo es, los impuestos se encargarán de reducir esa diferencia.

La salida de la crisis de la Covid-19 exigirá reinventar la economía española. Necesitaremos restructurar unos sectores y reinventarnos en otros. Harán falta muchos talento y buenas ideas. Como en la Alemania de finales de los cuarenta, si queremos realizar un milagro español necesitamos los ingenieros de los que hablaba Adenauer. Para ello, tenemos que incentivar la acumulación de capital humano de calidad con una estructura salarial distinta y un esquema tributario incentivador del mismo.

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