
Una crisis como la que estamos viviendo tensa cualquier sector de la sociedad y el de la educación no puede ser menos. Analizar el impacto de la crisis en el sistema educativo requiere distinguir dos planos. El primero de ellos, es el efecto puntual sobre la formación de los niños y adolescentes. Éste será de alcance muy limitado siempre que se adopten las medidas adecuadas. Actuar como si nada, o casi nada, sucediese y pretender que el ritmo de la enseñanza se mantenga con ligeras adaptaciones apoyadas en las TICs sería un grave error. Una decisión de este tipo agravaría la bien documentada brecha educativa asociada al nivel socioeconómico de las familias. Una decisión de este tipo actuaría como detonante para disparar indicadores en los que el sistema educativo español ya puntúa muy mal: rendimiento académico, fracaso y abandono escolar. Hibernar el sistema, aprovechar la crisis para afianzar lo conseguido a estas alturas del curso escolar y diseñar un plan ambicioso y coherente para el reinicio del próximo curso es la estrategia acertada. No contamos con ninguna evidencia científica que permitan suponer que estos meses de ralentización vayan a provocar daños irreparables o sustanciales en los procesos de formación de los escolares.
Por otro lado, la crisis ha puesto de manifiesto la gran carencia del sistema educativo español, la falta de rumbo. En ausencia de un pacto de Estado que aborde los problemas serios del sistema, cualquier incidencia, y ésta no es menor, desvela las carencias del mismo. No se trata solo de incrementar la inversión en educación (en términos de %PIB estamos a un nivel similar al de Alemania pero significativamente más bajos que Finlandia o Portugal), sino que ésta tenga un componente estratégico sostenido en el tiempo. Necesitamos una radical adaptación de unos currículums obsoletos que ignoran las demandas de la sociedad del siglo XXI hacia nuestros niños y adolescentes. Necesitamos incorporar las TICs en el sistema educativo para promover estrategias de Blended Learning, en las que el uso de las TICs se fusiona de modo natural con la enseñanza presencial. Necesitamos cambiar la gobernanza académica de los centros educativos impulsando un liderazgo para la transformación y la innovación docente. Y necesitamos un ambicioso plan de formación del profesorado que le permita afrontar con éxito estos cambios.
Las instituciones deberían aprovechar esta crisis para poner a la educación en el centro del debate político y social. Este debate público no puede limitarse a cuestiones que, al fin y a la postre, son puntuales o periféricas. El debate sobre el aprobado general a final de curso es sin duda, un debate menor, por mucho impacto que tenga en el día a día de estudiantes y familias en estos meses de confinamiento. La educación, el papel del sistema educativo en la salida de la crisis debiera ser unos de los ejes de los pactos sociales y políticos que reclaman los ciudadanos como estrategia de salida de esta grave e inesperada situación. En psicología mantenemos la idea de que toda crisis es una oportunidad para la transformación y el crecimiento.
Esta crisis puede proporcionar a la sociedad española, y a nuestras instituciones, una oportunidad para elevar el debate público sobre el modelo educativo más allá de contenidos curriculares específicos y de puntos de incremento de la inversión en términos de PIB. Necesitamos establecer unas líneas estratégicas para transformar el sistema educativo y convertirlo en una de las herramientas más poderosas para salir de esta crisis y para conseguir una sociedad mejor preparada ante futuras amenazas. Y sabemos bastante hacia dónde debiéramos caminar. Ahora necesitamos la voluntad para hacerlo.
José A. Sánchez Medina, Catedrático de Psicología, Universidad Pablo de Olavide