
Cuando acabe esta terrorífica pandemia nada volverá a ser lo mismo, por mucho que nos empeñemos. El Covid-19 made in China va a provocar una hecatombe a todos los niveles: social, económico, político y cultural. El tristemente recordado 11-M supuso un golpe al corazón del que tardamos en reponernos (si es que alguien se puede reponer de algo así). Pues mucho me temo que este desgraciado y agresivo virus será una pesadilla que recordaremos como un triste remake del Día de la marmota. Sin duda #yonomevoyaolvidar.
Estoy convencido de que este tsunami vírico –son ya más de 15.000 los muertos en nuestro país- va a suponer una catarsis en muchos sentidos. Leo en la edición digital de un medio nacional que expresidentes y exprimeros ministros de 70 países, así como relevantes personalidades de la economía y las relaciones internacionales, como Gordon Brown, Erik Belglöf o Jeremy Farrar, exigen un liderazgo global con urgencia para evitar que el coronavirus se extienda y reaparezca en zonas vulnerables de Asia, África y Latinoamérica.
Este varapalo debe llevar a un nuevo liderazgo dentro de la empresa española
Yo creo que lo prioritario es un liderazgo local, no solo global. Y si esto lo aplicamos a la empresa española me atrevería a decir que este varapalo tiene que significar el renacer de un nuevo liderazgo en el management directivo empresarial. Eso supone que se va a imponer un nuevo humanismo, unas formas de hacer verdaderamente éticas, si no queremos volver a tropezar con la misma piedra. ¿O es que ya ha quedado en el olvido, por ejemplo, la crisis de las hipotecas subprime en Estados Unidos? Nos falta memoria y es bueno no resetear tan rápido.
El Papa Francisco dijo recientemente ante una plaza del Vaticano gélida y vacía que "la tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades". Yo no lo hubiera expresado mejor. Un buen mensaje para navegantes.
Este confinamiento debe ser un tiempo para el examen de conciencia porque cuando pase este encierro forzoso ya no habrá ni tiempo ni margen de error. Tenemos una oportunidad histórica de demostrar a nuestros empleados, clientes y accionistas que este nuevo liderazgo es innegociable. Pero tenemos que demostrarlo con hechos, sin dejarnos llevar tampoco por un sentimentalismo vacío.
Es responsabilidad del nuevo 'managment' sacar lo mejor de cada persona
¿Y en qué consiste este nuevo liderazgo? En demostrar con hechos que lo primero son las personas y que para ello hay que gozar de liderazgo servicial en su más amplio y profundo sentido. Nos hemos cansado de decir una gran verdad: el cliente debe estar siempre en el centro. Correcto. Pero las personas deben estar igualmente en el centro, siendo siempre mi prioridad. Como dice Richard Branson: "Los clientes no son lo primero. Los empleados son lo primero. Si cuidas de ellos, ellos cuidarán de tus clientes". Se acabó lo de ver a nuestros trabajadores como una mera lista de Excel.
Vivimos una situación casi apocalíptica, que ni en el peor de nuestros malos sueños hubiéramos imaginado. Es obvio que nuestros resultados –los de todas las empresas- se van a resentir. Muchos negocios tendrán que cerrar la persiana y la mayoría tendrá que reinventarse. Y en ese reinventarse juega un papel clave el CEO de cada empresa. En sus manos está predicar con el ejemplo, con un liderazgo más humano, positivo, cercano y humilde. Porque lo suyo si no es un servicio honesto a sus stakeholders –accionistas, managers, empleados, clientes y proveedores- no tendrá posibilidad de supervivencia. El directivo zombie, acomodado, vanidoso, cortoplacista y egoísta, tiene las horas contadas y pronto será pasto de ese ERE masivo que él aprobaría sin temblarle la mano.
Es responsabilidad del nuevo management ser capaz de sacar lo mejor de cada persona. Se ha terminado el "sálvese quien pueda". Somos nosotros los que tenemos que poner el rumbo del barco y entre todos llegar a buen puerto. Pero este Papa, que no da puntada sin hilo, decía sin pelos en la lengua otra gran verdad: "con la tempestad se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar; y dejó una vez más esa pertenencia común de la que no podemos ni querernos evadirnos; esa pertenencia de hermanos". Poco más que decir. Para reflexionar, cada uno, en silencio.
Mientras escribo estas líneas se debate sobre la necesidad de hacer tests a la población para ver si están infectadas por el virus. Pues de modo análogo sería bueno que, mientras estemos teletrabajando, aprovechemos para hacer un test a nuestros empleados sobre cómo les está afectando esta epidemia anímica y laboralmente, y sacar conclusiones.
Nosotros ya lo hemos hecho. Lo hemos denominado #yonomevoyaolvidar y lo hemos querido plasmar en una especie de manifiesto tras un profundo autoexamen personal. Sin duda hemos sacado algunas conclusiones que nos servirán para dejar de mirar por el retrovisor y ver solo el camino que nos queda por recorrer juntos sacando lo mejor de cada compañero.
No me resisto a subrayar dos de las conclusiones que hemos sacado juntos: "Hoy aprendí que el ser humano se define por sus gestos, pequeños gestos que hacen de él algo grande. Aprendí que el ser humano realmente merece la pena. Y lo más curioso es que ha sido una sorpresa descubrirlo". Dice Gary Hamel, el pensador empresarial más influyente según el WSJ, que "debemos crear organizaciones donde todas las ideas tengan las mismas posibilidades de éxito… Damos por hecho que si una idea viene de un directivo con mucha experiencia, es mejor. No es necesariamente cierto".
Se puede decir que estamos en el final del CEO narcisista, un personaje necio que sigue existiendo y que debería ser extinguido. Tenemos una oportunidad tan maravillosa de influir positivamente en la vida de tanta gente: no lo desaprovechemos. Ellos tampoco se van a olvidar. En el ideario incluimos una reflexión que es todo un reto: "No me olvidaré de que la vida es constante cambio. Y lo que ayer era seguro, hoy simplemente no es nada. No me voy a olvidar de que mi destino lo escribo yo y que nunca más daré nada por sentado".
Se avecinan nuevos tiempos que exigen nuevos managers. Directivos con fuerza interior, imaginación, transparencia, consciencia, inteligencia, generosidad, resistencia, sacrificio, convicción y gratitud para ganar las batallas, interiores primero y exteriores después, que tenemos a la vuelta de la esquina ya que #estonopuedeparar. Vale la pena.