La transformación y los cambios que vive el mundo empresarial, económico y social impulsa la necesidad de reescribir las reglas que rigen el modus operandi de las organizaciones. Una de las cuestiones fundamentales a las que se enfrentan los dirigentes de las compañías es el liderazgo que, al igual que otros muchos conceptos empresariales, se encuentra en proceso de cambio y revisión ¿Cómo liderar una compañía para adaptarse a los nuevos tiempos y aprovechar todo su potencial humano sin perder de vista la tecnología? ¿Cuáles son las nuevas formas de crear y cohesionar equipos dentro de las organizaciones?
Una encuesta de McKinsey & Company a casi 200.000 personas de 81 organizaciones en el mundo subrayaba la importancia de cuatro principios entendidos como cuatro conductas imprescindibles del liderazgo actual. Estos cuatro elementos giraban alrededor del apoyo y trabajo con los equipos, el enfoque a resultados, el análisis de diferentes perspectivas y, por último, la resolución eficaz de problemas.
Ahondando en estas conclusiones, hoy en día los líderes se enfrentan a casuísticas nuevas que exigen agudizar la vista y adaptarse al cambio. Entender lo que está sucediendo y cuál es el impacto de la tormenta perfecta que nos trae la transformación digital y organizativa son dos capacidades fundamentales que ayudan a los líderes a entender cómo articular el cambio y cómo llevarlo a cabo.
La necesidad de adaptarse a la transformación del entorno y de las organizaciones exige que la visión de un líder vaya acompañada de un trabajo en equipo. Las organizaciones se ven cada vez más afectadas por la influencia de la economía de la colaboración que ha impulsado los nuevos modelos de negocio, por un lado, y las nuevas formas de trabajo, por otro. Los líderes se enfrentan al desafío de empoderar a los equipos, brindándoles la posibilidad de mejorar sus capacidades, competencias, autonomía y de entender mejor la misión de la organización.
El principal cambio en materia de liderazgo radica en pasar de un modelo de dirección vertical hacia una fórmula basada en una mayor transparencia y colaboración horizontal. El liderazgo se vuelve más colaborativo y participativo, elevando el papel de los equipos que acompañan a las organizaciones de una nueva manera más responsable y autónoma.
Siguiendo esta lógica, la estrategia de negocio pide ser mucho más fluida y orientada a cómo identificar y capturar las nuevas oportunidades que trae consigo el cambio continuo del entorno. Entender esa complejidad de la transformación y poner en marcha programas de su gestión son especialmente relevantes para los líderes cuya misión pasa por ayudar a las empresas en la adopción de nuevas formas de trabajo.
Las compañías -y sus líderes- que implementan estos elementos clave y se convierten en ágiles, se adaptan mucho mejor a los entornos cada vez más complejos y son capaces de entregar sus productos más rápido y con más calidad. También, son más productivas y, además, generan entornos de trabajo donde la satisfacción de los empleados es mayor.
Se trata, sobre todo, de asumir una función catalizadora de cambio, a la par que de impulsar una nueva cultura mucho más flexible y con capacidad de adaptación continua y ágil, adelantando la respuesta a la disrupción de forma proactiva. Las empresas tienen que pensar en cómo empezar a migrar hacia un nuevo modelo, que es en el que debería fijarse los próximos 20 o 30 años. En este sentido hay que destacar la importancia del rol que juega la dirección y los consejeros delegados. Son parte fundamental del cambio, tienen que creer en lo que están haciendo porque son ellos los que marcan dónde debería ir la empresa.
Concluyendo, convertirse en una organización con estilo de liderazgo que pide la actualidad implica virar al rol mucho más visionario y catalizador que fija la aspiración y empodera a sus equipos para que determinen sus propias líneas de acción, facilitándoles los recursos adecuados y quitándoles los obstáculos institucionales que puedan encontrarse.