
La nueva comparecencia del presidente Sánchez en el Congreso no arrojó ninguna luz sobre el modo en que España acometerá la ya necesaria salida del estado de alarma, y la normalización de la actividad económica. Sánchez no propuso ningún calendario y siguió hablando, en términos muy vagos, de una desescalada "lenta y gradual".
Sus argumentos no convencen a la oposición, que rechaza posibles prórrogas más allá del 9 de mayo. Más grave es el hecho de que el discurso del presidente Sánchez proceda en sentido totalmente opuesto a las demandas de varias autonomías y de las empresas, sobre todo, en los sectores más dañados por la crisis (hostelería, comercio y turismo). No se puede tildar de irresponsable el posicionamiento de estas patronales. Muy al contrario, ofrecen ya pautas concretas para que su salida de la hibernación sea progresiva (por ejemplo, con horarios reducidos en un principio) y cuente con todas las medidas de protección necesarias, si se les proporcionan los tests serólogicos o las mascarillas en número suficiente. Es el camino que emprendió Alemania y para el que otros países ya tienen una hoja de ruta diseñada. El Gobierno, sin embargo, parece resignarse a la amenaza de una recesión sin precedentes (del 13% sólo en 2020, como alertó esta semana el Banco de España) mientras los mercados internacionales le retiran su confianza. La elevación de la prima de riesgo a niveles propios del referéndum del Brexit constituye un aviso.
El Gobierno desoye las propuestas de una reactivación, con todas las garantías de protección, que tienen las empresas
Es insostenible la actitud del Ejecutivo de desoír sistemáticamente a los empresarios. Urge iniciar ya la desescalada supeditada a un plan bien definido. España no puede seguir siendo el único país de nuestro entorno que carece de él.