
El nuevo corona virus ya ha cruzado las puertas de 52 de los 54 Estados Africanos. En el año 2001, los lideres africanos se comprometieron a invertir el 15% de los presupuestos en Sanidad. En el año 2020 se cuentan con los dedos de una mano los países que han alcanzado esta meta, entre ellos Tanzania, Rwanda, Botsuana y Zambia. Y aun en éstos países, los sistemas sanitarios presentan innumerables vulnerabilidades en comparación con España o Italia, países de la OCDE que se han visto superados por este coronavirus. ¿Que pasará en África?, en los próximos días y semanas se nos irá desvelando las claves para responder a esta pregunta pero pocos auguran un final feliz.
El nigeriano Akimwumi Adesina, presidente del Banco Africano de Desarrollo, ha hecho un vibrante llamamiento a la comunidad internacional: es momento de distanciamiento social pero no de distanciamiento fiscal. Por su parte, la Comisión Económica de las Naciones Unidas para África, pilotada por la camerunesa Vera Songwe, después de una semana de frenéticas reuniones virtuales con todos los Ministros de Finanzas del continente, ha hecho los cálculos y estima que África necesita urgentemente 100.000 millones de dólares americanos para hacer frente a la pandemia COVID-19, una virulenta crisis sanitaria global cuyas ramificaciones económicas y sociales pueden hacer que al final la crisis del 2008 se catalogue históricamente como un severo resfriado, pero resfriado al fin y al cabo.
El continente necesita 100.000 millones de dólares para hacer frente a la pandemia
A finales del año 2019, un viento de optimismo recorría el continente. El FMI, el Banco Mundial y el Banco Africano de Desarrollo celebraban el predominio de África en el Top 10 de las economías de mayor crecimiento. Como los agregados macroeconómicos no tienen rostro humano, allí estaban también detalles más mundanos para sostener ese optimismo: el numero de hogares salubres (con agua, luz y espacio suficiente) se había duplicado en tan solo quince años; la velocidad de penetración de internet era la mas alta del mundo; la polio se había erradicado en Nigeria; se pronosticaba que Rwanda podía ser el primer país en eliminar el cáncer cervical; la hostilidad histórica entre Etiopia e Eritrea había llegado a su fin;… y se había sellado el AfCTA (el acuerdo de libre comercio continental).
A mediados de febrero del 2020 el coronavirus aterrizó en Egipto. El día 25 de este mismo mes cruzó las puertas de Nigeria. Y comenzaron los augurios: millones de personas se verán afectadas, el impacto será desproporcionado en los hogares pobres; las empresas pequeñas e informales recibirían un golpe fatal; los países exportadores de petróleo, como Guinea Ecuatorial, se verán en una situación parecida a la del 2014; los países que dependen del turismo como Sao Tome pasarán por un trauma fiscal; etc. Estos augurios se están cumpliendo uno a uno como en un guion milimétrico de una película macabra. Por culpa del COVID-19, África se enfrenta a una desaceleración profunda y sincronizada que podría tardar años en dar la vuelta a la esquina.
El virus también está infectando los cimientos de nuestra forma de vivir
El progreso de África hacia los ODS se ha visto frenado, para no decir que el continente va a retroceder . Todo ello nos lleva a otra pregunta: ¿Deberían ser revisitadas las grandes aspiraciones de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible? La respuesta, en mi opinión, es que no. Cuando pensamos en los ODS la frase que resuena en las mentes de muchos de nosotros es: No one left behind. COVID-19 amenaza con dejar a África detrás. Una vez más, justo cuando los pronósticos decían otra cosa. Y si esto sucede, no solo África se quedará atrás, sino la humanidad en su conjunto retrocederá. Si uno se queda atrás, todos nos quedamos atrás. Este es el espíritu de los ODS.
¿Qué hacer para que África no se quede atrás en tiempos de COVID-19? La respuesta, en mi opinión, también es muy sencilla. El COVID-19, un formidable enemigo común que está infectando no sólo nuestros cuerpos sino también los cimientos de nuestra forma de vida, nos pone ante la inevitabilidad de pensar en serio en esta idea tan manoseada de "cambio de paradigma". Tenemos que sacar de la botella algunos de los genios que intereses nacionales y corporativos han mantenido prisioneros para beneficio de unos elegidos: podemos vivir en un mundo menos polarizado y desigual; financieramente y digitalmente mas inclusivo; y desde luego, más sostenible ecológicamente.
El Dr. Adesina propone que se de urgentemente una moratoria a las deudas de los países africanos con los bancos multilaterales y las instituciones financieras internacionales. No se les pide que perdonen las deudas, se les pide que tengan paciencia. Es una medida audaz pero sensata: hasta en las guerras se dan los momentos de "alto en fuego". África necesita un respiro.
Los 100.000 millones de dólares que propone la Comisión Económica de las Naciones Unidas para que los países africanos puedan hacer frente a los efectos adversos del COVID-19 son para salvar las conquistas de los ODS en el continente y en el mundo: Si África retrocede, la humanidad retrocede.
El destino de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y por extensión de las aspiraciones de toda la humanidad, se libra en estos momentos en África. Tiempos extraordinarios requieren medidas extraordinarias. Como bien ha señalado Akimwumi Adesina: "Si no vencemos al COVID-19 en África, no lo vamos a vencer en ninguna parte en el mundo. El COVID-19 es un desafío existencial para la humanidad".