Opinión

Desplomes bursátiles y aversión al riesgo

Interior de la bolsa de Madrid

Durante la segunda semana de marzo, las bolsas se desplomaban con una intensidad similar la gran recesión de 2008 o la crisis de deuda europea de 2012. Las volatilidades se disparaban hasta alcanzar un máximo del 76% en el Ibex, cuando su media desde 2007 se situaba en el 22,9%.

Ante esta situación, no tardaron en aparecer comentarios en medios solicitando el cierre de la Bolsa por supuestas motivaciones especuladoras que se aprovechan de la falta de eficiencia de los mercados cuyos comportamientos se asemejan a casinos con poco trasfondo económico. Estos comentarios son desafortunados y es llamativo como se reproducen cada vez que se presentan dificultades económicas. Reflejan un desconocimiento del funcionamiento económico de los mercados. La defensa habitual ante estos ataques es apuntar que los mercados deben permanecer abiertos dado lo importante que es mantener la liquidez para los inversores y empresas, la necesidad de mantener la negociación de activos derivados que permiten actuaciones de coberturas relevantes y, por último, se señala con razón que la regulación permite suspender las posiciones en corto que pueden amplificar los efectos adversos de cualquier tipo de crisis.

Recordemos que la incertidumbre impacta en los mercados financieros y la economía real. Sin embargo, nuestro mensaje es que la incertidumbre se ve amplificada por la aversión al riesgo que es el verdadero motor que mueve las principales variables tanto financieras como económicas, especialmente en momentos de recesiones. Sin duda, también lo es para entender la magnitud de los desplomes bursátiles y del aumento de la volatilidad experimentada en febrero y marzo del 2020.

Las cotizaciones son el valor actual de los flujos de caja (dividendos) futuros descontados a una cierta tasa de descuento. Cuando se critica la volatilidad de las Bolsas, el análisis se centra en que dichos flujos no son tan cambiantes para justificar la enorme volatilidad por lo que los precios no reflejan bien la información sino conductas depredadoras de rentas, lo que hace que se piede el cierre de las bolsas. Este análisis es incompleto. Lo que debemos entender es que la tasa de descuento de esos flujos de caja futuros es cambiante en el tiempo y, además, cambia de forma contracíclica. Es decir, sube en momentos malos y disminuye en situaciones positivas. Ese comportamiento describe la prima de riesgo que es lo que, en el fondo, está detrás de esa tasa de descuento. Ningún inversor estará dispuesto a comprar un activo arriesgado hasta que su precio no sea bajo y de este modo que el coste de la inversión sea compensado por la expectativa de una ganancia. Mientras esa expectativa (la prima esperada de riesgo) no sea elevada los precios de las acciones seguirán cayendo.

Nos jugamos la reputación de Europa y su grado de cohesión en el futuro

Nuestra predisposición para asumir riesgos aumenta en periodos de recesión y se vuelve menor en periodos de expansión , lo que genera movimientos en la volatilidad bursátil. En definitiva, ante un fuerte shock adverso de incertidumbre como el vivido en los últimos dos meses, se produce un gran efecto amplificador al incrementarse bruscamente la aversión al riesgo que hace aumentar la prima de riesgo esperada, colapsa los precios de los activos financieros, dispara la volatilidad bursátil y tiene efectos negativos sobre la inversión y la producción.

En este sentido, la necesidad de atajar rápidamente la incertidumbre asociada a la crisis sanitaria actual es evidente. El aprendizaje de 2008 facilita la coordinación y respuesta de los bancos centrales. Pero no es suficiente. Los bajos tipos ayudan a las empresas, pero el problema real es la elevada prima de riesgo esperada y el correspondiente colapso de los precios. Por ello, la coordinación entre las políticas fiscales que faciliten la captación de crédito en condiciones extremadamente favorables y la utilización del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) bajo condiciones favorables y bien diseñadas serán claves desde el punto de vista europeo. Nos jugamos la reputación de Europa y su grado de cohesión futuro.

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