
Los mensajes psicológicos sobre el carácter pasajero de la gravísima crisis sanitaria que atraviesa el mundo no terminan de prender en la población, confinada en los domicilios y sin saber el tiempo que va a durar la reclusión. Especialmente, los mensajes relacionados con una rápida recuperación de la economía tras el bache monumental que se ha producido con el estado de alarma.
¿Recuperación en V o en U? Esa es la incógnita. Si es en U, la clave será cuántos trimestres necesitará la economía mundial para salir de la curva de descenso y entrar en la de ascenso, cuántos meses harán falta en el valle para remontar hacia la cumbre. Pero el optimismo oficial sobre la recuperación en cuanto la emergencia sanitaria sea superada ha ido matizándose en la última semana en los mensajes del propio gobierno, que trata de tapar las vías de agua que se abren en la actividad productiva de nuestro país. La "perturbación sin precedentes" que ha percibido el Banco de España le ha corregido. La uve ha quedado superada.
Nadie puede creerse que las empresas que se están viendo obligadas a suspender su actividad y a despedir temporalmente a sus trabajadores vayan a recuperar los ingresos, como si nada hubiera pasado, al día siguiente de levantarse el estado de alarma. Y los planes de inyección económica al sistema, como siempre, no llegarán en forma de liquidez directa para el tejido productivo, sino que se articulan como avales y garantías con una tramitación escandalosamente lenta. Ningún empresario puede pensar que nuestro clientes van a aplazar, a dejar aparcadas sus decisiones de compra durante semanas y a retomarlas luego automáticamente. La industria turística está sufriendo esta terrible situación en un momento de la temporada en el que se canalizan las previsiones de paquetes para todo el año, con la llegada del buen tiempo y la planificación de las vacaciones, tanto para nacionales como para ciudadanos extranjeros. Pensar ahora en eso es sencillamente irreal. Ya ni los más optimistas hablan de la V como escenario posible.
La clave de todo será el mantenimiento del nivel del crédito. Los contingentes monetarios liberados por los bancos centrales tienen que permitir que el sistema financiero sea la palanca de esa recuperación anhelada. La gran diferencia entre esta crisis económica que ya tenemos encima y la que se produjo hace diez años es el estado de las entidades financieras y el saneamiento del sector que se acometió en los primeros años de la pasada década. Eso debe señalar el camino.
La otra vertiente analizable sobre la recuperación que la sociedad española tendrá que afrontar es la política. Si alguna vez en nuestra historia democrática se han dado las condiciones necesarias para un gobierno de salvación, es ahora. Por mucho que traten de disimilarla, la brecha en la coalición de izquierdas en el peor momento de la emergencia es evidente, y hace insostenible el futuro de este ejecutivo salvo que sus máximos responsables sólo quieran el poder por el poder.
El vicepresidente segundo del gobierno ha aparecido esta semana para reclamar su parte de protagonismo en la crisis, y no ha podido resistir su tentación eterna de dividir, provocar, menospreciar. Rompiendo el lema elegido por el gabinete del que forma parte: "Este virus lo paramos unidos". Su intervención pública del jueves, descalificando el sector privado que se está implicando de forma elogiable, distinguiendo entre clases sociales con un mensaje de odio, y la posición de su partido animando a la movilización contra la jefatura del Estado deberían hacer reflexionar al presidente para tomar las decisiones necesarias en este momento determinante de la historia de la democracia española. Al ciudadano no le preocupa el rumbo de la legislatura ni el futuro de la coalición, sino la solución del problema y la necesaria unidad de todos ante la gran amenaza que se cierne sobre el país. Las amenazas pequeñas son fáciles de eliminar.