
La irrupción del COVID-19 ha generado miedo entre las sociedades que estamos sufriendo su propagación. Este miedo se ha ido contagiando poco a poco hasta llegar a casi todas las esferas. Sin embargo, si en algún lugar este miedo se ha hecho especialmente visible es en los mercados financieros. Las bolsas han reaccionado de manera muy contundente a la propagación del virus y a las medidas, no del todo satisfactorias de las autoridades financieras comunitarias, con un desplome bursátil tristemente histórico.
Este hecho no solamente es un problema macroeconómico global si no que tiene un efecto directo en un gran número de familias, ahorradores e inversores. Con las últimas jornadas de cotización, este colectivo está viendo en directo, minuto a minuto, como pierden valor sus carteras.
El escenario que han tenido que afrontar ahorradores e inversores no ha sido sencillo en los últimos años. Con unos tipos de interés negativos que han convertido los productos bancarios en poco o nada atractivos, la bolsa podía ser uno de los instrumentos de los que disponían para hacer trabajar su dinero. Asimismo, el impacto del COVID-19 está haciendo que los mercados se conviertan en otro instrumento poco atractivo debido al desplome actual, que los expertos ya catalogan como histórico y que no se sabe hasta cuándo se prolongará.
Destinar capital a la economía productiva puede otorgar buenas ganancias
Sin embargo, ante cualquier crisis surgen oportunidades. La economía tangible, los bienes reales son, una vez más, un claro refugio para ahorradores e inversores, que pueden encontrar en este tipo de bienes un lugar seguro y rentable para sus ahorros.
En los países anglosajones hace ya algún tiempo que los inversores han decidido apostar por destinar su capital, o al menos una parte, a la economía productiva y hacia negocios basados en la economía real. Las empresas basadas en este tipo de economía vienen manteniendo una tendencia muy positiva, con curvas de crecimiento muy destacadas. Cada vez son más y más conocidas las compañías cuya actividad se sustenta en base a bienes tangibles, como por ejemplo en el sector inmobiliario, el alquiler de espacios para oficinas compartidas, la explotación de residencias universitarias o los servicios de movilidad. Los inversores que han apostado por estos nuevos sectores han conseguido importantes retornos, de hasta doble dígito, a sus inversiones.
Además, estas empresas coinciden con el surgimiento y paulatina popularización de las fuentes alternativas de financiación. Estos nuevos mecanismos consisten en implicar a la comunidad que sigue cada proyecto para conseguir los objetivos financieros de la compañía. Este tipo de financiación alternativa a los canales tradicionales ya es bastante común en la financiación de proyectos inmobiliarios y de energías renovables entre muchos otros sectores, que ofrecen además rentabilidades muy interesantes. Además, estas plataformas basadas en soluciones tecnológicas facilitan el acceso a la inversión en economía real a cualquier perfil de ahorrador o inversor ya que, en la mayoría de los casos, desde un importe al alcance de cualquiera se puede invertir en interesantes negocios bajo un marco seguro gracias a la supervisión de la CNMV.
De esta manera, con un escenario tan problemático y aunque parezca que se reducen las opciones de inversión interesante, hay que tener en cuenta, hoy más que nunca, que la inversión en economía tangible es un campo con infinitas oportunidades interesantes que explorar, seguro, ágil y flexible.