
Confieso que aún no he leído ese Una España Mejor. El libro de Mariano Rajoy del que el primer elogio que se puede decir es, rememorando la presentación que hizo Alfonso Guerra de su espléndido La España en la que Creo, es que el libro lo ha escrito su autor. No como otros que son un manual de resistencia en las librerías pese a que el autor no es el que figura en la portada. Si he tenido tiempo, en cambio, de ojear algunos fragmentos en periódicos. Y cuando todavía estamos sufriendo las consecuencias políticas de la moción de censura contra Mariano Rajoy y a la luz de las reflexiones que el propio expresidente hace sobre ese acontecimiento y sobre porqué no presentó la dimisión que en hasta siete ocasiones le pidió directamente Pedro Sánchez.
"Vimos muy pronto que ese recurso no serviría de nada, porque la dimisión del presidente no detenía la moción ni impedía su votación" explica Rajoy. Pero con todo el respeto que tengo a su persona y a su labor –sigo pensando que algún día se reconocerá su magnífico trabajo, y el de su equipo económico, para sacar a España de la mayor crisis económica de la historia reciente- da la impresión de que el expresidentes se ha aplicado una especie de autocensura para evitar la división interna en un partido, algunos de cuyos dirigentes prefirieron ser desalojados del Gobierno antes que renunciar a sus querellas e intereses personales.
La lucha entre Cospedal y Sáenz de Santamaría impidió la dimisión del expresidente
Me explico: La dimisión del presidente censurado hace siempre decaer la moción de censura por pérdida de objeto. Es sabido que el objeto de la moción de censura es forzar la dimisión del Presidente. Si este dimite antes de la votación debe entenderse decaída por pérdida de objeto. Así, parece claro que Rajoy lo que no quería era dimitir para que se pusiera en marcha el procedimiento de la investidura del artículo 99 de la Constitución y que el candidato del PP (que presumiblemente propondría el Rey por ser el partido más votado y con más diputados) no lograra la investidura y que ese mismo candidato tuviera que afrontar unas elecciones con una derrota parlamentaria semejante a sus espaldas. Eso, y no querer someter al partido a la división de tener que elegir en Junta Directiva a ese candidato.
Es aquí donde está la clave del asunto. La dimisión del Presidente interrumpía la votación según el Reglamento del Congreso y la Constitución. Y una vez descarrilada la moción de censura el PP debería de presentar un candidato a la investidura distinto de Rajoy. Y es en esta elección de candidatos donde, como sospechábamos muchos de los periodistas ese día en el Congreso y certifican diputados populares, se desata la partida de Damas que llevó a la Moncloa a Pedro Sánchez. "María Dolores de Cospedal quería ser ella la elegida y que no fuera Soraya Sáenz de Santamaría, y viceversa".
Soraya, a quien correspondería en buena lógica por ser la vicepresidenta del Gobierno, contaba con el apoyo del PNV y Ciudadanos, mientras que a Cospedal tenía el apoyo de Feijóo. Ello obligaba a que la decisión sobre la candidata se votara por la Junta Directiva Nacional, puesto que Rajoy no podía ofrecer una candidatura única. Recordar aquí que en la sesión de la tarde de la moción Soraya apareció sola en el banco azul –fue muy comentada la colocación del bolso en el escaño de Rajoy- mientras que el censurado se reunía en un almuerzo de amplia sobremesa con altos cargos del Gobierno y del partido. Y que fue María Dolores de Cospedal quien compareció ante los medios de comunicación para comunicar que Rajoy no dimitía, cuando ese anuncio debería haber correspondido al ministro portavoz, a la sazón Iñigo Méndez de Vigo. Revelador.
En cualquier caso es probable que la investidura habría sido fallida, implicando la disolución de las Cortes y convocatoria de nuevas elecciones, pero España no se habría visto sometida a la incertidumbre de un gobierno sometido a los designios de los independentistas, que ya le destronaron con los Presupuestos, y Rajoy habría evitado salir del Ejecutivo por la puerta falsa y con el estigma de la corrupción.