
En la economía española existen fechas que deben recordarse, porque explican sobre la marcha futura de la economía, y también, qué equivocaciones tuvieron lugar en ciertos momentos. En ocasiones, esta lección demuestra con mucha fuerza que, si se repiten, de alguna manera, paralelos, forzosamente llegarán consecuencias parecidas.
Recordemos que en 1919 tuvo lugar un conjunto de cambios radicales que destrozaron para siempre el planteamiento de la Restauración. El proceso iniciado entonces, dio lugar a que en 1923 se produjese la Dictadura de Primo de Rivera y en 1931 el inicio de la II República. Cuando contemplamos lo sucedido en 2004 -el inicio de desastre económico del Gobierno de Rodríguez Zapatero, todo mezclado con una serie de replanteamientos de todo tipo que dieron lugar al inicio de lo que parecía consagrado en la Transición-, surge la idea de si en el centenario de 1919 todo eso se podía haber agudizado. De ahí el interés de rememorar este pasado, cuando ha surgido un extraño mundo político, como ocurrió tras la elecciones del 10 de noviembre de 2019.
La fecha parece adecuada, porque 1919, como puede ocurrir en 2019, supone un momento en el que se cambia la realidad política anterior; pero no existe ninguna ley histórica de que forzosamente los hechos vayan a ser similares. Por eso conviene señalar lo ocurrido antes para intentar no recaer en los mismos errores.
En primer lugar, en aquel momento la economía europea se había hundido, y no sólo por la Gran Guerra, sino porque empeoraba la situación de Alemania y eso se propagaba a todos los otros países europeos. Keynes lo había señalado, pero no se le había escuchado. En este caso actual, surgen peligros evidentes desde el interior de Europa, debido a nuestra dependencia de las decisiones de quienes fundamentalmente generan los destinos de la Unión Europea. Los datos de la desaceleración del trío fundador, Alemania, Francia e Italia, deben preocuparnos. Destaquemos esto, porque en 1919 en España hubo una quiebra bancaria muy espectacular, la del Banco de Barcelona, lo cual significó un auge del separatismo y un caos económico creciente. ¿Cómo se intentó superar la crisis? Pues precisamente llamando Maura a Cambó para que rigiese la Hacienda, y en ella, a más de subir espectacularmente las barreras aduaneras, quedó una nueva estructura bancaria que facilitó, para el sostenimiento inmediato de la economía, un auge considerable de la oferta monetaria; acabo de recibir el texto de la conferencia de Jesús Huerta de Soto Los acontecimientos la japonificación de la Unión Europea, fechada en Mayo de este año. Y en ella señala cómo ha surgido lo que define de este modo: "Un cóctel de gran rapidez institucional, elevados impuestos, mercados laborales muy regulados, junto con una creciente intervención estatal de la economía a todos los niveles, y una gran inyección monetaria descontrolada". O sea, que lo que hoy se denomina Abenomia, -a causa de ser lo patrocinado por el primer Ministro Japonés Shinz? Abe-, lo intentó España a partir de 1919, por lo que podríamos señalar que hubo surgido la Cambonomia. Creo que se puede poner en marcha esa expresión de lo que nos sucedió entonces; mas, tras lo ocurrido el 10-N, ¿no da la impresión de que puede resucitarse, inspirada desde Barcelona, y en bastantes aspectos, aquella Cambonomia?
Los Gobiernos socialistas son los responsables del alto porcentaje de parados
Además de eso, en 1919 tuvo lugar una conmoción social muy grande, con fenómenos tan aparatosos como la Huelga de la Canadiense en Barcelona. Ahora, con lo que nos encontramos es con algo que surge de nuevo en Cataluña, donde no son exactamente los obreros anarcosindicalistas los que se alzan, sino que este movimiento surge de los separatistas, que consideran que ha llegado su momento. Téngase presente ese paralelo con lo ocurrido en 1919. Entonces, como consecuencia de lo sucedido en Rusia, pasó a considerarse que era posible que pudiese ocurrir, para cambiar radicalmente la situación, en cualquier otro lugar, bien desde un marco derivado del marxismo, bien del generado por el anarquismo. Ahora, se considera que ha llegado de nuevo el momento histórico de la separación, y no depende ya esto de los sindicatos y partidos obreros -como en 1919-, sino de crecientes enlaces con el conjunto internacional, en un proceso expuesto magníficamente por Araceli Mangas, a través de toda una serie de embajadas, de departamentos situados por el mundo de la Generalidad, que busca de nuevo paralelismos y alianzas con el exterior. Se crea así en 1919 una proyección internacional que, en 2019 ha renacido, con lo cual retorna otra amenaza; la de que se rompa, para una parte de España, el conjunto de las ventajas derivadas de la Unión Europea, y de muchísimas otras instituciones -con la OCDE incluida-, que se transmiten, obligadamente al todo del conjunto español, por la potencia económica normal que en éste se deriva de Cataluña.
Hace un siglo ya se intentó sin éxito fomentar el crecimiento a través de subir impuestos
En 1919, aquel incendio internacional obrero no se logró apagar totalmente, y de sus derivaciones van a germinar los casos, posteriores y perturbadores de la revolución de 1934, y el caos socioeconómico que en parte de España surgió de 1936 a 1939, con una escalofriante Guerra Civil. El choque con el separatismo de Cataluña pueda crear también consecuencias extraordinarias, al alterar, como he insinuado, la pulverización de la unión del mercado español. Jugando un poco con ese perfecto capítulo III del libro I de la Riqueza de las Naciones de Adam Smith, da la impresión de que ahora la tensión que surge de Cataluña procede de que, si se separa de España a lo HongKong, para buscar una ampliación de su mercado, aprovechando su renta de situación en el Mediterráneo y, simultáneamente, hundiendo bastante al resto España, es una cuestión que, en estos momentos, después del 10-N, evidentemente amenaza.
En 1919 España tuvo también lo que puede llamarse "amenaza de África", a causa de la repercusión, vía gastos y déficits públicos crecientes, de la Guerra del Rif. En estos momentos no se debe olvidar el posible impacto fuerte que causa, por un lado, la fuerte diferencia de renta entre naciones fronterizas o muy cercanas, europeas y africanas. A pesar del desarrollo reciente de Marruecos, esa diferencia existe, y se observa a partir de la frontera terrestre situada en Melilla y Ceuta, que se amplía a una serie de realidades isleñas, pero que desde Marruecos además se amplía al caos económico que se siente al sur del Sahara. Y esto hay que ligarlo además a lo que, desde la frontera de Marruecos y Argelia sucede hacia el Este, como Libia y Egipto, lo cual trastorna el mundo del Mediterráneo, no sólo con el problema de la inmigración ilegal, especialmente difícil de admitir si alcanza una gran magnitud, sino también todo el movimiento de población que se deriva del caos vinculado al proceso de la descolonización africana, con sus migraciones colosales hacia la vecina Europa.
Y, por otro lado, en España no sólo tenemos el fenómeno de la emigración ilegal, sino que, desde el momento en que el Gobierno de Felipe González decidió liquidar el Acuerdo Nacional de Empleo y Rodríguez Zapatero las decisiones del Gobierno Aznar sobre el mercado de trabajo -ignorando la política generada por los pactos de la Moncloa y el inicio de problemas de flexibilización laboral- se generaron, inmediatamente, incrementos notables en el porcentaje de la población activa, que pasa a quedar desempleada. Impresiona contemplar en el grupo de la cuarentena de países que aparecen en The Economist, donde observamos que, en este conjunto mundial, sólo se codean con nuestros porcentajes, Sudáfrica y Turquía. La complicación adicional derivada de la inmigración no facilita tampoco este panorama.
Y ¿cómo se alivió algo esa cuestión derivada de los problemas africanos? Pues volviendo a la Guerra del Rif, partiendo de un modelo iniciado como consecuencia de la guerra de Cuba, se puso entonces en marcha la Legión, capitaneada por Millán Astray, que exigió, evidentemente, un cierto gasto público. Como siempre, hubo críticas a estos desembolsos hacia la defensa, ignorando las consecuencias, no a corto, sino a largo plazo. El gasto público dedicado a la Legión, a más de la aparición de los Regulares, hicieron posible que poco después, Primo de Rivera pacificase para siempre el Rif. Cuando escribí el libro La Economía de la Dictadura, al indagar la realidad de la Hacienda, observé cómo el alivio creado en el protectorado español de Marruecos, permitió, por ejemplo, financiar aquel avance en nuestro sistema de transportes denominado, entonces, el Circuito Nacional de Firmes Especiales, o sea, una red de carreteras extraordinariamente bien adecuada para nuestro desarrollo.
Y volviendo a 1919, conviene señalar que fue el año del fracaso de Alba para aliviar la realidad presupuestaria, a través de un impuesto sobre los beneficios extraordinarios logrados como consecuencia de la neutralidad y el comercio derivado durante la I Guerra Mundial. He ahí otra realidad que fracasó para el saneamiento de la economía. Ahora se ha señalado un camino que es perturbador para el conjunto de la economía, muy estudiado por los economistas; y al ignorarlo y tratar de imitar intentos, más o menos pintorescos, de incrementar la presión tributaria, nos encontramos con problemas peores que los que se intentan resolver, porque el camino de incrementos impositivos ya se conoce muy bien con el nombre de La curva de Laffer.
Todas esas referencias a los defectos que se tuvieron en 1919, ¿no se adivina que pueden renacer con fuerza, tras soluciones inadecuadas a lo sucedido electoralmente el 10-N?
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