
Como han pasado ya varios días desde el abrazo entre el presidente en funciones y su futuro vicepresidente social en la cuarta planta del edificio nuevo del Congreso de los Diputados, tenemos alguna perspectiva mínima para trazar un diagnóstico de las características que tendrá el primer gobierno en democracia cuyos primeros detalles se conocen antes de que se sepa quién votará a favor de investir a su presidente.
La composición del gobierno, por los detalles no desmentidos que han trascendido, ha sido fruto de un reparto de cargos hecho a espaldas de la opinión pública y con el Jefe del Estado, el primero que debe conocer esa conformación de los gabinetes cuando se renuevan, fuera de España. Será, en caso de que fructifique finalmente y no se trate todo de una nueva estafa del presidente en funciones a los españoles, un gobierno que cada día mostrará discrepancias y discordancias internas ante la opinión pública.
No solo será un gobierno que causará insomnio al 95 por ciento de los españoles. Tendrá dirigentes sin experiencia política de gestión, vírgenes en la administración de los bienes de los ciudadanos
No tendrá casetas de perro y floreros, en palabras de un Pablo Iglesias muy irritado en julio porque él había pedido cómodos cuartos de invitados, con derecho a usar la cocina y ser parte de la casa, donde pasar plácidamente la legislatura, lo que se supone que ahora sí ha logrado. También el líder morado queda retratado en este desenlace, aunque haya hecho morder el polvo de la derrota al que ahora será su presidente y jefe. Y no tendrá a Irene Montero en la vicepresidencia, ella se queda con la miel en los labios. Al ser predominante la figura del varón, la propuesta anterior decae sin que nadie pregunte por ello ni siquiera lo recuerde.
No solo será un gobierno que causará insomnio al 95 por ciento de los españoles. Tendrá dirigentes sin experiencia política de gestión, vírgenes en la administración de los bienes de los ciudadanos. Antes, esto les inhabilitaba, pero ahora es un activo que el PSOE ha descubierto súbitamente. Será un ejecutivo que tendrá ministros con diferencias insalvables respecto a Cataluña.
El mismo vicepresidente tendrá entre sus tareas la de vigilar al presidente porque no se fía de él. Será como si al director de un programa de televisión un redactor le pide ser su subdirector porque no tiene confianza en él y quiere vigilarle de cerca
El gobierno del abrazo tendrá un vicepresidente, de los como mínimo tres que se anuncian salvo que algún pedazo del Frankenstein cochambroso que se está gestando reclame un cuarto o cuarta, que no defiende la democracia, al repetir reiteradamente que en España hay presos políticos. El mismo vicepresidente tendrá entre sus tareas la de vigilar al presidente porque no se fía de él. Será como si al director de un programa de televisión un redactor le pide ser su subdirector porque no tiene confianza en él y quiere vigilarle de cerca.
Será un Consejo de Ministros que no funcionará por tener a Pablo Iglesias dentro, y estará paralizado por las propias contradicciones. Habrá dos gobiernos en uno, y hoy mismo, esta noche, puede tener una crisis de gobierno. Tendrá ministros y ministras de Podemos que no entienden que el ejecutivo es un órgano colegiado y que todo se decide entre todos bajo las indicaciones del jefe del Gobierno. El presidente y el vicepresidente tendrán desavenencias muy importantes en el ámbito estatal, pero todo esto a los españoles no va a importarles porque quien lo defendía con palabras textuales (comprobables vía Google) sacadas de la hemeroteca ahora defiende y dice exactamente lo contrario.
Sí tendrá, según el texto que acompañó al abrazo, justicia fiscal. Una forma de justicia sui géneris que no dictarán jueces con oposición y estudios durante toda su vida, sino dirigentes con sólo cinco años en la vida pública que han encontrado en la política la relevancia imposible que no habrían siquiera imaginado de haber continuado sus trayectorias en la vida civil. A todos ellos se les desconoce cualquier esfuerzo para pagar las nóminas de empleado alguno y hacer frente a las contribuciones en forma de impuestos que hay que realizar cuando se tienen responsabilidades profesionales. ¿Qué clase de justicia impartirán?
El vicepresidente del presunto gobierno lamentó en su día la caída del Muro de Berlín porque era una "mala noticia", aunque años después no nos ha aclarado si mantiene esa opinión, como base de su justicia social, a las puertas de acceder al Palacio de la Moncloa.