
La Comisión Europea que acaba de echar a andar tiene entre sus grandes desafíos la definición de una nueva estrategia industrial para los próximos años que no sólo impida que la Unión pierda puestos en una carrera esencial para su futuro y el de su población, sino para que realmente pueda establecer y defender cuál ha de ser su papel en la economía global.
Representantes de un centenar de entidades de diferentes sectores innovadores europeos firmaban hace pocas fechas una carta a los nuevos líderes europeos en la que concretan esta necesidad y reclaman una mejora de la financiación de las políticas de I+D+i en el marco financiero plurianual 2021-2027.
En concreto, se trata de un llamamiento al Consejo de la UE para elevar hasta los 120.000 millones de euros el presupuesto del Programa Horizonte Europa, actualmente dotado con más de 97.000 millones, de los que al menos el 60 por ciento debería estar dedicado al capítulo enfocado a afrontar los cambios globales y la competitividad empresarial, con el fin de poner en marcha modelos de colaboración a largo plazo entre los distintos agentes de la I+D+i europea, incentivar inversiones de compañías en Europa y sumar fuerzas para afrontar de forma conjunta los desafíos que supone el desarrollo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas.
La industria farmacéutica europea, a través de su asociación, Efpia, a la que pertenece Farmaindustria como representante española, firmaba esa carta como uno de los sectores claramente llamados a representar la apuesta del continente por la innovación.
Pocos sectores económicos aportan más a la sociedad que la industria farmacéutica, cuyo objetivo primordial es descubrir, desarrollar y poner a disposición de médicos y pacientes nuevos medicamentos capaces de mejorar la salud y la calidad de vida de las personas. Y no cumple mal su función: los nuevos medicamentos son ya responsables del 73 por ciento del incremento de la esperanza de vida.
Junto a su valor clínico, el medicamento genera una dinámica positiva que aporta numerosos beneficios a la sociedad y que trascienden la mejora de la salud. Y es que el fármaco permite, al mismo tiempo, generar importantes ahorros sanitarios directos, al reducir las hospitalizaciones y otras prestaciones sanitarias (ahorra en este ámbito entre 2 y 8 veces su coste), e indirectos, en el conjunto del tejido productivo, al mejorar la productividad.
Asimismo, la I+D biomédica favorece la formación científica de los profesionales sanitarios, fortalece y vertebra el tejido investigador público y privado y sustenta un sector industrial de vanguardia que es líder en I+D (con el 20 por ciento de la inversión total en este capítulo) y empleo de calidad en España, con más de 40.500 empleos directos (de los que el 94 por ciento son indefinidos) y de alta cualificación, que llegan a los 200.000 si se suman indirectos e inducidos. También constituye uno de los sectores de vanguardia en los avances a favor de la igualdad de género: es líder en igualdad en el empleo y en presencia de mujeres en puestos directivos, y todo ello sin olvidar su capacidad de generar riqueza y de estimular la competitividad.
Se trata, en definitiva, de un sector estratégico tanto en Europa como en España, que muchas veces, sin embargo, no cuenta con los suficientes estímulos por parte de las autoridades que le permitan fortalecer su posición en un contexto internacional cada vez más exigente, donde los mercados emergentes asiáticos (China e India sobre todo), y otros actores como Brasil, se han sumado con fuerza a la carrera de la I+D biomédica que sigue liderando Estados Unidos, pero en la que Europa siempre ha tenido un papel preponderante. De hecho, no podemos olvidar que la industria farmacéutica invierte cada año en Europa más de 35.000 millones de euros en I+D y genera 760.000 empleos directos, de los que prácticamente la mitad corresponde a mujeres.
La industria farmacéutica tiene claro su papel, aún más claro por la revolución que vive la investigación biomédica, que con los avances que han supuesto los tratamientos biológicos y la puerta ya abierta a las nuevas terapias celulares y génicas está haciendo realidad la llamada medicina personalizada. A juicio del sector, la estrategia europea debe sustentarse sobre cinco ejes de actuación: asegurar un marco regulatorio sólido, estable y competitivo que permita seguir avanzando en el desarrollo y aprobación de nuevos medicamentos; mejorar las políticas de innovación y protección de los derechos de propiedad industrial; avanzar en el proceso de digitalización en el ámbito biomédico; impulsar la competitividad y el acceso a los nuevos tratamientos (la industria hace suyo el compromiso con la mejora y la equidad en el acceso a las innovaciones y lo liga a la necesidad de hacer sostenibles los sistemas sanitarios), y potenciar las políticas de protección del medio ambiente.
Pocos sectores aportan más valor económico a la sociedad europea que el farmacéutico / Debe asegurarse un marco regulatorio que facilite el desarrollo de nuevos fármacos
En lo que se refiere a nuestro sector, y con todos estos elementos sobre la mesa, es evidente que hoy, más que nunca, es importante que las autoridades comunitarias y nacionales sean conscientes de la oportunidad que representa la industria farmacéutica para el futuro de Europa. La ministra de Industria, Reyes Maroto, destacaba el mes pasado en un foro en Santander esos valores de la industria farmacéutica en el marco de plan de reindustrialización que propone el Gobierno en funciones. Por nuestra parte pondremos todo el esfuerzo y la colaboración necesarios para que Europa, y España dentro de ella, se afiance como un líder natural en I+D biomédica, sin duda una de las claves de progreso de la sociedad en el futuro.