
El presidente del PP, Pablo Casado, promete una "reforma fiscal histórica" si el 10-N gana. Todos los impuestos se verían afectados, con fuertes rebajas en unos casos (IRPF, Sociedades...) y una completa supresión en otros (patrimonio, sucesiones...).
Sin duda, su propósito de aligerar la alta carga impositiva de hogares y empresas debe aplaudirse, porque es necesaria para impulsar el crecimiento económico. Con todo, cabe criticar a Casado la precipitación con la que aplicaría su plan. El enfriamiento de la actividad económica (particularmente evidente en la creación de empleo) desaconseja unas rebajas fiscales tan rápidas, ante el riesgo de que el déficit público y la deuda crezcan aún más. Los alivios tributarios son bienvenidos pero deben ser progresivas.