Opinión

El 'procés' roba la convivencia, la inversión y el futuro

Los asistentes a los eventos separatistas son cada vez menos

Desde 2010 cada otoño los separatistas catalanes suelen armarla grande. El 11-S desfilan. Antes eran dos millones, ahora son aún medio millón.

En realidad, las cifras separatistas hay que dividirlas siempre al menos por cuatro. En consecuencia, en 2014 si acaso fueron 500.000 y en este 2019 han sido 125.000. Efectivamente, los desfilantes uniformados y los asistentes a los eventos separatistas son ahora bastantes menos. Pero siguen siendo muchos. Para la convivencia entre catalanes son demasiados.

También cada otoño, tras calentar motores el 11 de septiembre se produce alguna otra performance, a veces la principal de la temporada. Fue el caso del falso referéndum del 9-N de 2014, de las elecciones falsamente plebiscitarias del 27-S de 2015, y del falso referéndum del 1-O de 2017. Y es que, con el 11-S y otra buena performance contra el Estado español los separatistas ya tienen cubierta la temporada.

Luego, ¿y este año 2019? Pues ahí está la incitación a la desobediencia contra la sentencia del Tribunal Supremo de España tras el procesamiento y juicio de los cabecillas del procés separatista. Son todos los que están pero no están todos los que son. Algunos se sustrajeron a la justicia española en Bélgica, Reino Unido y Suiza, y muchísimos más se han librado.

Pero el viento ha girado. Sin duda. En el otoño de 2017 el gobierno separatista de Cataluña, los partidos políticos independentistas y la gente que aquél y éstos levantan realizaron todo su programa máximo: desde el volem votar hasta la independència y la República Catalana. Los gobiernos de España permitieron que el gobierno de la Generalitat y los independentistas ejecutaran su hoja de ruta, entera. Naturalmente, tras la farsa referendaria del 1-O y la declaración de independencia del 10-O, así como, de otra parte, tras el nítido mensaje del Rey el 3-O y la extraordinaria manifestación constitucionalista del 8-O, se aplicó el artículo 155 de la Constitución Española.

La sentencia incrementará la legitimidad del Estado de derecho y de la democracia

Hoy los separatistas se encuentran con que ya vendieron todo el pescado. Y han perdido. Pero los constitucionalistas no han ganado. En el largo y trágico otoño catalán de 2017 los separatistas dieron su batalla por lo máximo, y perdieron esta batalla final y la guerra. Realizado su programa completo, ahora andan descabezados sin objetivos, ni transitorios ni máximos. De ahí su actual desconcierto. Perdieron los separatistas sin que los constitucionalistas catalanes hayan ganado. Aún no. Siempre los votos constitucionalistas superaron a los separatistas y antisistema. Pero éstos consiguieron algunos pocos escaños más debido a la sobre representación de la Cataluña interior, rural y desindustrializada.

En este otoño 2019 la performance tras el 11-S ¿cuál será? En la sentencia del procés tienen un hueso que roer. Con la sentencia del procés, los separatistas tratan de rearmar su rebelión. Ho tornarem a fer, lo volveremos a hacer, dicen. Entonces, la sentencia sobre el procés ¿será la chispa de una nueva rebelión o será su manta ignífuga? Probablemente, si el Estado de derecho español acompaña, esto es si se comporta como es debido -a los derechos de los catalanes y del resto de españoles-, la sentencia será manta ignífuga. No obstante, el fuego sobre el que se aplicará esta sentencia, aunque ya desprende muchas menos llamaradas, y mucho menos pavorosas, que en el pasado, aún tiene importantes brasas.

La secesión no tiene fundamento y sería una total ruina política, económica y social

Con la excusa de la sentencia, habrá las algaradas que los Mossos permitan. Habrá todas las que les peten a los más radicales entre los radicales. La radicalización y pérdida de legitimidad del procés es el próximo escenario. Aunque en materia de separatismo catalán lo propio es el surrealismo, y por tanto, cualquier previsión sea muy incierta, de protestas masivas tras la sentencia, nada. En cambio, sí habrá una visibilidad masiva de los incidentes protagonizados por los independentistas más fanáticos y estrambóticos.

Pudiera suceder lo contrario, que tras la sentencia haya grandes incidentes, siendo así que el presidente de un gobierno regional que cuenta con 17.000 policías armados ha llamado a la desobediencia civil frente a la sentencia de un tribunal de Justicia y a tomar el territorio. Obviamente, el cartucho de la sentencia, si se aprieta será de los últimos que cargue el separatismo. Obligaría a la aplicación de medidas de excepción y éstas serían más amplias y duraderas que las del otoño 2017 e invierno 2018.

Tras el modo exquisito en que la justicia española ha conducido el juicio del procés, la sentencia habrá de incrementar la legitimidad del Estado de derecho, dará fuerzas a la democracia española y se las restará a los separatistas catalanes. Al fin, ahora ya es evidente para casi todos los separatistas que ellos fueron reclutados para una causa perdida y que el Estado español se ha comportado de una forma impecable. Y todo esto aminora mucho los entusiasmos. Sin embargo, como vemos todos con un gran pesar, las expectativas y los afectos levantados en un lustro de levantamiento popular en muchas zonas de Cataluña se están disolviendo muy lentamente.

Desde el 9-N de 2014 el constitucionalismo catalán ha avanzado considerablemente. Así, es especialmente importante que haya cambiado el paradigma dominante: ¡ahora ya no es Madrid ens roba sino El procés ens roba! El procés ens roba a los catalanes y a todos los españoles la convivencia, el dinero, las inversiones, los empleos, el futuro… Este cambio de paradigma no significa que el relato esté ya revertido y que España luzca como un proyecto político ilusionante de más y más catalanes.

Persisten riesgos: podemos imaginar lo que para la democracia española supondría una amnistía o un indulto a los sentenciados y huidos por el procés. Los repetidos desafíos de los separatistas catalanes ya son el primer problema de España. De hecho, lleva un lustro siéndolo, pero ahora se reconoce la magnitud de la catástrofe. Entretanto, el coste del desaguisado a la convivencia entre catalanes y a la democracia española ha crecido extraordinariamente.

En este tiempo la economía catalana ha mostrado una gran resiliencia. Ocurrieron los acontecimientos políticos más inverosímiles y temibles: rebelión, golpe de Estado, larguísimo caos, ineficacia del Estado de derecho, impunidad… Han huido todas las empresas relevantes, se han reducido las inversiones extranjeras, españolas y catalanas. Pero a pesar de todo ello el coste del procés en términos de PIB permanente es sólo de un -4,3 por ciento anual.

Los separatistas no tienen la razón, siendo así que es meridiano que la secesión no tiene fundamento, y que sería una ruina política, económica y social. Tampoco levantan suficiente emoción, no llegaron ni a la mitad de la población, y retroceden. Pero los separatistas tienen el gobierno de la Generalitat. Tienen el poder público completo, y 24 horas machacando sin tasa con TV3, las radios, las escuelas, las asociaciones y demás personas y entes reales y virtuales subvencionados. De este modo, la fricción parece imparable y la rebelión permanente. Ésta es la tragedia de Cataluña: su decadencia es casi ineluctable dado el contexto global de populismo y la lentitud del Estado español, a quien por soberanía corresponde superar la rebelión de una parte de los líderes políticos y administrativos de una de sus regiones.

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