Me resulta difícil abordar fríamente la situación política en España, aunque algunos hechos debieran aparecer con la evidencia de lo obvio. Por ejemplo, que los líderes políticos actuales o no han entendido o han traicionado uno de los principios básicos de la democracia, que por algo se adjetiva como "representativa". ¿Y qué es lo que quiere decir esa palabra? Pues que el elector delega su soberanía en su (o sus) representantes y éstos tienen, como primera obligación, hacer un "buen uso" de esa delegación. ¿Y en qué consiste "hacer un buen uso"? En primer lugar, en no reclamar jamás a quienes en ellos han delegado su soberanía que les saquen las castañas del fuego.
Los representantes deben perseguir dos objetivos: primero acuerdos razonables y luego estabilidad gubernamental, pero si se encastillan, están traicionando los principios de la democracia y traicionando también a sus electores.
El fracaso en la formación de Gobierno supone una traición a la democracia
Recibí ayer mismo una carta de Pedro Sánchez a los militantes de su partido, entre los cuales me cuento, en la que se puede leer lo siguiente:
"El 28 de abril los españoles nos dieron la victoria al Partido Socialista en las elecciones generales. El mandato de las urnas entonces fue claro: un gobierno estable para nuestro país".
Falso, el PSOE de Sánchez estuvo, tanto en votos como en diputados, muy lejos de poder formar por sí mismo un Gobierno estable: 123 diputados frente los 176 que es la mayoría absoluta. A partir de ahí, lo lógico, lo natural, lo conveniente, hubiera sido formar un "Gobierno estable" con el apoyo de 180 diputados (PSOE+Cs), pero desde el inicio se vio que las querellas y odios personales entre Sánchez y Rivera no llevarían a buen puerto. Para empezar, ya la noche electoral había en la calle Ferraz un grupo de iletrados políticos gritando: "¡Con Rivera no!". Pues ya habrá visto esa pandilla de sectarios adónde nos ha llevado ese "no" a Rivera.
Vuelvo a la carta de Sánchez: "Las derechas y la ultraderecha celebran co-mo una victoria este bloqueo, porque piensan que el cansancio de los progresistas puede darles una nueva oportunidad en las urnas".
Sánchez vuelve, como la burra al trigo, es decir, a la simplificación y al sectarismo que tanto juego le ha dado hasta ahora: por un lado la derecha "trifálica" que dijo su ministra de Justicia y, por otro, la izquierda radical que no le deja dormir… Y sigue Sánchez en su carta:
"Somos el partido de una izquierda que se comporta con moderación, porque se dirige a grandes mayorías. Somos el partido de quienes aspiran a construir y no a destruir. Somos la fuerza de la mayoría progresista que existe en nuestro país y que ha hecho avanzar a España en democracia".
Aclaro: Sánchez no tiene abuela.
Y ahora, qué hacer.
Me viene a la cabeza el voto de castigo. No votar a los que sean los más responsables de este desaguisado. Por este orden, Sánchez, Rivera e Iglesias.
También se puede seguir al profesor Sosa Wagner: "Tiempo de elecciones, tiempo para retirarse a leer historietas, a esperar la llegada de las setas, acaso ese copo de nieve en las alturas… Frente al entierro de las ideas, la horadante y divertida mirada del hombre displicente".