Opinión

En Versalles, hace un siglo, se ignoró el mensaje de la ciencia económica

  • El famoso tratado generó una crisis impresionante en multitud de facetas
Foto: Archivo

En 1919 se produjo el inicio de una etapa radicalmente nueva en la marcha de la Humanidad. Y sobre los errores que creaba aquel inicio de una nueva organización política, social y económica, tras los debates del Tratado de Versalles, apareció la voz, extraordinariamente sabia, de uno de los mejores economistas que han existido, Keynes. Una vez más, el examen crítico que efectuaba un economista a planteamientos que se consideraban maravillosos por los políticos, y que la ciencia económica, forzosamente condenada, fue desoído. El resultado, una colosal catástrofe que, posteriormente provocó, en derrotados y vencedores, un proceso económico que de algún modo continuó hasta el definitivo hundimiento de la economía generada en el siglo XIX y proyectada en el XX. Era el fruto, en primer lugar, que se derivaba de la desaparición y desmembramiento de cuatro imperios: el austriaco, el ruso, el turco y el alemán. Este caos nació en Versalles, ratificándose con la crisis derivada de revoluciones violentas, como es el caso de lo sucedido al Imperio ruso desde 1917.

Keynes comprendió con claridad que las medidas que se aprobaban en Versalles iban a empeorar cuestiones tan fundamentales como la dimensión de los mercados en el ámbito europeo, y bien sabía que, de esta forma, la crisis se generaba automáticamente. Y no se piense que era solo un castigo a Alemania, porque, con las decisiones que se adoptaban por las tres potencias vencedoras (Inglaterra, Francia y Estados Unidos), también sufrían ellas de modo importante. Por cierto, que los primeros síntomas de que las cosas caminaban por un sendero muy preocupante se encuentran en que, en Estados Unidos, al observar las conductas del mercado del oro, nació una crisis económica clara a partir de 1921.

Por eso conviene recoger datos exactos de lo que, a partir de lo sucedido en 1918, gracias al Armisticio, se observa lo que pasan a soportar multitud de estructuras económicas. Una buena base para exponerlo puede hacerse a través de los textos expuestos sobre esta situación coyuntural que efectuó el gran economista sueco, Åkerman, al que mucho debo, y que se pueden leer en su libro "Estructuras y ciclos económicos" (Aguilar 1960), versión española de su "Ekonomisk teori II. Kauslzanalysis av det ekonomiska skeedet". Podemos comenzar la exposición de sus puntos de vista con esta frase: "Incluso en los años inmediatos de la posguerra, conocen un desarrollo coyuntural análogo a lo sucedido en Estados Unidos, y también en Inglaterra y Francia, fruto de la Crisis del armisticio, que dura desde diciembre de 1918 a la primavera de 1919; después de una importante coyuntura de consumo, seguida de graves conflictos obreros, se produce la citada primera crisis de tiempos de paz en el otoño de 1920, tras la que se deriva la depresión general de 1921-1923".

"Desde el fin de las hostilidades se complicó el problema industrial general británico"

En el caso concreto de Inglaterra, en esa misma fuente se señala, con alguna ironía, que lo que había pasado a existir, al completar su visión con lo anterior, se exponía así: "La causa de la crisis de 1920 es tan poco misteriosa como la causa de la crisis de precios que siguió a las guerras de Napoleón".

En el caso de Inglaterra, potencia dominante y vencedora, y ámbito central de los planteamientos de Keynes, se vinculan estos, inmediatamente, con las consecuencias locales derivadas de la deuda pública, porque esta, en 1913, suponía el 31% de la renta nacional, pero se elevó en 1920 al 140% de esta renta. La cifra exacta derivada de la contienda es la siguiente: la deuda pasa de 650 millones a 7.800 millones de libras esterlinas. A eso conviene añadir que los ferrocarriles, o más exactamente, sus líneas principales, fueron nacionalizados, y la producción de carbón y de electricidad fue colocada bajo la dirección del Estado. Desde el fin de las hostilidades se complicó el problema industrial general británico. Basta observar prácticamente todos los datos de la anteguerra. Unos ejemplos suficientes son lo ocurrido en la organización de las minas de carbón, porque la producción hullera estaba afectada, y a su vez afectaba en Inglaterra al conjunto de la evolución económica. De nuevo se planteaban las preocupaciones más de una vez vinculadas a la famosa coal question.

Naturalmente, esto fue acompañado por una fuerte lucha social, relacionada con exigencias de una nueva distribución de ingresos, especialmente intensa desde que se firmó la paz. Y además de la tensión social, dirigida por los mineros, debe anotarse que incluso pasó a existir "una huelga de la policía de Londres" a la que se añadió la huelga de los mineros de 1920, y sobre todo tuvo una gran importancia el conflicto que afectó al transporte en 1922, con lo que la cuestión obrera llegó a convertirse en un candente problema inglés de la posguerra. La ley de 1920, que organizaba la extensión del seguro contra el paro, ya no iba a representar más que, señala Åkerman, un paliativo. A lo que se añade que "los conflictos obreros de orden estrictamente local se convierten en insignificantes" porque el problema social se magnifica al conjunto, y eso tuvo lugar después de la guerra como consecuencia del efecto sobre la clase obrera en su pugna con el resto de la sociedad, al observar lo sucedido en la Unión Soviética. Esto perduraba en 1921, complicado todo porque las medidas adoptadas en Versalles generaban una transición económica ajena a "los deseos de los trabajadores, que reclamaban más negociaciones favorables al estado comunista. Los obreros tuvieron que soportar las consecuencias de la reducción de los salarios de las industrias de exportación inglesa, debido a la caída del poder de compra general hundido en el mundo". Esto produjo la elevación del proteccionismo, con lo que se complicó todo.

En ese sentido, en Francia, el conjunto de la situación muestra un panorama alarmante: "con el armisticio se instauró un período de desorganización provocado por la desmovilización, por la ocupación de Renania y por la reconversión de la industria de guerra. En la primavera de 1920 se restringió de nuevo la actividad, pero en la primavera de 1921, cuando la depresión era general, se mantuvieron las deudas públicas sin excepción, y se lanzaron nuevos empréstitos del Estado, rechazando así el panorama crediticio necesario y capaz de favorecer la iniciativa privada.

"Así es como muy pronto surgió una reacción violenta bastante general"

En gran parte era motor de todo esto Alemania. Conviene señalar que en ella, no solo se origina la desaparición del Káiser, sino la creación de un potente conjunto comunista, el Grupo Espartaco, que intentó una revolución que tomaba el ejemplo de la soviética, aunque fracasó. Surgió así la República de Weimar pero "el primer acto importante de este régimen fue la firma del Diktat de Versalles, que era el que había generado ese cambio de régimen a los ojos de la mayor parte de los grupos sociales. Así es como muy pronto surgió una reacción violenta bastante general, que se agravó con la ocupación del Ruhr, a inicios de 1921, por Francia.

Todo va a vincularse en Alemania, y naturalmente a agravarse, debido a una hiperinflación, auténticamente colosal, provocada por el gasto público derivado en buena parte de los pagos de indemnizaciones de guerra y por las revueltas industriales, juntamente con la especulación sobre el valor del marco, así como con una demanda creciente de moneda ajena.

"Las medidas adoptadas en el Tratado de Versalles generaron una transición económica europea"

Esta inflación colosal. Recordemos por ejemplo que sobre ella conviene siempre analizar la obra de Bresciani-Turroni, The economics of inflation. A study of currency depreciation in post-war Germany, (1931). Este fruto, no precisamente minúsculo, también tenía sus raíces en lo sucedido en el Tratado de Versalles, e hizo que la circulación de billetes del Banco Central alemán, que en 1919 era de 36.000 millones de marcos, en junio de 1922 había crecido a 169.000 millones, pero en junio de 1923, esta magnitud alcanza los 17.300 miles de millones; y medio año después, en diciembre de 1923, se llegó nada menos que a los 500 millones de miles de millones de marcos; y eso provocaría que se generase una situación irreversible y gravísima, con fugas hacia los bienes de capitales, que pasaban a generar entidades de asociación, en el fondo de huida, como por ejemplo el famoso Stinnes-Konzern, cristalizaciones financieras que pasaban a complicar aún más las cosas y que, al mismo tiempo, se ampliaban por las derivaciones económicas provocadas por la pérdida de Lorena, de las Silesia superior y del distrito del Sarre.

Todo lo señalado muestra que el origen de derivaciones sociopolíticas notables se encontraba, a su vez, esta especie de caos económico que venía derivado de Versalles. Y desde el punto de vista político, comenzó a organizarse un grupo, que habría de alcanzar un fuerte triunfo electoral con Hitler. Keynes, en su obra The economic consequences of the peace, en 1919, prácticamente lo había señalado, y lo sucedido lo justificaba. Recordemos que a partir de 1921 desaparece Ratheneau -el dirigente de la empresa de electricidad AEG-, asesinado por los mismos ámbitos que también habían asesinado al dirigente comunista Liebknecht. Todo ello pasó a constituir la base esencial de un nuevo mundo, el alemán nacionalsocialista, y de modo derivado, la preparación de la II Guerra Mundial.

En 1923, se creó una nueva moneda, el Reichs-mark, con esta cotización 1 dólar = 4,2 Reichs-mark = 4.200.000.000 de marcos papel, lo que terminaba de arruinar a multitud de entidades financieras que, en Europa, habían pensado en algún tipo de renacimiento de Alemania con la moneda de siempre.

Todo el panorama que se ha señalado indica que el Tratado de Versalles generó una catástrofe impresionante, no solo en la economía mundial sino en multitud de aspectos de la vida. Porque, simultáneamente, y a partir de 1920, no se observa la posibilidad de ningún alivio.

Conviene señalar que se intentó uno, por parte de un economista rumano, Manoilescu, que tuvo una difusión europea muy importante. Manoilescu programó, en primer lugar, una salida a través de la industrialización de los países nacidos tras la I Guerra Mundial y con una notable agricultura. Pero esta industrialización y el resto de la actividad económica, tendría que enmarcarse en una organización corporativa y, la culminación tendría que venir de la política general a través de la creación, en cada país, de un partido único. Todo esto fue criticado con dureza por economistas tan importantes como Viner, como Haberler, o en España por Perpiñá, todo ello en el contexto que va de 1925 a 1939. De nuevo no se hizo el menor caso a la opinión de estos economistas, y la consecuencia se denomina, también y finalmente, como una especie de coronación del Tratado de Versalles, con el nombre de II Guerra Mundial.

Lo señalado es algo así como una lección que, cien años después de lo sucedido, conviene tener presente.

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