Opinión

Qué dice realmente la evolución de los intereses de la deuda en EEUU

La economía de Estados Unidos vive en 2019 en su undécimo año de expansión ininterrumpida, rompiendo el récord anterior del período más extenso de crecimiento en la historia norteamericana sin una recesión. Pero, lejos de celebrarlo, muchos economistas concluyen a partir de este desempeño sin precedentes que una recesión está pendiente, si no de inmediato, con certeza antes de la elección presidencial de 2020. Afortunadamente para la economía estadounidense, pero tristemente para los opositores del presidente Donald Trump, la idea de que las expansiones económicas tienen una suerte de vida útil natural y luego mueren de viejas, no tiene ni sustento empírico ni teórico.

La historia demuestra que las expansiones estadounidenses desde el fin de la Segunda Guerra Mundial han variado en extensión de 12 meses a 120 meses, sin ninguna señal de reversión media. Es más, se puede decir que el período de 18 años desde 1982 hasta 2000, fue realmente una bonanza económica continua, interrumpida sólo brevemente por el repunte de los precios del petróleo causado por la invasión de Kuwait por parte de Irak.

Y hay instancias claras de economías avanzadas que han evitado recesiones durante mucho más tiempo que el récord de diez años que acaba de superar Estados Unidos. Australia hoy está en su vigésimo octavo año sin recesión, mientras que el Reino Unido experimentó 17 años de crecimiento ininterrumpido de 1992 a 2008. A diferencia de Estados Unidos, tanto Australia como el Reino Unido son más proclives a una recesión por su dependencia de las materias primas, las finanzas y la especulación inmobiliaria.

Los principios económicos tampoco sirven de mucho a los defensores de la teoría de la "recesión pendiente". La condición normal de cualquier economía de mercado razonablemente bien administrada desde la invención de las políticas de gestión de la demanda de activos en los años 1940, es seguir expandiéndose en torno a su tasa potencial de crecimiento (alrededor del 2 por ciento en Estados Unidos). En el período de posguerra, las recesiones, por lo general, han resultado de tres causas: ajuste monetario o fiscal sustancial en respuesta a presiones inflacionarias; algún tipo de crisis financiera, como el colapso de las hipotecas de alto riesgo de 2008; y la caída tecnológica de 2000; o una sacudida externa feroz que haya incrementado considerablemente los precios de la energía. Hasta que no ocurra uno de esos acontecimientos, podemos confiar en que la expansión de Estados Unidos no "morirá de vieja".

La economía estadounidense vive su undécimo año de expansión ininterrumpida 

¿Por qué, entonces, tantos economistas hoy están preocupados por una recesión estadounidense y convencidos de que los mercados financieros están subestimando los riesgos a la baja del crecimiento económico? Las razones principales son la guerra comercial entre Estados Unidos y China, y una señal de advertencia financiera: la "curva de rendimiento invertida". El primer riesgo es obvio; el segundo exige cierta explicación.

Una curva de rendimiento invertida es una condición relativamente inusual que ocurre cuando los rendimientos de los bonos de largo plazo caen por debajo de las tasas de interés de corto plazo.

Esa inversión suele citarse como la señal de una recesión inminente, pero no debería ser así. La "señal" muchas veces se produce años antes de la recesión que dice predecir. Más importante, la fijación de precios del mercado de bonos ha cambiado drásticamente en los últimos diez años desde la crisis financiera global. Los rendimientos de los bonos están cada vez más divorciados de las condiciones económicas reales, en parte por el alivio cuantitativo y las presiones regulatorias sobre los fondos de pensiones para comprar bonos sin importar las condiciones económicas, pero principalmente porque la inflación parece haberse desacoplado del desempleo y el crecimiento.

Aún si el desacople de crecimiento e inflación en definitiva resulta ser ilusorio, el simple hecho de que la Reserva Federal de Estados Unidos y otros bancos centrales crean que la antigua asociación entre crecimiento e inflación está rota, significa que mantendrán los tipos de interés mucho más bajos durante mucho más tiempo que en ciclos económicos anteriores. Mientras los banqueros centrales sigan comportándose de esta manera, los rendimientos de los bonos continuarán reflejando las expectativas de los inversores sobre lo que los bancos centrales harán con los tipos de interés de corto plazo, más que sus expectativas sobre las perspectivas económicas o los riesgos de recesión. El mensaje principal de los mercados financieros, como dije en abril, no es que Estados Unidos esté cerca de una recesión; es simplemente que la Fed se estaba preparando para recortar los tipos. Una vez que lo hizo en julio, una recesión estadounidense se torna menos probable, no más.

El mensaje de los mercados financieros es que la Fed se preparada para recortar tipos

Lo mismo es válido en China. El gobierno y el banco central chinos han respondido a la guerra comercial de Trump, aunque un tanto tardíamente, recortando las tasas de interés y los requerimientos de reservas, reduciendo los impuestos, aumentando el gasto público y aliviando las restricciones crediticias. Las medidas de estímulo de China, como el esperado alivio de la Fed, se demorarán algún tiempo en nutrir los datos económicos, pero estas medidas prácticamente garantizan que la guerra comercial entre Estados Unidos y China sólo causará un daño limitado a las perspectivas de crecimiento en ambos países, por lo menos el próximo año o el otro, que es el horizonte de tiempo sobre el cual operan las políticas macroeconómicas.

Una amenaza mucho más seria para la economía mundial proviene de Europa, un espectador inocente en la guerra comercial entre Estados Unidos y China que ya ha sufrido mucho más que cualquiera de los dos beligerantes. Cuando el Fondo Monetario Internacional revisó sus proyecciones de crecimiento para 2019 en abril, a fin de tener en cuenta los problemas que surgieron a fines de 2018, los pronósticos para China y Estados Unidos básicamente se mantuvieron sin cambios, a pesar de su guerra comercial (hasta 0,1 punto porcentual en China, menos de 0,2 en Estados Unidos). Pero el FMI rebajó su pronóstico de crecimiento para Alemania en 1,1 punto porcentual, en 0,9 para Italia y en 0,6 para la eurozona en general.

Europa ha sido la víctima principal de la guerra comercial de Estados Unidos y China, por la misma razón por la que fue la víctima principal de la crisis financiera de 2008, que también se originó en Estados Unidos. Si bien Washington y Pekín están estimulando sus economías para contrarrestar la desaceleración comercial, las autoridades europeas, como de costumbre, hasta hoy, han respondido exactamente con las políticas equivocadas. En lugar de aliviar las políticas monetarias, fiscales o crediticias, la respuesta de la eurozona ha sido "pro-cíclica". La Comisión Europea está intentando obligar a Italia a reducir el gasto público y aumentar los impuestos. Y los supervisores bancarios están obligando a los bancos a ajustar sus normas crediticias, aumentar las provisiones para pérdidas y recortar el crédito para preservar el capital.

Esas políticas condenaron a Europa a pasar gran parte del período post-crisis en recesión o cerca de una recesión, mientras que Estados Unidos y China tuvieron una década de crecimiento ininterrumpido. Si se mantienen políticas igual de necias, volverá a pasar lo mismo.

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