
El presidente de EEUU, Donald Trump, demostró con rapidez hasta qué punto eran vulnerables los rebotes que los índices europeos y de Wall Street experimentaron el miércoles y el jueves pasados. Unas breves declaraciones, en las que Trump abrió la puerta a suspender las nuevas negociaciones entre Washington y Pekín, previstas para septiembre, bastaron para que los parqués se volvieran a teñir de rojo (con descensos como el 1,25 por ciento que sufrió el Ibex).
La cancelación del encuentro está aún lejos de confirmarse y es muy probable que la intención del jefe de Estado de EEUU se limite a añadir presión sobre su interlocutor. De hecho, situó la pelota en el campo de su homólogo Xi Jinping al expresar dudas sobre si China se halla realmente dispuesta a llegar a un acuerdo. Ahora bien, no debe minusvalorarse el alcance de una potencial suspensión de las negociaciones, aunque la amenaza se limite a ser una mera alusión. Pese a su alto coste, la aplicación de nuevos aranceles recíprocos entre los dos gigantes, se sucede ininterrumpidamente durante cerca de un año. La suspensión del diálogo es un fenómeno mucho más infrecuente y de consecuencias incluso más profundas. Una situación semejante se planteó en marzo pasado y, desde entonces, las incertidumbres planteadas por la guerra comercial no han dejado de empeorar, con episodios como el decepcionante encuentro de Trump y Xi en el G-20 o la reciente devaluación del yuan. Es aún factible que EEUU y China vuelvan a verse las caras el mes próximo pero, tras la amenaza de Trump, las expectativas han vuelto a empeorar, por lo que el inversor debe ser consciente de que se afianzan las psoibilidades de más caídas en bolsa.