
El juez imputa al magnate Mijail Fridman por, presuntamente, encabezar una red especialista en minar el valor de empresas, como Zed, para comprarlas a precio de derribo.
Ése parece ser el método que el millonario empleó para controlar Dia, por lo que las graves sospechas que pesan sobre Fridman afectan inevitablemente al grupo de distribución. El prestigio del millonario ruso se ve aún más socavado por las pruebas de que su holding inversor, LetterOne, recurre a la ingeniería fiscal para reducir su factura impositiva. Revelaciones así no amenazan la posición de Fridman en el accionariado de Dia, ya que lo controla, pero sí que restan credibilidad a la firma en un momento en que debe ganarse la confianza de sus proveedores y del mercado.