
Todo viaje tiene un final. El de mi padre concluyó el pasado 26 de julio, y quisiera aprovechar estas líneas para agradecer las condolencias de los profesionales de El Economista, y de muchos lectores de estos artículos. Por una ironía del destino, este final prácticamente coincidió con el final de mi presencia en los órganos de dirección de Ciudadanos. Como hasta la fecha todos mis artículos han sido como dirigente político, creo que es de justicia subrayar que estas líneas sobre el final del viaje de la economía española son una opinión exclusivamente personal.
La fase de crecimiento de la economía española iniciada entre finales de 2013 y principios de 2014 está llegando a su fin. Y el final del ciclo de la economía española está llegando por el sector exterior. Esto no es una novedad, todas las crisis económicas en España han comenzado por el sector exterior. Sin ir más lejos, en 2007 la economía española no era competitiva, de tal forma que acumulaba el mayor déficit por cuenta corriente del mundo, en términos relativos como porcentaje del Producto Interior Bruto (PIB), y el segundo en términos absolutos, sólo por detrás de los Estados Unidos. Esto suponía que, como economía, estábamos viviendo a costa del resto del mundo, lo que se tradujo en una enorme deuda externa (lo que en jerga se conoce como posición inversora internacional neta, PIIN). Cuando se cortó la financiación exterior, España se enfrentó a una gravísima crisis económica y financiera.
Hasta 2013, gracias a una enorme destrucción de empleo, y a una brutal reducción de la inversión pública y privada, y al enorme esfuerzo de las empresas y los ciudadanos españoles, no logramos volver a tener superávit por cuenta corriente, es decir, capacidad de financiación de nuestra economía; y esto coincidió, en el cuarto trimestre de 2013, con el regreso al crecimiento económico y a la creación de empleo. No fue una casualidad. Hemos mantenido este superávit en el saldo de la balanza por cuenta corriente durante estos años. Sin embargo, este saldo se redujo a la mitad en 2018, y hemos entrado en territorio negativo en estos cinco primeros meses de 2019, últimos datos disponibles en las estadísticas del Banco de España, en los que hemos pasado de un superávit de 113 millones de euros en 2018, a un déficit de 3.257 millones de euros. Este saldo debería mejorar en los próximos meses gracias al turismo, pero por otra parte, la guerra comercial y de divisas sólo nos puede perjudicar.
La fase de crecimiento de la economía española está llegando a su fin debido al sector exterior
Nos hemos quedado en manos de la demanda interna, pero según el INE, esta demanda se ha debilitado muchísimo en el segundo trimestre: un 0,2 por ciento íntertrimestral, lo que anualizado viene a ser un 0,8 por ciento. El consumo sólo ha crecido un 0,3 por ciento en el segundo trimestre, y la inversión empresarial incluso se ha reducido, lo que anticipa un crecimiento aún menor en el futuro. Estos datos son coherentes con el escaso crecimiento de la recaudación de la Agencia Tributaria en estos seis primeros meses, un escaso 0,8 por ciento. En el segundo semestre, si no hay sorpresas negativas, y las podría haber en el impuesto de sociedades, la recaudación debería mejorar ligeramente, pero el déficit público sigue fuera de control. Con estos ritmos de crecimiento de la recaudación, los gastos totales de las Administraciones Públicas no pueden crecer al 4,9 por ciento porque, en ese caso, como ha ocurrido en los cinco primeros meses de 2019, tendremos cada vez más déficit público y no menos.
Con este ritmo de crecimiento de la economía española no es posible subir los salarios y al mismo tiempo crear empleo. Por eso, los últimos datos tanto del Ministerio de trabajo como de la EPA, son los peores desde que empezamos a salir de la crisis, o incluso, según los casos, desde 2008. Aún así, estos datos están muy matizados porque la economía española es muy estacional, y siempre crea empleo entre marzo y julio. Tanto por factores estacionales, como también por la caída de la inversión empresarial y las exportaciones, no podemos esperar buenos datos de empleo en los próximos meses.
Es cierto que parte de los problemas de la economía española vienen de fuera, y que nos afectan de forma más importante por una mayor internacionalización de la economía española. Pero aún más cierto es que poco podemos hacer al respecto. Como señalan los norteamericanos, un problema que no se puede solucionar no es un problema, es un hecho de la vida, al que hay que adaptarse.
España necesita reformas y estabilidad para mantener el equilibrio
Por otra parte, también es cierto que España empieza a sufrir no ya por la ausencia de reformas que potencien el crecimiento, sino simplemente por la parálisis política y presupuestaria. No sólo estamos con un gobierno en funciones, sino que el presupuesto en ejecución es el de 2018 prorrogado. Creo que eran unas buenas cuentas, y por eso las negocié y las voté favorablemente, pero no están adaptadas a la España de 2020. La alternativa para que haya presupuestos es un gobierno de coalición PSOE-Podemos, con apoyo externo nacionalista. Más allá de otras consideraciones, para los economistas de Podemos el déficit público ha dejado de ser un problema, lo que significa que unos presupuestos PSOE-Podemos sólo traerían más inestabilidad fiscal, que es lo último que necesitamos. Creo que un presupuesto similar al pactado por el PSOE y Podemos, y rechazado hace unos meses, sólo agravaría los problemas de la economía española. En fin, aunque unas elecciones repetidas no son deseables, vista la actitud de algunos que se niegan a hacer política, a lo mejor desde un punto de vista económico también sea lo menos malo. Como señalaba la actriz María Félix, "siempre es mejor llegar tarde que llegar fea".
España necesita, ahora más que nunca, reformas y estabilidad para mantener el crecimiento económico y no dejar que los desequilibrios fiscales, exteriores, laborales... nos lleven a una nueva crisis económica. Ahora nos encontramos ya, al final del viaje que emprendimos en 2014. Probablemente, nos encontremos, además, ante el final del viaje en la influencia de los denominados "nuevos partidos" en la política y la economía española. Sin embargo, ésa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión. Disfruten de las vacaciones.