
Tres fueron los grandes objetivos económicos que el presidente en funciones se marcó en el discurso inaugural de su fallida investidura: empleo, productividad y competitividad. Un discurso en el que, por cierto, no dedicó demasiado tiempo a la política económica a pesar del doctorado que jalona su currículum, salvo para apropiarse de los logros en crecimiento y en materia laboral que son frutos del presupuesto y las reformas de Rajoy.
Y coincidía el debate en el Congreso con la publicación de los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) correspondientes al segundo trimestre de este año, que pese al entusiasmo de Sánchez y su ministra Valerio son el más fiel exponente de la desaceleración que está aquejando a la economía y al mercado laboral español justo desde la arribada del sanchismo a La Moncloa.
¿Casualidad o falta de pulso y de proyecto por parte de las autoridades competentes? Sea como fuere lo cierto es que siendo el segundo trimestre del año tradicionalmente el mejor para el empleo, en este de 2019 el paro desciende sólo en 123.6000 personas, se han creado 136.000 puestos de trabajo menos que en los mismos meses del año precedente. Y los números, que como el algodón no engañan, muestran que es la primera vez desde la recuperación en 2014 que sube el paro en términos desestacionalizados entre marzo y junio, un 0,53 por ciento, el peor dato en cinco años.
Y para mayor estigma en la hoja de servicios del Gobierno, resulta que son Madrid y Andalucía, dos comunidades gobernadas por el Partido Popular las que lideran la creación de empleo. Además de que, sin querer entrar en la polémica sobre el impacto de la subida del salario mínimo, lo que si es constatable es que con lo datos de los cinco primeros meses de este año los afiliados a la Seguridad Social correspondientes al empleo del sector privado continúan desacelerándose gradualmente y en mayo la tasa interanual de este colectivo se desaceleró dos décimas hasta el 2,6 por ciento.
Menor productividad
En línea con esta desaceleración en el empleo, en el año 2018 empezaron a advertirse síntomas de caída en la productividad, tras años tres años de crecimientos positivos, que tienen su continuidad durante el ejercicio en curso. Los últimos datos oficiales revelan que la productividad aparente por trabajador en el primer trimestre ha caído un 0,4 por ciento, por segundo trimestre consecutivo, siendo los sectores de Construcción y Actividades Inmobiliarias los que presentan mayores pérdidas de productividad, además de los de la Administración Pública, Educación y Sanidad, las actividades artísticas y recreativas y la Industria que se está viendo muy afectada por las tensiones comerciales internacionales.
Y si nos atenemos al tercer pilar económico de Sánchez, la competitividad, pues sólo recordar que los datos del Ministerio de Trabajo muestran como la variación salarial pactada en los convenios con efectos económicos en 2019, registrados hasta 31 de mayo, es del 2,21 por ciento, frente al 1,59 por ciento de un año antes. Subida muy superior a la registrada por la inflación en los mismos meses, el 0,8 por ciento interanual y que confrontada con los sueldos supondría una pérdida de competitividad de 1,4 puntos porcentuales que estaría agudizando la desaceleración de las exportaciones y el deterioro del déficit comercial.
Ante este deterioro competitivo y laboral, y con una tasa de paro todavía por encima del 14 por ciento de la población activa, desde el ámbito empresarial y los servicios de estudios públicos y privados se apuesta por abandonar las tentaciones populistas y las subidas fiscales indiscriminadas para volver a recuperar las reformas que mejoren la formación, el I+D+i, la digitalización y la inversión, además de por un clima de estabilidad política que, por el momento, parece que ni está ni se le espera.