
Aunque no se llevó el Oscar a la mejor película (aunque sí 'se lo dieron'), 'La La Land', con sus seis premios, se convirtió sin duda en la triunfadora de los Oscars 2017. 'La La Land' (titulada de forma hortera, horripilante e innecesaria en España como 'La ciudad de las estrellas'; los distribuidores nos deben tomar a los españoles por catetos ignorantes incapaces de pillar el triple sentido del título original) es una oda a los sueños cumplidos (e incumplidos) en la ciudad que más sueños tira por tierra: Los Ángeles. Y una forma de presentarnos la idiosincrasia de una ciudad tan horrible como insustituible, que diría Sabina, es a través de su infernal tráfico.
Los Ángeles es la segunda zona más poblada de Estados Unidos, con unos 19 millones de personas que viven en un área metropolitana caracterizada por construcciones bajas, en su inmensa mayoría de una sola planta, y que tiene una extensión entre sus extremos más alejados de nada menos que 80 kilómetros. No es difícil por tanto imaginarnos que la red de carreteras y calles que comunican todo este inmenso panal humano es tan extenso como infernal en horas punta. Porque, además, L.A. no dispone apenas de transporte público, el Metro es testimonial y los taxis y autobuses son escasos. El coche es el rey a la hora de desplazarse por la ciudad, y por ello Los Ángeles tiene una de las tasas de propiedad de vehículos más grandes del mundo (1 por cada 1,8 habitantes). En total, los kilómetros que recorren los angelinos diariamente por las arterias, venas y capilares de asfalto del área metropolitana es de nada menos que 160 millones de kilómetros. Poco menos que un paseo a los nuevos planetas descubiertos por la NASA.
Por todas estas razones, el atasco es algo habitual, es casi una forma de vida en el día a día de la ciudad más grande de California (que no su capital, que es Sacramento). Cualquier desplazamiento que se pretenda hacer en coche en L.A., aunque sea para ir a unas pocas manzanas de distancia (allí son más conocidas como "cuadras") es de al menos una hora. Los angelinos pertenecen a una raza que adora la paciencia, porque si no es imposible comprender cómo compensa vivir en un lugar del planeta en el que, sí o sí, vas a perder diariamente un par de horas de vida al día sumergido en el interior de tu vehículo, si no eres usuario de la práctica cada día más extendida del teletrabajo (sí, eso existe; no en España, pero hay gentes que lo practican).
De hecho, en la tierra del cine, una actriz como Geena Davis (la Thelma de Thelma & Louise) declaró hace años que los inmensos atascos de su día a día le habían servido... para aprender idiomas en cursos de audio a través del loro del coche. Si el que pierde el tiempo es porque quiere...
Por ello, para subrayar el carácter mundano de Los Ángeles, "la ciudad de los sueños" (sobre todo los que no se cumplen), el autor y director, Damien Chazelle, nos introduce en la historia con una de las mejores escenas de los últimos años: un gran número musical (recordemos que "La La Land" es un musical) que tiene lugar... en pleno atasco en L.A., en la pasarela que une las 'interestate' 105 y 110.
Seis minutos seis dura 'Another day of sun', número musical en el que los angelinos, hartos de vegetar sin moverse minutos y horas a bordo de sus coches, deciden salir, ponerse bajo el casi perenne sol californiano y comenzar, cual película de Disney o de los clásicos musicales de los cuarenta o los cincuenta tipo Cantando bajo la lluvia, a cantar y a bailar con el abrasador asfalto y los (muy blanditos) capós de los coches bajo sus pies.
Aunque el espectacular número musical parece estar rodado en un único plano-secuencia, el propio Chazelle ha confesado que en realidad Another day of sun se compone de tres escenas, dos de ellas filmadas con la cámara en una grúa, y otra en steady-cam, con el cámara contorneándose entre las decenas de bailarines que celebran con sus cantos y bailes que, a pesar de todo, el sol sale cada día, aunque tus sueños no se hayan cumplido... todavía.
Al final de la canción, la vertiginosa secuencia termina dentro del Buick Riviera convertible del protagonista, Ryan Gosling, otro indígena de Los Ángeles que, lejos de contagiarse del ambiente festivo de sus compañeros de atasco, expresa su impaciencia y mal rollo con el vehículo de delante, un Toyota Prius II que conduce, pero que no hace circular, Emma Stone, la mujer de su vida, aunque él todavía no lo sepa.
Otra escena muy automovilística es la que tiene lugar en la famosa Mulholland Drive, la calle/avenida desde la que se obtienen las mejores vistas de L.A., el famoso cartel de Hollywood incluido. En dicha escena, ambos protagonistas buscan el coche de ella, un Toyota Prius II, aparcado a la salida de una fiesta, entre una jungla de... Prius, en un guiño a la proliferación, y el éxito, que ha tenido el híbrido de Toyota en Estados Unidos en general y en L.A. en particular. Y como no lo encuentran... Mia y Sebastian se ponen a cantar y a bailar.