
Si un ataque de amnesia te dejara un borrón en tus 50 últimos años, jamás reconocerías en el actual VW Polo el Polo con el que empezó todo.
Origen Audi
El Polo era un Audi 50. Hoy, del Volkswagen Polo nace el Audi A1.
De adulto, talla XL
Nació con cuatro plazas en una longitud de 3,5 metros y un motor básico (y suficiente) de 40 caballos. El último Polo admite cinco ocupantes, mide más de 4 metros (bastante más que el hermano mayor del Polo, el Golf de mediados de los 70) y hoy ofrece hasta 207 caballos, con un motor 2.0 turbo.

Vaya zapatos
Medidas de neumáticos 195/55R16… El Golf GTI de hace 50 años se contentaba con una anchura de 175 milímetros o 185 (opcionalmente). Los neumáticos superdeportivos hace 50 años eran los Pirelli PZero, prácticamente de competición, y tenían un perfil considerado ultrabajo -50-, porque 60 ó 70 eran los perfiles bajos (80 era lo normal). Las llantas de 16 pulgadas no eran propias ni de superdeportivos: pasaron muchos años antes de que los diseñadores pudieran imponer que una llanta enorme "vestía" al coche más que cualquier otro detalle. Hoy, el Polo 50 se ofrece con 17 pulgadas en opción.

¿Por qué esas ruedas?
Cosas del peso, porque el Polo generación VI sobrepasa los 1.100 kilos en la variante básica, cuando el Polo original no llegaba a los 700 kilos.
Cuidar las formas
Neumáticos anónimos -o la marca borrada en Photoshop- en la nota de prensa del nuevo Polo, para que no parezca publicidad o inducción a preferir una marca u otra. Así de suspicaces somos en el siglo XXI. Neumáticos fabricados en Eslovenia -la deslocalización-, se puede dudar entre Continental, Goodyear, Michelin, que tienen fábrica allí.
La robustez entra por el ojo
La estampación se llena de pliegues y ángulos "imposibles", sin embellecedores o apósitos que camuflen su ejecución. La gran proporción de chapa frente al cristal confiere una gran sensación aparente de seguridad.
Transparencia perdida
La visibilidad, en cambio, resulta muy perjudicada, especialmente hacia atrás: se podía aparcar y, al volver la cabeza, casi, casi, ver el capó del coche de detrás. Hoy, la cámara o los sensores de marcha atrás compensan la opacidad. Bastaban dos espejos; hoy, con tres, no se llega al mismo dominio de la periferia. La luminosidad interior, también se ha perdido, para lo que nació el techo acristalado.

Paragolpes amigables y escondite de radares y sensores
Los paragolpes se integran y camuflan. Ya no son prominentes, sino alineados con la parte inferior de la calandra, para no destrozar las piernas de un peatón en un atropello, sino "empujarlo". La prolongación hacia abajo del paragolpes canaliza el aire bajo el vehículo y lo gestiona haciéndolo pasar por radiadores que se amplían hacia abajo: hace falta más refrigeración, porque los motores son mucho más potentes y necesitan disipar más calor.

Los montantes del parabrisas son mucho más gruesos, mucho más echados hacia atrás. Deben canalizar la energía en caso de un impacto frontal, para repartirla por el coche y disiparla sin daño a los ocupantes. Lo que queda oculto al ojo es la sofisiticada estructura de la carrocería, que permite salir indemnes de choques que serían luctuosos en un Polo de hace 50 años.

¿Dónde está el depósito? Tras la puerta rectangular. El falso "tapón" redondo permite renovar el aire del habitáculo
La colección de avances es inimaginable
Los faros adoptan prácticamente la forma que desee el diseñador, pero iluminan con más potencia y eficacia que los faros redondos.
Frenos enormes, en consonancia con el aumento de peso; aprovechando la altísima adherencia de los neumáticos y el ABS, un Polo frena mejor que un deportivo del siglo XX.
Un 90 por ciento de las sustancias contaminantes que un Polo generación 1 emite por el tubo de escape cada kilómetro han desaparecido.
Adiós a los relojes digitales y lecturas directas, bienvenidas las pantallas en la instrumentación.

En lugar de cambios manuales de cuatro marchas, cambios automatizados de siete marchas. Dos embragues, en lugar de uno, pero cuyo control lo realiza el propio coche.
Adiós al volante de aro redondo; uno grueso, con formas adaptadas a la mano y llena de botones para el manejo del audio y de nuevas funciones inusitadas hace 50 años, como el Tempomat o control de velocidad de crucero. El núcleo del volante lleva el claxon, pero también esconde un airbag, del que también disfruta el pasajero.

Un volante que solo es volante, sin teclas. ¿Y el tirador amarillo? Un "starter" o enriquecedor de la mezcla para el arranque en frío, una reliquia en tiempos de inyecciones electrónicas
El radar no solo pone multas, ahora se lleva en el propio coche y apoya el frenado automático para prevenir o reducir daños en colisiones y el control de crucero adaptativo.
El volante gira solo, si detecta que, inadvertidamente, el conductor se sale de su carril. Hasta 210 km/h permite una conducción parcialmente automatizada. Sí, 210, pero hubo un Polo R WRC (generación 5), con 220 CV, que superaba los 240 km/h.
El aire acondicionado era un lujo en los 80 para el Santana, el tope de gama de VW, pero ahora resulta un imprescindible en cualquier Polo. Y los asientos del Polo 50 aniversario están calefactados, porque un coche urbano es propenso a dormir en la calle en los fríos inviernos.

El retrovisor oculta a los ojos del conductor sus propios ojos, para aumentar la seguridad, el confort, detectar lluvia o controlar los faros y la luz larga.
La llave podría no salir jamás del bolso, salvo para cambiar la pila o hasta que se venda el coche y la entregues al siguiente propietario.
De la última generación del Polo se han producido 2,5 millones de unidades; 1,1 millones de fabricaron del Polo I. Solo con economías de escala el contenido de seguridad y de lujo de los coches pequeños actuales, se logra considerarlos asequibles.