
El ABT GT X es uno de esos coches que a uno le cuesta creer que sea apto para circular por ciudad, y nada más lejos de la realidad, puesto que es exactamente lo que parece: un R8 GT2 de competición apto para la calle, incluyendo chasis, habitáculo y elementos aerodinámicos y funcionales exteriores como el alerón o la gran toma de aire del techo.
En el universo de los superdeportivos, pocos vehículos logran captar la esencia pura de la competición y convertirla en una obra de la ingeniería legal para circular por la calle. Modelos como el Koenigsegg Agera o el Bugatti Veyron abrieron una puerta que ya no hay forma de cerrar: ver hasta donde es capaz de llegar una marca a la hora de desarrollar el coche más prestacional en su historia.

El ABT GT X, también conocido como el "road-legal racing car", es sin duda uno de esos ejemplos perfectos que llevan más allá el concepto de deportividad y competición, y que que fusionan la pasión por las carreras con la ingeniería del automóvil, creando un coche que no solo emociona, sino que también desafía los límites de lo posible y lo legal en carretera abierta.
Pero la magia del GT X reside en que es mucho más que un simple coche deportivo, es según ABT "la culminación de décadas de experiencia en competición y tunning. ABT Sportsline, en su historia ha disputado más de 300 carreras en DTM, ha logrado más de 250 podios y poco a poco ha generado una reputación consolidada como uno de los equipos más exitosos en la historia del DTM".
Y es que no todo es competición ¿o sí? Y por ello han buscado llevar su legado a un nuevo nivel con el XGT. Según Hans-Jürgen Abt, Director ejecutivo de ABT, "la creación de este coche representa la esencia de nuestra herencia, un homenaje a nuestro pasado en la pista y la pasión por la ingeniería de alto rendimiento".

Un Proyecto que duró dos años
El desarrollo del ABT GT X no fue tarea fácil., y es que durante dos años, un equipo dedicado de ingenieros y mecánicos enfrentó desafíos técnicos y regulatorios para transformar un coche de carreras GT2 en una máquina perfecta homologada para la calle.
La diferencia entre un coche de competición y uno legal para circular en vías públicas es abismal (exponencialmente superior a pasar la ITV con ese tubo de escape y esos faros que has instalado en tu coche) , y lograr que un vehículo con especificaciones de carreras pase todos los requisitos legales, desde emisiones hasta seguridad, requiere un trabajo meticuloso y una innovación y adaptación constante.

El resultado es un vehículo que, visualmente, apenas se diferencia del Audi R8 LMS GT2, pero que en su interior alberga toda la tecnología y la pasión de la competición. Solo 99 unidades serán construidas a mano, cada una personalizada según las especificaciones del afortunado cliente que lo compre, haciendo de cada XGT una pieza única y exclusiva.
Un corazón acorde con su imponente presencia
Bajo su capó, el ABT GT X alberga un motor que desarrolla 640 CV de potencia, permitiéndole acelerar de 0 a 100 km/h en menos de 3 segundos. Pero más allá de sus cifras de rendimiento, lo que realmente impresiona es cómo ABT ha logrado mantener el carácter de un coche de carreras en un vehículo homologado para la calle.
La suspensión doble ajustable, la respuesta de la dirección del volante, la aceleración... todas son sensaciones comparables a las de un monoplaza de Fórmula 1, y han sido afinadas en circuitos emblemáticos como Nürburgring, Hockenheim y Sachsenring.

El interior, aunque adaptado para la conducción diaria, conserva elementos de competición, incluyendo un volante específico de carreras, instrumentación modificada y sistemas de seguridad homologados. La integración de controles para espejos, aire acondicionado y otros elementos de confort demuestra que, aunque es un coche de carreras, también está pensado para tener un cierto confort en su uso cotidiano.
Una pieza de coleccionista... hecha para los amantes del automovilismo
El ABT GT X no solo es una máquina en la que el rendimiento y las posibilidades se han llevado al extremo, y una obra de arte que será objeto de deseo para coleccionistas, si no el máximo exponente de lo que un amante del automovilismo podría desear.
Con un precio que comienza en 598.000 euros, su exclusividad y nivel de personalización lo convierten en un objeto de deseo no solo para aquellos que buscan la perfección en el mundo del automóvil, si no para aquellos puristas que quieren un coche para el que no existe nada igual en el mercado.