
En un vehículo de combustión, el alternador es el componente encargado de transformar la energía mecánica del cigüeñal en energía eléctrica para almacenarla en la batería. Si bien la batería es la encargada de arrancar el vehículo, es el alternador el que, una vez el vehículo está en marcha, se encarga de mantener en funcionamiento diversos sistemas, como el alumbrado, la música, los elevalunas o la apertura del maletero automática.
Este componente, a su vez, se compone de varias piezas, entre las que figura la polea, el estator y el rotor, los diodos, el regulador de voltaje o el ventilador, entre otros. Y muchas de ellas pueden deteriorarse, requiriendo el arreglo o la sustitución del alternador.
El principal motivo por el que puede estropearse es el propio uso del vehículo. De hecho, este componente suele tener una vida útil de entre 200.000 y 400.000 kilómetros. Sin embargo, también puede deberse a otros motivos, como la entrada de polvo y arena (si se suele rodar por caminos o en condiciones adveras), la instalación de baterías de mala calidad o uso inadecuado de los sistemas eléctricos (por ejemplo, dejando las luces encendidas).
Una vez estropeado, el vehículo expresa que el alternador está en mal estado de diversas formas. Lo habitual es que el cuadro de instrumentos ilumine un testigo en forma de batería, aunque a veces también se muestra con las siglas 'ALT' o 'GEN'. Otro de los síntomas habituales es que los faros no iluminen correctamente, atenuando su luz o parpadeando. Del mismo modo, también pueden desencadenarse otros fallos eléctricos, como el del aire acondicionado, el del equipo de sonido o de los elevalunas. Por supuesto, si el coche muestra dificultades para arrancar, también podría indicar que el alternador está deteriorado.
Remplazar un alternador puede suponer un coste de entre 400 y 600 euros, en función de la marca y el modelo, así como del proveedor.