Bolsa, mercados y cotizaciones

El día que un analista llamó "basura" al magnate Robert Maxwell anticipando el colapso del imperio de medios

  • La historia de una polémica recomendación de venta que fue ignorada y sepultada
El magnate Robert Maxwell unos meses antes de fallecer en Canarias en noviembre de 1991. Foto: Dreamstime

"Can't Recommend A Purchase" o "no puedo recomendar una compra". Así tituló el analista Derek Terrington su informe sobre la extinta Maxwell Communications, que recomendaba vender las acciones del conglomerado sin contemplaciones porque era un globo tan inflado como vacío que no tardaría en explotar.

Pero, ¿qué tenía de especial aquella histórica nota de análisis publicada a comienzos de los noventa? Pues las siglas que encabezaban su título, que formaban la palabra CRAP y cuyo significado literal es mierda o basura.

El episodio, que saltó posteriormente a las páginas de la prensa británica y estadounidense, le acabó costando el puesto a Terrington, que fue despedido de la firma en la que trabaja, que era ni más ni menos que UBS antes de que se fusionara con SG Warburg. Pero así funcionaban las cosas en la City londinense por aquel entonces y así se las gastaba la maquinaria represiva del poderoso Robert Maxwell, que montó en cólera tras enterarse de la 'broma' de Terrington exigiendo su cabeza.

Derek Terrington tendría que haberse convertido en un héroe, pero fue desterrado por tener razón

"En esa nota todo estaba escrito. No faltaba ninguna advertencia. Los inversores ya no podían hacerse los despistados", señala Eduard Tetreau en su libro Analista: en el centro de la locura financiera, una obra imprescindible para comprender cómo funcionaba el negocio de las recomendaciones cuando trabajaba en una firma bursátil parisina a finales de los años noventa, la época en la que se gestó la burbuja de los medios y la tecnología.

Tetreau cree que Derek Terrington tendría que haberse convertido en un héroe por haber descubierto el pastel justo antes de que Maxwell Communications sacara a bolsa Mirror Group Newspapers, la matriz del archiconocido periódico sensacionalista Daily Mirror. Porque su informe hablaba abiertamente de balances inflados y de un entramado tan complejo como hecho a propósito para manipular el precio de las acciones, que a la postre eran la garantía de los grandes préstamos que los bancos, entre ellos UBS, le concedían al grupo Maxwell en su loca carrera por ganar tamaño.

Pero no fue así, relata el ex analista Tetreau, hoy reconvertido en ensayista, columnista y consultor político-económico. "Lo desterraron. Su único crimen fue tener razón demasiado pronto y haberlo dicho sin pelos en la lengua (...) En ese momento nadie habló del asunto, pero los demás brokers ingleses parecían haberse puesto de acuerdo: estaba totalmente prohibido contratar a Derek Terrington, ese tipo peligroso que escribe lo que le viene en gana".

Maxwell "siempre había operado sobre la base de que el resto de las personas eran tontas"

Robert Maxwell, cuya muerte en las Islas Canarias en noviembre de 1991 precipitó el anunciado colapso de su imperio mediático, convenció a los bancos en la década de los ochenta para que financiaran su expansión y le ayudaran a convertir un pequeño y rentable negocio de impresión y publicación en un conglomerado global al estilo de Time Warner o la News Corporation de Rupert Murdoch. No en vano, el apodado Capitán Bob por su pasado militar, estaba muy bien relacionado políticamente, pues llegó a ser parlamentario por el Partido Laborista y además siempre estuvo relacionado con el Mossad, el servicio secreto de Israel.

De origen checoslovaco, Maxwell fue un hombre de ambiciones desmedidas que usó sus periódicos para lograr todo lo que se proponía o para dañar a los que se interponían en su camino, lo que le proporcionó una enorme influencia y capacidad de silenciamiento. Como señalaba The New York Times en un artículo publicado en diciembre de 1991, el magnate "siempre había operado sobre la base de que el resto de las personas eran tontas".

Maxwell, que tuvo que asistir a la espantada de su gente de confianza porque ni ellos mismos podían creer todo lo que veían, era un especialista en mezclar sus negocios y sociedades privadas con los de una cotizada pública como Maxwell Communications. De hecho, y como ya le retratara un juez que muchos años antes le investigó por inflar las operaciones de una sociedad llamada Pergamon Press, el Capitán Bob "era incapaz de distinguir entre el dinero de otras personas y el suyo".

Maxwell ideaba acuerdos inflados entre empresas de su propiedad y utilizaba dinero privado para elevar el precio de las acciones del grupo cotizado, que eran la garantía con la que podía obtener financiación de los bancos. Hacía ver que Maxwell Communications era una compañía sólida y con futuro que además se preparaba para colocar en bolsa el 49% de Mirror Group Newspaper, una operación que acabó reportándole 455 millones de dólares pero que también fue el principio del fin, pues esas acciones también necesitaban ser 'sostenidas' de una manera artificial.

"No vi a nadie comprando acciones, pero en muchas ocasiones subían", señaló un analista

El magnate ideó operaciones financieras en el mercado de divisas con la intención de ganar un dinero que pudiera destinar a sus manipulaciones, y al final terminó metiendo sus manos en los fondos de pensiones de sus compañías públicas para transferir ese dinero a empresas privadas que siguieran haciendo rodar la bola de nieve, la cual era tan grande e imparable como la arrogancia del propio Maxwell.

"Los bancos que financiaron todo esto deben tener un enorme sentimiento de culpa. Su credulidad sigue sorprendiéndome", declaró Derek Terrington en el citado artículo de Roger Cohen en The New York Times. Algo que venía apostillado por otro analista que comentaba lo siguiente: "Los bancos hicieron algunos préstamos extremadamente tontos y van a perder mucho dinero". Pero así funcionan -o malfuncionan- los bancos y los mercados cuando la confianza les ciega o los intereses cruzados no les permiten tomar las mejores decisiones.

"No vi a nadie comprando acciones, pero en muchas ocaciones subían". Una bonita frase de otro analista que resume a la perfección el timo que fue el gran imperio mediático de Robert Maxwell. Una historia que parecía de dominio público pero que nadie se atrevía a denunciar hasta que fue demasiado tarde. Un patrón que siempre se repite en las crisis de los mercados por una amalgama de intereses.

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