Las negociaciones comerciales entre China y Estados Unidos han sacado a relucir en momentos puntuales la cara más bravucona de cada uno. La estrategia de las palabras gruesas y de insinuar la aplicación de medidas extremas sin realmente estar dispuesto a ello parecen ser más propias de Donald Trump, un presidente que de cara a la galería es capaz de apartar de un manotazo a su homólogo de Montenegro para asegurarse la primera fila en una foto, o de llamar públicamente "hombre cohete" al Líder Supremo de Corea del Norte mientras negocia con él un acuerdo de desnuclearización.
Sin embargo, el último episodio de fanfarronería lo ha protagonizado el gigante asiático, al insinuar que estarían valorando la posibilidad de vender deuda pública estadounidense. No fue Xi Jinping, presidente de la República Popular de China, quien emuló a Trump e hizo uso de Twitter para meter mano en las negociaciones comerciales, sino que fue el editor jefe de un diario chino controlado por el Gobierno, Hu Xijin, del 'Global Times', quien publicó en la red social que "muchos eruditos chinos están discutiendo la posibilidad de desprenderse de la deuda estadounidense y valorando distintas formas de hacerlo". Es posible que el comentario del periodista fuese fruto de un 'calentón' y que detrás no se encuentre la mano del Gobierno, pero el hecho de trabajar para un diario controlado por el Estado ha hecho que el mensaje del Xijin haya tenido eco en medios a lo largo de todo el mundo, que se preguntan el impacto que podría tener una decisión de este tipo por parte de China.
Y es que, a priori, puede parecer un arma peligrosa contra los intereses estadounidenses, de forma literal. Teniendo en cuenta el volumen de deuda americana que maneja China, a primera vista una venta masiva de estos títulos amenazaría con incrementar los intereses del país, y por lo tanto sus costes de financiación. La capacidad de China en este sentido no es un farol: el país asiático es el segundo mayor tenedor de deuda estadounidense, sólo por detrás de la propia Reserva Federal (Fed), y controla, según los datos del Tesoro estadounidense a cierre del mes de febrero, 1,13 billones de dólares en deuda del país americano (en el mismo momento la Fed manejaba 2,12 billones de dólares).
Un movimiento 'kamikaze'
Vender la cartera que mantiene de deuda estadounidense parece que sería un movimiento 'kamikaze' por parte de China. Son muchas las evidencias en su contra, pero la principal es la propia acumulación de deuda del país que mantienea. Si el país pretendiese colocar estos bonos en mercado son muchos los expertos que avisan del enorme impacto que esto tendría en el precio de estos títulos, lo que reduciría enormemente la posición inversora en el extranjero.
Además, el país asiático tendría que buscar alternativas en las que invertir el dinero que recibiese con la venta de estos títulos y éstas escasean, en un momento en el que los bonos estadounidenses ofrecen una rentabilidad del 2,41% a vencimiento, en el caso de la referencia a 10 años, y del 2,19% en la de 2 años, unas cifras que contrastan con el -0,06% que ofrece el bono alemán a 10 años o del -0,05% en el caso del japonés, títulos que siguen experimentando el impacto de las medidas acomodaticias de los bancos centrales que rigen sus economías. Teniendo en cuenta el enorme atractivo que tiene Estados Unidos, la primera economía del mundo, y que, según muchos expertos, goza ahora de buena salud (en el pasado es innegable el buen hacer de su economía, que la hacen atractiva en los mercados internacionales), parece lógico pensar que, de vender su cartera de deuda, los títulos americanos no lo tendrían difícil para encontrar compradores una vez se asegurasen de que China hubiese dejado de vender.

Otro razonamiento que niega la posibilidad de que el país asiático esté valorando realmente utilizar su cartera de deuda como arma es el impacto que esto tendría en el dólar. Muchos expertos destacan cómo una venta masiva de estos títulos presionaría a la baja a la divisa, lo que haría más atractivo para los estadounidenses el comprar productos locales frente a los negociados en otras monedas, y también para los extrajeros. Esto terminaría por reducir el déficit comercial de Estados Unidos y permitiría a Donald Trump anotarse un tanto en su cruzada comercial.