
La bolsa americana celebró el pasado sábado 9 de marzo diez años de tendencia alcista en la que el S&P 500 ha acumulado un retorno total del 401%, lo que equivale a una rentabilidad anualizada del 17,5% si incluimos los dividendos. Una escalada meteórica donde el sector tecnológico ha generado un 22% de los retornos generados, seguido por el financiero, con un 15%.
En efecto, un total de diez valores, liderados por Apple, han contabilizado casi el 25% del rendimiento de la última década en este indicador. La de Cupertino ha generado una rentabilidad anualizada del 32% mientras que Microsoft ha hecho lo propio en un 25%. Por detrás siguen otras compañías como Amazon, JPMorgan, J&J, Boeing, Home Depot, Intel, UnitedHealth y Cisco.
Un ascenso no libre de fatigas, como puso de manifiesto la caída de la renta variable estadounidense en los últimos compases de 2018. De hecho, para algunos, como es el caso de Sam Stovall, director de inversión de CFRA, el S&P 500 tendrá que cerrar por encima de los máximos del pasado 20 de septiembre de 2018 antes de poder afirmar oficialmente que ha durado 10 años completos.
Actualmente, muchos estrategas siguen atisbando una continuidad del ciclo, el más longevo de los últimos 140 años, más allá de los máximos históricos alcanzados el pasado 20 de septiembre.
"Si bien es cierto que el crecimiento de los beneficios se ha desacelerado, la abrupta reducción de los múltiplos del precio- beneficio a lo largo de 2018 hacen que la renta variable estadounidense no sea cara", señala Mike Ryan, director de inversión para las Américas de UBS Global Wealth Management, quien considera que a medida que las preocupaciones sobre el crecimiento global continúen disipándose y la Reserva Federal mantenga su moderación, existe margen para un alza adicional en los mercados de valores estadounidenses.
En estos momentos, la media de las distintas proyecciones sitúa al S&P 500 en los 2.950 puntos este año, lo que implica un crecimiento potencial de algo más de un 0,6% desde los máximos históricos alcanzados a finales del pasado verano. Goldman Sachs y JPMorgan sitúan al indicador en los 3.000 puntos, lo que deja un recorrido del 2,3% desde los máximos de 2.930,75 puntos alcanzados el 20 de septiembre y de casi un 20% en el presente año.
Pero también existen proyecciones mucho más optimistas como las del estratega de Deutsche Bank, Binky Chadha, con una meta para el indicador en los 3.250 puntos, lo que supondría un 29,68% de subida en 2019. En el bando contrario, eso sí, se encuentran Mike Wilson, de Morgan Stanley o Maneesh Deshpande, de Barclays, quienes sitúan al índice en los 2.750 puntos.
"Las crecientes presiones de la inflación salarial y otros costes presionarán los márgenes, lo que hace poco probable una mayor expansión de los altos márgenes actuales. Como resultado, el crecimiento del beneficio por acción estará impulsado completamente por las ventas mientras las valoraciones permanecerán muy por debajo de los máximos de enero del año pasado", considera Ryan Hammond, estratega de Goldman Sachs.
Hoy en día, los analistas presagian una caída en el beneficio para el primer trimestre (-3,4%, según FactSet) de 2019, la primera vez que esto ocurre desde el primer trimestre de 2016 y un bajo crecimiento en el segundo y tercer trimestre, evitando, por el momento, una posible recesión en los beneficios empresariales.
Eso sí, de acuerdo con los cálculos de John Butters, analista de FactSet, los valores del S&P 500 que generen menos de la mitad de sus ingresos fuera de EEUU sufrirán una caída media del 11,2% en sus beneficios en el trimestre en curso y un tímido avance el 0,7% en sus ventas, frente al incremento medio del 4,9% para este índice en su conjunto.
No obstante, Stovall, un veterano de la bolsa americana recuerda que los mercados alcistas "no mueren de vejez, mueren de miedo, especialmente a una recesión". Un escenario que actualmente no se incluye como base en las proyecciones de las mesas de inversión.