
Lo del Santander con Andrea Orcel es esperpéntico. El miércoles le decía a una persona del banco que es el ridículo que hizo el Real Madrid con el fichaje de De Gea porque no llegó un fax.
Me replicaba que era como haber llegado a un pacto con el jugador y fracasar en la negociación con el Manchester. Pero, en cualquier caso, es irrisorio porque no se entiende que un banco como Santander no hubiese llegado a un acuerdo sobre el bonus diferido que iba a llevarse su consejero delegado. De nada vale decir que hubiese sido impopular pagar 50 millones por la mochila que traía el italiano porque el banco suizo no se ha sentado a negociar el transfer con un buen cliente. Es algo que tenía que estar atado después de que Orcel se hiciera la foto con Ana Botín. UBS supongo que lo pagaría cuando se lo llevó de Bank of America Merrill Lynch.
Pero el ridículo es bueno para Santander. Primero, porque aunque Orcel en algún momento pensásemos que de pequeño quería ponerse la camiseta roja del Santander, ha hecho poco por reducir el peso de su mochila. Segundo, porque como dice Beltrán de la Lastra, presidente de Bestinver, Santander recupera como consejero delegado a José Antonio Álvarez, el mejor número dos para hacer banca de particulares, elegido el pasado año mejor consejero delegado por los analistas de banca europea. Mucho mejor un buen entrenador de la liga de la banca comercial que de la de la banca de inversión en la que Santander es poco importante.
Álvarez, que ya era quien se había quedado con el problema, es quien tiene la oportunidad de sacar el genio de la lámpara. El pasmoso caso del consejero delegado que lo fue, dejó de serlo y vuelve al cargo puede ser quien protagonice la sorpresa positiva para Santander de medio plazo. El cambio inesperado consistiría en que el negocio genere mucho más beneficio del que ahora se espera, aunque la subida del precio del dinero en Europa se dilate en el tiempo. Y la sorpresa positiva quien la puede dar es España, donde Álvarez ya era virrey en sustitución de Rodrigo Echenique, y puede ser quien dé el impulso ahora no esperado para lograr el objetivo de los 10.000 millones de beneficio para el grupo. La mítica cifra se apuntaba para el curso actual cuando Draghi empezó a hablar de subida de tipos en Sintra a mitad de 2017. Ahora ni está en el horizonte.
La llave la tiene de nuevo Álvarez con todos los galones recuperados. Cuando los había perdido, un consejero de una cotizada con el que ha compartido muchas mesas de decisión me aseguraba que era ilógico lo que había ocurrido con el directivo español llamado a más altas metas, como en su momento fue Pablo Isla. En Navidades hacía economía ficción y vaticinaba que sería el mejor recambio para ese presidente que se ha inventado la nueva Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, sin sustituto posible.