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A 9 meses de la salida de Reino Unido, la expectativa de avances es mínima

  • Ante el bloqueo, se acelera la preparación de una ruptura sin acuerdo
La primera ministra de Reino Unido, Theresa May. Reuters.

Reino Unido y la Unión Europea afrontan esta semana el trance de mantener las apariencias en la negociación del Brexit, pese a la imposibilidad material de lograr avances significativos. Las expectativas se han reducido al mínimo ante una cumbre comunitaria inicialmente destinada a despejar las incógnitas fundamentales para permitir aprobar en octubre los términos finales.

En Bruselas son tan bajas que han comenzado a organizar planes de contingencia ante una potencial salida sin acuerdo, una eventualidad que incluiría el mantenimiento del proceso de paz en el Ulster.

Jean-Claude Juncker lo reconocía la semana pasada y el borrador de las conclusiones del Consejo Europeo es elocuente: dada la parálisis desde marzo, es necesario acelerar la preparación de todos los desenlaces, incluyendo el que no quiere ninguna de las partes, pero tampoco se atreven a descartar. De hecho, la UE ya ha encomendado al secretario general de la Comisión, Martin Selmayr, la planificación del escenario del precipicio.

La decisión no sorprende, dada la frustración en Bruselas ante el bloqueo al norte del Canal de la Mancha. El pesimismo ante la división del Gobierno y su exposición dada su falta de mayoría parlamentaria han convertido el Brexit en una distracción excesiva para un bloque que quiere pasar página. Como prueba, en la reunión de este jueves y viernes, el divorcio británico es solo una parte de un programa que incluye retos cruciales para el futuro de la Unión como la reforma de la Eurozona, la crisis de los refugiados y las complicadas relaciones con la Administración Trump.

Como consecuencia, la atención a las expectativas británicas es menor, frente a la importancia de sus intereses, o como Juncker advirtió la semana pasada desde Dublín, en el divorcio, "Irlanda es la prioridad". Transcurridos dos años del referéndum, los progresos han sido nominales y a nueve meses de la fecha oficial de salida, Europa considera que Londres no puede monopolizar la agenda comunitaria.

La expectativa, no obstante, es que sea precisamente la inminencia del Día del Brexit, el 29 de marzo de 2019, la que permita desbloquear el proceso, sobre todo, si la inconveniencia de abandonar sin acuerdo cala finalmente en Reino Unido. De momento, el país continúa dividido entre el temor del sector pro-UE a los efectos de este término y las arengas de quienes apelan a romper las negociaciones y aprovechar la vocación global que atribuyen a la segunda economía europea.

De hecho, este mismo fin de semana la primera ministra recibió una misiva firmada por 60 eurófobos que le reclamaban que organice también los preparativos para una salida no pactada. En su opinión, este envite permitirá a May presionar a sus interlocutores para aceptar concesiones, convencidos como están de que la UE tiene tan poco o menos interés que Reino Unido en el escenario del precipicio.

La baza del Gobierno de May para la negociación

Pese a los perjuicios evidentes de recurrir al paraguas de la OMC, que implicaría tarifas para las exportaciones británicas, los ex ministros, diputados y líderes empresariales que rubrican la carta defienden el derecho de la premier de abandonar la mesa y "llevarse con ella los 39.000 millones de libras que ha ofrecido pagar por el divorcio".

Con todo, no están solos: pese a sus divisiones internas, el Gobierno considera también que May debe mantener esta baza para conminar a Bruselas a aceptar compromisos que pueda vender en casa. De ahí la trascendencia de haber logrado aprobar la Ley de Retirada de la UE, el manual que regirá la salida, tal como la había concedido.

El cierre de su tramitación la semana pasada supone una victoria tan personal como política para una mandataria de mermada autoridad, a la que ni las previsiones más optimistas se atrevían a salvar de la derrota en Westminster. Tras sucesivas promesas y la introducción de complejas garantías técnicas, May salió de la Cámara de los Comunes invicta, con el texto que quería y la tranquilidad de que esta semana podrá presentarse ante sus homólogos comunitarios libre del escarnio de un nuevo desastre en casa.

Julio, un mes complicado para el Ejecutivo

Las buenas noticias, sin embargo, acaban ahí. Julio será un mes complicado en el que el Ejecutivo afronta una jornada de retiro convocado por la primera ministra para intentar apuntalar un principio de acuerdo entre un gabinete fragmentado. Además, está prevista la publicación de un libro blanco del Brexit, anticipado como el documento más pormenorizado en materia de ruptura publicado hasta ahora.

Su grado de detalle sería, precisamente, el motivo por el que su difusión había tenido que ser retrasada, dada la falta de consenso interno. Y por si fuera poco, antes del parón estival se espera el debate de la ley comercial y de aduanas, un proyecto que va más allá de precisiones técnicas, ya que afectará a la naturaleza misma de la futura relación con el principal bloque comercial del mundo.

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