Son solo proyecciones, sí, pero todas aquellas que analizan los cambios demográficos a los que se enfrenta el mundo en el futuro tienen en común dos cosas. Una, que la esperanza de vida sobre todo en los países desarrollados -aunque no solo en ellos- seguirá aumentando en el futuro; y dos, que España será, tan pronto como en el año 2050, uno de los países más envejecidos del mundo -solo nos superará Japón- y con una de las mayores esperanzas de vida.
De hecho, la Comisión Europea, en su informe bianual Ageing Report, estima que las mujeres que nazcan en el año 2060 vivirán de media 90,3 años y los hombres 85,9, cinco años más que las niñas y niños que nacieron en el año 2016. Pero es que además esos 90 años pueden quedarse muy cortos si se tiene en cuenta que, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), la población que celebre su 100 cumpleaños alcanzará en apenas 50 años las 222.104 personas, lo que supone multiplicar ¡por 14! el número de centenarios que hay hoy en España (15.381).
No es de extrañar, por tanto, que se empiece a hablar de una nueva franja de edad que desde la Universidad Católica de Chile, el país más envejecido de América Latina y referente cuando se habla de pensiones, han calificado como Cuarta edad y que incluye a las personas de más de 80 años. Al fin y al cabo, la ONU calcula que el número de octogenarios -o más- crecerá un 210% hasta alcanzar los 425 millones en 2050 o, lo que es lo mismo, el 4,35% de la población mundial.
Con estas previsiones en la mano, el Instituto Santalucía ha elaborado una encuesta para testar cómo sería la vida de los españoles si supieran que van a vivir 100 años. Entre las conclusiones que deja la encuesta está que la mitad de los españoles estaría dispuesto a alargar su periodo de formación académica hasta los 30 años o que un 43% se plantearía tener hijos a partir de los 38 años pero donde hay más consenso es en que el 76% de los encuestados estaría más preocupado por cómo van a financiar su jubilación si fueran a vivir 100 años.
Belén Alarcón, directora de planificación patrimonial de Abante, intenta dar respuesta a esa inquietud: "Hay que tener en cuenta que vivir 100 años y jubilarse a los 67 supone incrementar en un 30% el periodo de jubilación y hay tres opciones para financiar eso: ahorrar mucho más, asumir más riesgo, aunque es algo que no apetece demasiado, y retrasar la edad de jubilación".
De momento, la primera ya se está cumpliendo ya que según los datos del Banco de España, el ahorro financiero en España marcó un nuevo máximo histórico en 2017 al alcanzar los 2,14 billones de euros -aunque solo el 16,5% esté en productos diseñados para el ahorro finalista, como planes de pensiones o seguros de ahorro-. La tercera, la de aumentar la edad de jubilación, es algo que ya se está produciendo y, además, según Santalucía hay un 40% de los españoles que vería lógico jubilarse a los 70 años; pero es la segunda, la de variar la asignación de activos que uno tiene en la cartera, la que a día de hoy puede suponer el menor esfuerzo de todas.
Invertir en bolsa, ¿incluso estando jubilado?
La primera consecuencia de vivir 100 años es que anula una de las reglas en cuanto a asignación de activos que hasta ahora han defendido siempre los expertos: la de invertir en renta variable de los 30 a los 45 años, en productos mixtos de los 45 a los 65 y en renta fija a partir de entonces. "En primer lugar habría que ir alargando las franjas de edad para cada tipo de activo, sobre todo la primera, la de la renta variable -pues además la edad de jubilación también se ha retrasado, de momento hasta los 67 años-. Pero es que una vez jubilado también habrá que invertir una parte -por supuesto no tan elevada como cuando se es joven- en renta variable", apunta Ignacio Rambaud desde la gestora Fidelity.
"Surge una nueva necesidad porque antes necesitabas generar rentas durante 20 años y ahora ya se va a vivir jubilado 30 años, por lo que el antiguo concepto de invertir en activos conservadores una vez jubilado no va a generar rentas por lo que se va a tener que buscar activos con más riesgo", confirma Carlos Magán, responsable del desarrollo de negocio de AFI Inversiones Globales.
Más, teniendo en cuenta que el contexto actual de tipos de interés en niveles del 0% impide que muchos de esos activos de renta fija den cupones que incluso alcancen a la inflación, lo que implica que una amplia mayoría da pérdidas reales. Basta un ejemplo para comprender por qué en este contexto, y teniendo en cuenta el aumento de la esperanza de vida, no es una buena idea ser conservador.
Según los cálculos de Abante, una persona que tenga 35 años y quiera recibir una renta complementaria a su pensión pública, que nadie duda ya de que irán menguando con el paso de los años, de 500 euros de los 67 a los 80 años debería ahorrar al año 2.615 euros si invierte en una cartera conservadora donde se presupone una rentabilidad anual del 2%. Si ese mismo inversor/a quisiera esa renta de 500 euros de los 67 a los 100 años el ahorro anual subiría hasta los 6.359 euros. Pero si optara por asumir algo más de riesgo en la cartera y virar hacia una cartera moderada en la que se presupone una rentabilidad anual del 4%, el ahorro anual si viviera 80 años sería de 1.649 euros y si viviera 100, de 3.354 euros, un 58 y 89%, respectivamente, menos que en el caso del inversor conservador, ya que se trata de seguir una de las grandes frases que más se repiten en el mundo de la inversión, la de put the money to work.
En este contexto de bajos tipos de interés hay dos opciones, según resume Ignacio Perea, director de inversiones de Tressis: "Una es que empieces a comerte parte del principal invertido siendo conservador y la segunda es que optes por productos de rentas con fondos más arriesgados o por buscar acciones de empresas que den dividendos estables".
A lo que se refiere este experto cuando habla de "productos de rentas" es a fondos de inversión normales que, como explica Rambaud, "distribuyen parte de la rentabilidad obtenida mensualmente en la cuenta corriente del cliente sin necesidad de reembolsarlos". De hecho, en los últimos años la mayoría de gestoras, sobre todo extranjeras, han puesto a disposición del inversor español clases de sus fondos más vendidos que en lugar de acumular los dividendos que reciben de las empresas donde invierten su cartera los reparten periódicamente. Identificarlos es más o menos sencillo ya que en sus nombres suelen incluir la coletilla de Dis o Inc y, según Morningstar, hay 9.500 clases de fondos que así lo hacen.
Otra opción es delegar la gestión en los profesionales y que sean ellos los que se encarguen de invertir en unos u otros activos en función de la edad del inversor, de su perfil de inversión y, sobre todo de su horizonte a través de fondos o planes de pensiones de ciclo de vida que ya ofrecen las principales entidades españolas y muchas extranjeras de las que Fidelity fue pionera con su gama de fondos Target.
Pero más allá de los fondos o los planes de pensiones, donde en el momento del rescate se puede elegir la opción de rescatar el capital de forma de rentas, algo que ya se hace en el 29% de las prestaciones, en el mundo del seguro ha surgido mucho interés en los últimos años por los productos de rentas vitalicias, seguros que financieramente pueden resultar poco atractivos ya que sus rendimientos van ligados a los tipos de interés por lo que salen perdiendo en un contexto de normalización monetaria como al que ahora nos enfrentamos, pero que cuentan con una clara ventaja fiscal ya que a partir de los 60 años solo tributa el 24% de la renta y ese porcentaje cae hasta el 8% en los mayores de 70 años.
Planificación en función de objetivos
Que los expertos recomienden dejar de lado la idea que asocia la jubilación con la inversión en renta fija, no implica sin embargo que aconsejen que los inversores cambien su perfil de riesgo de una manera radical sino que adecúen el mismo a cada uno de sus objetivos de inversión. "Cada inversor tiene su propia tolerancia al riesgo independientemente de su horizonte de inversión. Hay que diferenciar entre lo que se va a utilizar a largo, a corto o a medio plazo", afirma Beatriz Martinez-Avial, directora de Planificación Financiera de atl Capital.
Por ejemplo, según Perea "se trataría de aplicar una visión del ahorro por objetivo, no por edad. Hay que ver si quieres el dinero una vez jubilado con el objetivo de irte de viaje o para tener un flujo de caja". Es decir, según resume Belén Alarcón, "habría que dejar en la parte conservadora solo el dinero que vaya a ir necesitando a corto plazo e invertir el resto en riesgo".
A este respecto, hay dos consejos que se repiten en todas las recomendaciones que elaboran los expertos. El primero, que ese ahorro conservador no implique la pérdida de poder adquisitivo, ya que "incluso siendo prudentes siempre hay que buscar activos que te permitan no perder nunca poder adquisitivo ya que no hacer nada implica per se que se está perdiendo dinero -un 2% cada año según las previsiones de inflación que se manejan hoy-", apunta Martínez-Avial.
Y el segundo, es que en la parte que se destine a activos de riesgo no solo se piense en invertirlos en bolsa sino que también se incluyan activos alternativos ya que, como explica Miguel Ángel García, director de inversiones de Diaphanum, "hay que incluir en las carteras activos alternativos ya que, aunque no tengan liquidez, renunciar a ella a corto plazo puede permitirte ganar más rentabilidad a largo plazo".
De hecho, esta es la estrategia que siguen cada vez más fondos de pensiones que en los últimos años, y teniendo en cuenta su perfil de inversión a muy largo plazo, no han hecho otra cosa que aumentar la parte de sus carteras que destinan a este tipo de inversiones menos líquidas pero también menos correlacionadas con los mercados tradicionales. En concreto, según un estudio de Mercer, el 30% de los grandes fondos de pensiones europeos tiene inversiones en activos inmobiliarios, el 15% en hedge funds y el 6% en capital riesgo.