La volatilidad ha vuelto y puede llevar a muchos inversores poco acostumbrados a estos vaivenes a deshacer posiciones ante sustos puntuales; los expertos defienden que es un error para quien invierte a largo plazo y las razones las explicamos en el último número de Inversión a Fondo.
El impacto que tienen las emociones en las decisiones de inversión es tan importante que incluso hay un nombre académico para definirlo: behavioural finance. De hecho, es tan importante que el año pasado el Premio Nobel de Economía recayó precisamente en uno de los economistas que más ha estudiado el impacto que las emociones tienen en la economía, Robert Thaler. En los últimos meses, han sido varios los acontecimientos que han puesto a prueba la sangre fría que debe tener cualquier inversor que decida destinar parte de su ahorro a la inversión en bolsa. Desde el Brexit, pasando por la elección de Donald Trump como presidente de EEUU, hasta las más recientes crisis del mes de febrero, cuando en EEUU se publicó un dato de salarios demasiado bueno que devolvió a la mesa del inversor el riesgo de un aumento de inflación no descontada por el mercado, o la vista la semana pasada tras la decisión de EEUU (otra vez EEUU) de imponer aranceles a las importaciones lo que se interpretó el mercado, y sigue interpretando, como el primer paso hacia una guerra comercial entre el país norteamericano y China, las dos grandes potencias económicas del mundo.
En todos esos casos, la reacción de los mercados ha sido clara: fuertes caídas en bolsa y aumento de una volatilidad que llevaba años dormida gracias a las políticas monetarias que han llevado a cabo en los últimos años los bancos centrales a ambos lados del Atlántico. Un contexto con el que gestores y analistas parecen estar contentos ya que no se cansan de repetir aquello de que la volatilidad y las caídas de mercado no son otra cosa que oportunidades para comprar a menores y, por tanto, mejores precios, pero que no suele gustar a los inversores, que temen que las caídas en principio puntuales acaben por convertirse en una corrección que dilapide sus ahorros.
Sin embargo, la estadística dice que eso no suele ocurrir, al menos no para el inversor que tenga un horizonte de largo plazo. "Por desgracia, en la bolsa nadie toca la campana para avisarnos de cuándo entrar o salir de una inversión. Lo bueno es que el que quiere hacer crecer su capital a largo plazo no especula, sino que invierte", apuntan desde Allianz Global Investors, al tiempo que definen lo que entienden por especulador (apostar a corto plazo por movimientos en las cotizaciones) e inversor (poner el dinero a trabajar a medio y largo plazo). Lo hacen en un estudio titulado Los 7 hábitos de los inversores de éxito, en el que también cuantifican las diferencias que obtiene alguien que mantiene su inversión a largo plazo con otra persona que entra y sale del mercado con tanta frecuencia perdiéndose así las mejores sesiones que la renta variable ha tenido en un periodo tan largo como 25 años (ver gráfico).
Y, ojo, porque las mayores diferencias se encuentran en bolsa europea, ya que según sus cálculos alguien que entrara en el MSCI Europe hace 25 años habría obtenido una rentabilidad del 8,66% anualizado pero si ese inversor se hubiera perdido, por estar entrando y saliendo del mercado, las 20 mejores sesiones, la ganancia se hubiera reducido a niveles del 2,48% y de perderse las 40 mejores jornadas, incluso habría perdido dinero, un 1,46% anual. Y lo mismo sucede aunque el inversor solo se pierda los cinco mejores días de mercado de los últimos 25 años, ya que como apunta Fidelity, un inversor que invirtiera en el S&P500 en 1992 tendría, al cierre de 2017, una rentabilidad total acumulada del 910%, el doble que el 570% que se habría revalorizado la cartera de alguien que se perdiera solo las cinco mejores sesiones.
No en vano, hay que tener en cuenta que estar fuera del mercado en esas sesiones hubiera supuesto también renunciar al efecto de la capitalización o el interés compuesto, esa "octava maravilla del mundo" según dicen que dijo Albert Einstein, que tan importante es cuando se invierte y que no es otra cosa que reinvertir los beneficios que genera una inversión en esa misma inversión para maximizar el capital final. La prueba de que, como explica Fernando Luque, editor en España de Morningstar, "la gente que mira su cartera todos los días obtiene peores resultados".
Estas diferencias se repiten también en el caso de los inversores de fondos y así lo recoge el estudio "Mind the Gap 2016" publicado por Morningstar en 2017, que compara el rendimiento medio de los fondos de inversión en los últimos cinco años, el retorno medio de los partícipes y el rendimiento de un partícipe que no hiciera ningún movimiento a lo largo del año teniendo en cuenta tanto el efecto de las entradas y salidas de efectivo de las compras y ventas de participaciones como el aumento del patrimonio del fondo. Su conclusión es que durante el período de cinco años hasta el 31 de diciembre de 2016, el gap que ha asumido el inversor está entre el -1,40% y el 0,53% por año de media.
¿Hacer 'trading' con productos de largo plazo?
Todo gestor siempre defenderá que el horizonte mínimo de inversión de un fondo está entre los 3 y los 5 años y recomendará que no se contrate un producto si quien lo hace está pensando en plazos más cortos. "Cuando se invierte en un fondo no se puede invertir como si se hiciera trading", afirma Marcos Arteaga, director de márketing de Fidelity. Sin embargo, cada vez hay más inversores que compran fondos con horizontes temporales inferiores o que, aprovechándose de la ventaja fiscal que tiene en España el traspaso de los mismos, cambian sus carteras de fondos ante cualquier movimiento que se produzca en el mercado.
De hecho, según los últimos datos del Barómetro del Ahorro en España de Inverco, el perfil medio del inversor en Fondos en España es un hombre de más de 50 años, con un perfil de riesgo moderado y que invierte pensando de 1 a 3 años vista. Y, por su parte, los traspasos sobre el total del patrimonio en fondos españoles no han hecho otra cosa que crecer en los últimos años, hasta alcanzar en 2017 el 28,5% del patrimonio medio. Sin embargo, los expertos recomiendan que los inversores tengan paciencia a la hora de cambiar de estrategia de inversión, y no solo porque defienden que la inversión siempre ha de hacerse de manera largoplacista sino porque los fondos no están construidos como productos de trading y de ahí que los traspasos no se produzcan nunca en el mismo día que se da la orden, lo que puede generar una cierta frustración entre los inversores que los utilicen como vehículos más tácticos y menos estratégicos.
"Al utilizar fondos, el problema es que no es un activo inmediato ya que te puede costar entre 2 y 3 días de diferencia ya que los fondos funcionan a fecha valor y el valor al que se compra o se vende depende de la hora de corte que figure en cada folleto", apunta Ignacio Perea, director de inversiones de Tressis, lo que le lleva a recomendar "que solo se cambie de posición o se deshagan posiciones cuando se vea un cambio de tendencia pero no por movimientos puntuales; si es para aprovechar picos de volatilidad es mejor olvidarse".