Las guerras solo hay que iniciarlas con el convencimiento y la seguridad de que se van a ganar. Una de las guerras que ha librado este periódico con la seguridad de que íbamos a salir vencedores era demostrar que el scrip malo (las ampliaciones de capital para retribuir al accionista sin amortización de los nuevos títulos emitidos) son un engaño para el inversor. Esencialmente, porque si se escoge la opción del dinero en metálico, quien lo hace se corta una mano de la futura generación de beneficio de la compañía. Lo único que puede elegir el accionista respecto a su futura dilución es, como en Diamantes de Sangre, si prefiere que el corte sea de manga corta o manga ancha.
En los largos años en los que hemos tenido que denunciar el subterfugio que ha sido el scrip he tenido que escuchar a gente que creo que sabe mucho de empresas, decir que Banco Santander, Telefónica o Repsol ofrecían un dividendo brutal. Incluso, he visto muchos 'rankings' de rentabilidad por dividendo que hacían una composición quimérica de cuál era la retribución al accionista juntando churras con merinas. Se lo he dicho alguna vez, pero mejor que quede por escrito, en todos estos años creo que la jefa de mercados de 'elEconomista', Isabel Blanco, ha hecho una labor ardua en separar el grano de la paja de retribuciones reales e irreales. Serán centenares las informaciones en las que, de corrido después de la palabra scrip, ha incluido la muletilla de ampliación de capital que para retribuir diluye al accionista. Y más de decenas las informaciones que ha firmado el porcentaje de capital que han am-pliado las compañías con esta 'trampa'.
Esta semana, Repsol ha anunciado más de cinco años y medio después de que abonase su primer pago en scrip -en julio de 2012, que propondrá a la junta la aprobación de una recompra de acciones para evitar completamente la dilución que provocan los pagos con más acciones. El scrip malo se convierte en bueno, al dejar de diluir al accionista. Con la defunción del último scrip malo de Repsol se pone casi fin a una guerra que ha durado casi una década de ampliaciones con papelitos, que tuvo sus epicentros en los valores que precisamente cuentan con mayor número de accionistas. Banco San-tander y Telefónica. Ana Botín (a la que todavía le queda el fleco con el scrip de uno de los cuatro pagos) y José María Álvarez Pallete arrancaron sus presidencias abordando el problema de cara, reconociendo que la dinámica en la que habían entrado solo generaba gordura en número de acciones y no existía una retribución real para quien solo se quedaba con títulos. Nunca podremos saber cuánto más habría subido la acción sin el scrip. Cuando el nutricionista actual de la selección española llegó al Tottenham y se metió en el comedor de los jugadores preguntó de quién era la boda por el exceso de comida. Meses después, la plantilla había perdido 70 kilos y habían ganado un título.