
Se acercaba el final del siglo XX y algo nuevo había llegado para revolucionar el sistema económico y social en todo el mundo. Se llamaba Internet y, aunque sus orígenes datan del año 1969 no fue hasta bien entrada la década de los 90 cuando su uso se empezó a generalizar en el mundo occidental.
Precisamente es en esta época cuando comienzan a proliferar firmas de este sector, sobre todo, al otro lado del Atlántico. Estas empresas, con Microsoft a la cabeza, lideraban sin oposición el mercado estadounidense de renta variable ante las expectativas de un cambio de paradigma mundial que las llevase a convertirse en las firmas más importantes, y por ello, más valiosas, de todo el planeta.
Ante esta oportunidad que se brindaba, los inversores ávidos de nuevas ideas y de mayores rentabilidades apostaron muy fuerte por ellas. Así, entre el 1997 y el 2001, los precios de estas compañías ascendieron sin oposición. De hecho, el Nasdaq 100, índice de referencia tecnológico llegó a repuntar un 470% desde el inicio de 1997 hasta tocar techo en marzo del año 2000 en el entorno de los 4.600 puntos. Estas alzas no estaban apoyadas en unos beneficios crecientes reales, sino en la esperanza de que estos llegasen. Sin embargo, muchas de ellas no crecían de forma proporcional y otras, incluso, perdían dinero año tras año. La burbuja puntocom, como fue conocida a posteriori, se estaba hinchando.
Entre todas ellas destacaba una: Microsoft. La compañía insignia del sector tecnológico en los años 90 voló en el parqué más de un 500% en el mismo periodo, hasta llegar a capitalizar 613.000 millones de dólares a finales del 99. Sin embargo, sólo un año más tarde había perdido dos terceras partes de su valor, al igual que sucedió en el Nasdaq, que tocó fondo a mediados de 2002 por debajo de los 1.000 puntos básicos. La burbuja había explotado.
Ahora, casi 18 años después, la empresa fundada por Bill Gates ha alcanzado una capitalización de 647.000 millones de dólares, después de avanzar un 7% en la última semana, superando así el valor bursátil que logró en el pico de la burbuja. Microsoft no es una excepción, ya que el resto del sector la ha acompañado, llevando al selectivo tecnológico a superar los 6.200 puntos.
"La innovación tecnológica sigue siendo una de las principales fuerzas impulsoras de la economía mundial", apuntan desde ETF Securities. La firma de inversión añade, además, que "es probable que temas como la seguridad cibernética, la inteligencia artificial y la infraestructura en la nube sean los impulsores del gasto tecnológico en las próximas décadas".
La fotografía de la industria ha cambiado en estos 18 años. Al inicio de siglo, las blue chips eran Microsoft, Cisco, Intel, Oracle y World-Com. De estas cinco, tan solo la primera se ha mantenido en lo más alto, mientras que la última, incluso, quebró en el año 2002.
Entonces, Apple capitalizaba algo más de 16.500 millones -frente a los más de 870.000 actuales-, Amazon valía 26.000 millones -ahora 530.00 millones- y Facebook y Alphabet todavía no aparecían en las pantallas de Wall Street.
En este contexto, Microsoft ha sido la única de las grandes cuyo valor de mercado actual es mayor respecto a su respectiva plusmarca durante la burbuja. Intel, que era por entonces la segunda compañía más grande del sector, llegó a valer más de medio billón de dólares en agosto de 2000, mientras que ahora su capitalización es de menos de la mitad (217.000 millones).
Cisco, por su parte, llegó incluso a superar a Intel y batió los 550.000 millones en marzo de ese mismo ejercicio. Desde entonces, ha perdido casi un 60% hasta los 170.000 millones. Por último, Oracle, cuya capitalización actual es de 210.000 millones, es la que más cerca se encuentra de batir su máximo valor, logrado en septiembre del 2000, en los 260.000 millones de dólares.
¿Una nueva burbuja?
No son pocas las voces que claman que los máximos que estamos viendo semana tras semana en los indicadores tecnológicos son una clara señal de que estamos ante una nueva burbuja tecnológica. Goldman ya avisó el pasado mes de junio del riesgo que entraña invertir en tecnología debido a "su baja volatilidad".
No obstante, hay una diferencia fundamental entre el mercado de entonces y el actual y no es otro que los beneficios, que esta vez sí sustentan las valoraciones de las compañías.
Prueba de esto es el multiplicador de beneficios que presenta, de media, el Nasdaq 100, que actualmente cotiza con un PER -veces que el beneficio se recoge en el precio de la acción- medio de 29 veces frente a las 141 veces que se pagaban de cara a los beneficios del ejercicio del 2000.