Hoy en día no hay gestora de fondos ni casa de análisis que no apunte al populismo como uno de los principales riesgos a los que se enfrenta el mundo en general y los mercados de valores en particular. Tal es la preocupación que incluso Ray Dalio, gestor de la firma de hedge fund Bridgewater, una de las mayores del mundo, elaboró en el mes de marzo un índice que mide el populismo de las economías del mundo más desarrolladas. Lo llamó Populism Index y en él se recogen los votos que los partidos populistas o antisistema han recibido desde el año 1900 en países como EEUU, Reino Unido, Japón, Italia, Alemania, Francia y España.
Pues bien, según Dalio este índice se encuentra en niveles máximos no vistos desde 1939, año en el que empezó la Segunda Guerra Mundial. Y eso que en él no se incluían los resultados de las recientes elecciones que se han celebrado en Alemania, donde el partido nacionalista el AfD fue el tercero más votado consiguiendo así una vía de entrada para el Bundestag.
Un viraje a la derecha
El de Ray Dalio no es el único estudio sobre populismo, ni siquiera el único índice sobre esta tendencia social que se ha llevado a cabo en los últimos años. También el think tank sueco Timbro ha elaborado un selectivo que mide el auge del populismo, en este caso en Europa: Timbro's Populist Index, que incluye los resultados para todas las partes en todas las elecciones a los parlamentos nacionales desde los años 80 y que también se encuentra hoy en máximos históricos pese a no incluir tampoco las recientes elecciones que se han celebrado en Alemania. En concreto, según este índice el número de votos en Europa que han apoyado a partidos populistas, ya sean o no autoritarios, ha escalado hasta el 21,4% del total, lo que ha provocado que el 18,9 del total de asientos que hay en los parlamentos europeos analizados (se incluyen todos los países de la Unión Europea, además de Islandia, Noruega, Suiza, Serbia y Montenegro) esté ocupado por representantes de estos partidos.
Otra de las tendencias que el informe de Timbro subraya es que el populismo de derechas está avanzando de una manera más rápida que el de izquierdas ya que, con datos hasta agosto de este mismo año, el voto de derechas populista se ha elevado hasta el 12,1% del total de media (en 1982, mínimo histórico era del 1%), mientras que el de izquierdas ha caído hasta el 6,3% del total desde su máximo del 9,9% registrado en el año 1981, aunque en países como España o Italia se sitúe en la actualidad en niveles superiores al 25%, solo superados por las cotas que se alcanzan en Grecia.
El impacto en los mercados
Ante estos datos, no es de extrañar que el populismo se haya colado entre los grandes riesgos que amenazan al mercado. "Creo que no estábamos tan optimistas con el mercado de acciones europeo desde hace muchos años. Como resultados positivos tenemos el crecimiento global, los beneficios empresariales o las valoraciones, que siguen siendo razonables pero en el lado negativo tenemos al populismo, la geopolítica o el terrorismo", apuntaba Ann Steel, gestora de Columbia Threadneedle.

Por su parte, gestoras como Schroders o Allianz Global Investors han tratado de analizar los efectos que generaría en la economía y, por ende, en el mercado, una continuidad en la escalada de ese populismo que tiene a Donald Trump como su gran adalid a día de hoy. "Una manera de verlo sería concebir el populismo como una reversión de la globalización. Nos enfrentaríamos a una coyuntura más propensa a la estanflación, con mayores rendimientos en los bonos y menores valoraciones en la renta variable", afirman desde la gestora británica.
Un panorama que también defienden en Allianz GI, que identifica en su informe The Economics of Populism las siete consecuencias que podría tener este nuevo mapa político. Algunas de las más llamativas son las que apuntan a que un aumento del proteccionismo podría incidir negativamente en la productividad y, por tanto, en el crecimiento económico ya que "la productividad es la clave del crecimiento económico a largo plazo" o la que explica que puede derivar en un aumento importante de la inflación ya que "las políticas antiglobalización encarecen los bienes importados". Esto obligaría a los bancos centrales a acelerar sus políticas de normalización monetaria para controlar esa escalada de la inflación, lo que repercutiría en unas rentabilidades de los bonos que no harían otra cosa que ir al alza, provocando pérdidas significativas al inversor de renta fija. Además, podría acarrear un repunte en la volatilidad de la renta variable, hoy en niveles históricamente bajos ya que "aunque ahora los datos económicos han ocultado la ola populista, si esos datos empiezan a fallar los mercados volverán a cotizar la escalada de incertidumbre política", advierte Stephan Hofricher, economista jefe de la gestora alemana.