
El accionista del Santander está gratamente sorprendido. La compra de Popular comienza como un paseo militar y no como el frente que se abre en el comienzo de todo combate. El temor al efecto dilutivo que va a tener la operación para quien no acuda a la ampliación de capital anunciada de 7.000 millones de euros está en principio amortizado a la mitad.
Desde que el miércoles se anunciara la operación, la capitalización del banco se ha elevado en 4.000 millones de euros. Una reacción doblemente positiva si se compara con la última ampliación de capital que anunció el Santander, la de enero de 2015, en la que tras conocerse el título caía un 14%. Es cierto que se reconocía la imposibilidad de tener una retribución normalizada con la bola de nieve que había provocado el scrip como retribución. El banco recortaba el dividendo trimestral de 0,15 a 0,05 euros.
Ana Botín ha comprado por un euro lo que quedaba de un banco que cuando su padre se reunía con los siete grandes de la banca española en los ochenta (Bilbao, Vizcaya, Banesto, Central, Hispano, Popular y Santander) era el más eficiente. La familia cántabra que controla el Santander en dos décadas ha absorbido a cuatro de aquellos siete grandes y frente a ellos solo quedan los de Neguri. La última integración ha sido un rescate, cuando el cronómetro se ponía a cero e iba a ser una quiebra. El expolio para el accionista y el bonista de Popular, que lo ha perdido todo, no es culpa del Santander.
En todo caso, será de quienes han llevado a esta situación al banco, y hay que pensar que si Ángel Ron ha sido nefasto, Emilio Saracho en tan poco tiempo ha estado a su altura. En ambos casos, los dos han tenido la oportunidad de vender el banco, evitando la pérdida absoluta para sus inversores. Algo que también pudieran haber forzado Banco de España, CNMV, auditores, y que solo los bancos de inversión, que recomendaban vender los títulos casi por unanimidad, quisieron ver.
El problema que se encontrará el Santander con Banco Popular son sus mejores clientes -esos que tienen capacidad de ahorro, los que de verdad dan negocio a la entidad, por los que pelea Santander y al resto invita a salir-. El 7,5% de los clientes tenían acciones de Popular. En su mayor parte, propietarios de pequeñas empresas, que asisten indignados al expolio al que les han llevado los anteriores directivos, y ven cómo a quien rescata se le premia de inmediato, porque va a crear valor desde el primer momento.
Quizás este último sea el mayor de los problemas de la integración de Popular, pero lo que parece claro es que para el Santander el salvamento dará réditos a sus accionistas. El banco era ya esta semana el único valor bancario del índice de ideas de inversión de calidad de la bolsa española, el Eco10 Stoxx. Y esta semana sale reforzado.