Elvira Nabiullina, gobernadora del banco central de Rusia desde 2013, ha emprendido una campaña contra los bancos del país, que podrían tener todavía casi 50.000 millones de dólares en préstamos dudosos, un 3,5% del PIB anual de Rusia. Todo apunta a que la criba va a continuar.
El año pasado Rusia cerró casi 100 bancos nacionales, continuando una campaña de regulación financiera que desde 2013 se ha llevado ya 300 entidades por delante. Elvira Nabiullina, gobernadora del banco central ruso, es la responsable de esta purga, orientada a sanear un sistema bancario que tiene una exposición preocupante a créditos dudosos.
El último caso destacable es el de Peresvet, un banco propiedad de la iglesia ortodoxa rusa y el gobierno del país, que en agosto de 2016 se encontraba entre los 25 más grandes de Rusia por beneficio. Esta entidad es un ejemplo de la mala salud que presenta la industria financiera del país: según fuentes de Bloomberg, un 10% de los prestamos de la compañía se habían otorgado a empresas que no tenían un negocio real detrás.
Javier Santacruz, economista investigador de la Universidad de Essex y profesor del IEB explica cómo "es evidente que tienen agujeros de capital, por la vía de créditos impagados. Le pasa como a China: son un apéndice de las grandes empresas públicas, semipúblicas, o las que son privadas pero gestionadas por amigos de Putin. En estos casos, el gran mal de la banca suelen ser los créditos morosos, por que su política es un disparate: si el gobierno dice que hay que construir un gaseoducto, se tiene que hacer a cualquier precio y se financia por parte de bancos privados".
¿Continuarán los cierres?
Tras la cruzada de Nabiullina de los últimos tres años, todavía quedan 600 entidades en el mercado ruso, una cantidad excesiva, según la agencia de calificación Fitch, quien cree que sólo se necesita uno de cada diez de los existentes teniendo en cuenta la población del país. La principal reguladora financiera de Rusia ha explicado que no tiene estimaciones de cuantos bancos van a sobrevivir, pero Mikhail Mamonov, analista en el Centro de Análisis Macroeconómico, en Moscú, explica a Bloomberg que "la mitad de los bancos rusos tienen agujeros en su capital". Según el experto, alcanzarían los 50.000 millones de dólares, en torno a un 3,5% del PIB anual de Rusia. El propio banco central destaca que, en los bancos que se han cerrado, sólo un 40% de lo que las entidades incluían dentro de sus libros realmente existía.
Esta situación parece ser habitual, y podría también ser un caso común entre los bancos privados del país, y no sólo entre las entidades públicas. Alexander Lebedev, banquero y en su día legislador, explica a la agencia que "prácticamente todos los bancos privados del país tienen bombas de relojería dentro, y no está nada claro cómo van a conseguir salvarse".
Javier Santacruz destaca que "Rusia se ha marcado la lucha contra la inflación como un objetivo prioritario, y una de las formas de hacerlo es limpiar los excesos a través de quiebras. Algo que nunca pasaría en Europa, ahí lo permiten: dejan quebrar las entidades, o las fuerzan, por que siempre hay al lado otro que preste el servicio. Finalmente, van a dejar sólo los más sólidos".
Nabiullina coge el testigo con el apoyo de Putin
Los cierres de bancos en Rusia empezaron hace ya años. Desde Bloomberg explican cómo el anterior responsable de hacer esta limpieza en la industria financiera, Andrei Kozlov, encargado de la regulación del banco central, fue asesinado en 2006 tras recibir amenazas de muerte. Alexei Frenkel, un banquero que controlaba cuatro entidades a las que Kozlov había retirado la licencia, fue declarado culpable de pagar 310.000 dólares para asesinar al regulador.
Después del suceso, el ritmo de cierres se ralentizó con fuerza... hasta que llegó Nabiullina. La gobernadora actual tiene una ventaja importante: es una de las personas de máxima confianza de Vladimir Putin, quien, explica desde la agencia, incluso se refiere a ella en público por su nombre.