Los bancos globales cuentan en estos momentos con más de 65.000 empleados en la capital británica. Algunos como J.P. Morgan o Bank of America emplean a más de 8.000 personas en Londres y con el resultado del referéndum británico apoyando la salida de la Unión Europea, algunas entidades ya se plantean recolocar a sus trabajadores. Sin embargo, la pregunta es qué ciudad de la Eurozona sería la más adecuada para acoger a los miles de trabajadores y sus familias.
J.P. Morgan Chase baraja hacer cambios en su estructura legal en Europa así como trasladar a parte de sus empleados en Reino Unido, según un memorando interno supervisado por Jamie Dimon, consejero delegado del banco.
En Goldman Sachs, su homólogo, Lloyd Blankfein, también planea qué hacer con la nueva sede europea que la entidad está ultimando en Londres, donde el banco emplea a 5.500 trabajadores. James Gorman, consejero delegado de Morgan Stanley, busca hacer cambios en las operaciones europeas a medida que el impacto del Brexit se vaya aclarando durante los dos próximos años.
Entre las ciudades europeas más atractivas se encuentra Dublín, donde un alquiler medio asciende hasta los 1.716 euros frente a los 3.299 euros de Londres y un menú de comida ronda los 12 euros. Las ventajas fiscales irlandesas son atractivas, con un impuesto de sociedades del 12,5%, frente al 20% de Reino Unido. Sin embargo, la fiscalidad máxima sobre los ingresos personales es del 52% por encima del 45% en la capital británica o el 42% en Frankfurt, donde el impuesto de sociedades es también relativamente bajo, del 20,5%.
Otra opción rentable sería Ámsterdam, donde el coste de vida es algo menor que en Londres, con el alquiler medio en los 1.917 euros, un menú de comida por una media de 13 euros y una pinta de cerveza por poco más de 4,5 euros. El impuesto de sociedades es algo más elevado que en Frankfurt, al alcanzar el 25% mientras que los impuestos sobre la renta pueden llegar a tocar también el 52%, como ocurre en la capital irlandesa.
En la mente de muchos también está París. La capital francesa cuenta con un impuesto de sociedades del 33,3% y una fiscalidad sobre la renta de hasta el 45%. El coste de vida es más elevado que en Dublín, Ámsterdam o Frankfurt, con un alquiler medio oscilando los 2.594 euros, un menú de comida alcanzando los 15 euros y una pinta de cerveza rondando los 6 euros, según datos de Reuters.