
Con el lema "Hagamos América grande de nuevo", el revoltoso Donald Trump irrumpía en la carrera presidencial estadounidense cual 'elefante en una cacharrería' el pasado 16 de junio de 2015. Desde entonces, la falta de un "plan económico real es alarmante", dicen fuentes financieras
Sólo hicieron falta un par de minutos ante las cámaras para que el empresario levantase ampollas diplomáticas con sus incendiarias declaraciones sobre los inmigrantes ilegales procedentes de México. "Envían gente con muchos problemas y traen estos consigo. Traen drogas, crimen, son violadores y algunos, asumo, son buena gente", espetó en un desatino que iniciaba una sucesión de dimes y diretes, donde este multimillonario se ha ganado la fama de xenófobo y sexista, entre otras lindezas.
Aún así, casi nueve meses después de lo que muchos consideraban una campaña de juguete y fruto de un capricho más de The Donald, este candidato ha conseguido liderar la carrera hacia la nominación del partido republicano. Con victorias en 14 de las 20 primarias celebradas hasta la fecha y un total de 458 delegados de los 1.237 necesarios para asegurarse la candidatura, la Trumpmania sigue sin mostrar signos de flaqueza.
Un hecho que deberá consolidarse en las primarias de Ohio y Florida, donde este empresario inmobiliario acabaría por afianzar su hegemonía si consigue materializar las victorias proyectadas por las encuestas.
El mercado le da la espalda
El avance de Trump, quien ha fulminado a niños mimados por el establishment, como el exgobernador de Florida, Jeff Bush, y ha provocado que el núcleo duro del partido tenga que barajar su respaldo al no menos polémico senador por Texas, Ted Cruz, también se deja sentir en Wall Street.
Hasta la fecha, sólo un trío de mosqueteros financieros, como Carl Icahn, Andrew Beal y Thomas Barrack, ha tenido el valor de respaldar abiertamente las aspiraciones presidenciales de Trump, algo poco común entre otros empresarios e inversores. Tanto J. Joe Ricketts, fundador de T.D Ameritrade, Paul Singer, el fundador de Elliott Management o Meg Whitman, consejera delegada de Hewlett Packard, son algunos de los empresarios e inversores que esperan frenar a Trump en las primarias de Florida, que se celebrarán el próximo 15 de marzo. El Estado, que es la cuna del senador Marco Rubio, es la única esperanza de éste de seguir plantando cara a Trump, como favorito del establishment de su partido, pese a que sólo ha ganado dos Estados hasta la fecha.
La perspectiva de que Trump pueda convertirse en el próximo inquilino de la Casa Blanca genera escalofríos entre los inversores. "La falta de un plan económico sostenible en su candidatura es alarmante", sentencia Nigel Green, fundador de la consultora de riesgos deVere Group. Trump quiere reducir el impuesto de sociedades hasta el 15 por ciento, los impuestos a la clase media a un rango de entre el 10 y el 20 por ciento y librar de pagar impuestos a aquellos que ganen menos de 25.000 dólares al año. "Un plan que apuesta por el crecimiento económico, pero que disparará el déficit fiscal y reducirá los ingresos", indica Green. Temores que también respalda el Centro de Política Fiscal, medidas como esta recortarán los ingresos públicos en 9,5 billones de dólares durante los próximos 10 años y sumarán 11,2 billones de dólares a la deuda nacional.
Desde Moody?s Analytics, Dan White explica a este periódico que, "pese a que el plan de impuestos de Trump es el más atractivo, aplica las mayores deducciones a la parte más alta y baja de la distribución de los ingresos, lo que hace que su sistema sea el menos eficiente y equitativo". "El hecho de que 75 millones de individuos podrían no tener que pagar impuestos afectaría a los contribuyentes de clase media", señala.
Trump contra China
Wall Street tampoco ignora las pataletas lanzadas por el empresario en materia comercial, especialmente contra el Gobierno chino, al que Trump acusa de devaluar competitivamente su divisa. Un mensaje popular entre los sindicatos y la clase obrera estadounidense. "Si Estados Unidos impusiera un arancel del 45 por ciento a las importaciones de China, como el candidato propone, dichas importaciones llegarían de otros países como Corea, Taiwán, Indonesia, Tailandia o México a un precio más elevado", aclara Gary Hufbauer, experto del Instituto Peterson de Economía Internacional, quien señala que esto no sólo sería "una receta para una guerra comercial" sino que "sólo devolvería alrededor de 2 millones de empleos a EEUU".
El candidato asegura que este tipo de iniciativas generará entre 4 millones y 7 millones de empleos. Robert Scott, economista del Instituto de Políticas Económicas (EPI por sus siglas en inglés) ponía de manifiesto en una entrevista con Quartz que quizás este tipo de tarifas frenaría el avance del gigante asiático, pero también avisaba de que, a corto plazo, generaría un verdadero cataclismo en la economía mundial. En este sentido explicaba que forzar a compañías como Apple a fabricar sus iPhones en EEUU "incrementaría el precio final de venta de los 600 dólares a los 900 dólares, es decir, acabaría reduciendo implícitamente el poder de gasto".
Por último, en materia migratoria, su objetivo de deportar a los 11 millones de indocumentados a este lado del Atlántico tendrá importantes consecuencias para la economía. La oferta y la demanda se verán damnificadas por este hecho, la fuerza laboral se reducirá y el PIB real caería. En estos momentos, se estima que entre 7 millones y 7,5 millones de ilegales cuentan con un empleo en EEUU y el país no cuenta con esta cantidad de trabajadores legales para suplir dicha mano de obra en un periodo de tiempo relativamente corto.
Si, hipotéticamente, Trump deportase a todos los ilegales en suelo estadounidense, la economía perdería al 3,5 por ciento de sus consumidores y recordemos que el 70 por ciento del PIB depende del consumo.