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Putin se interesa por Surgut: este es su 'modus operandi' para nacionalizar las petroleras

  • Es un 'caramelo' por su caja, que asciende a 34.000 millones de dólares
  • El inicio de las intrigas recuerda a los casos de Yukos y Bashneft

El sector petrolífero ruso vuelve a vivir unos días de incertidumbre después de que se haya filtrado que el presidente del país, Vladimir Putin, podría estar interesado en conseguir una de las grandes petroleras del país, OAO Surgutneftegas (más conocida como Surgut), según publica hoy Bloomberg citando a fuentes financieras del país.

Pero Putin, no tiene en mente sólo el petróleo de la compañía, sino que se fija en el gran atractivo de la empresa, su caja. En las últimas décadas ha amasado una tesorería que ascendería hasta 34.000 millones de dólares, dinero suficiente como para comprar otras grandes petroleras como puede ser Repsol, que capitaliza 27.850 millones. Bloomberg cita a tres importantes banqueros próximos al Kremlin como el origen de esta noticia, lo que ha provocado que los títulos de la petrolera caigan casi un 4% en la Bolsa de Moscú.

Al margen de la solvencia que pueda tener la información publicada por la agencia, el mercado no ha dudado en dar credibilidad a las filtraciones. No es para menos, ya que el inicio del caso recuerda al de las otras oscuras intervenciones de Putin por las que dos grandes petroleras del país sucumbieron bajo el Kremlin: Yukos y Bashneft. Ahora es el millonario Vladimir Bogdanov quien se encuentra contra las cuerdas, si se confirman las informaciones filtradas. El presidente de Surgut ocupa el puesto 949 de mayores fortunas del mundo según Forbes, con un total de 2.300 millones de dólares, y uno de los primeros puestos de su país.

Las privatizaciones de los noventa

Los grandes magnates del petróleo surgieron en los años noventa, cuando la Federación Rusa decidió salir del comunismo y dar un giro rápido hacia el capitalismo, lo que aupó a un pequeño grupo de oligarcas a los puestos de mando de algunas de las grandes empresas de la era comunista. En los primeros años de la década, el presidente Boris Yeltsin ideó un programa bautizado como "préstamos por acciones" en las que los títulos de algunas grandes compañías actuaban como garantía de la deuda emitida por el sector público. Esta fórmula permitió al Kremlin conseguir liquidez a cambio de convertirse en deudor de los grandes oligarcas de esa época, la mayoría próximos al Gobierno, que eran quienes tenían el capital para comprar estos títulos.

Esos préstamos nunca se pagaron y los avales se ejecutaron, lo que provocó la privatización involuntaria de algunas empresas, como fue el caso de Surgut. De este modo, Yeltsin desmontó una buena parte de las empresas petroleras nacionalizadas en 1917 por Lenin, que ya entonces tomó consciencia de la importancia del oro negro.

Así fue como Bogdanov cimentó su participación en la compañía que ya presidía desde los años de la Unión Soviética. Por un préstamo de 100 millones de dólares, consiguió una participación del 40%, una cifra irrisoria para el volumen de reservas y facturación de la petrolera. Según los datos de Bloomberg, el multimillonario ruso tiene actualmente un 62% de los derechos de voto de la compañía. Pero la propiedad de los títulos o los millones de dólares en el banco nunca ha sido un problema en las anteriores acciones de Putin.

Yukos y el viejo estilo del KGB

La primera gran intervención en el sector petrolífero fue la nacionalización del gigante Yukos en 2004, empresa propiedad de uno de los magnates rusos más famosos: Mikhail Khodorkovsky. Hijo de campesinos, estudió ingeniería química y consiguió avanzar en la escala social durante las últimas décadas del comunismo y que finalmente consiguió convertirse en el hombre más rico del país con solo 40 años, alcanzando el puesto 14 de mayores fortunas del mundo para Forbes en 2004.

Su primer gran salto fue la fundación del banco Menatep a finales de los ochenta y que crecería al cobijo del Gobierno de Gorbachov. Fue este banco el encargado de la privatización de Yukos en los noventa a través del programa de "préstamos por acciones". Según las crónicas de la época, consiguió el control de la compañía por apenas 350 millones de dólares, para una compañía que facturaba cada año miles de millones. Khodorkovsky consiguió aliados estadounidenses para impulsar a la empresa, que rápidamente se consolidaría como una de las mayores del mundo.

La suerte sonreía al campesino millonario, que decidió dar rienda suelta a sus ambiciones políticas a partir del nuevo siglo. Sin embargo, el destino le depararía un duro oponente, el nuevo jefe del Kremlin, Vladimir Putin. Los dos iniciaron un duro enfrentamiento que no terminó hasta que no intervino la Justicia rusa, cargando con todas sus fuerzas sobre Khodorkovsky. Fue acusado de evasión de impuestos, estafa a gran escala y malversación de propiedades. El oligarca del petróleo respondió a la intervención de la justicia con dureza ante la prensa: "¿Han agotado todas las vías legales? Hace tiempo. ¿Y las ilegales? Esas no, porque hay muchas", declaró.

En octubre de 2003, Khodorkovsky fue arrestado al viejo estilo del KGB ante las cámaras de televisión y fue condenado a 9 años de prisión. Los tribunales congelaron todos sus activos y nacionalizó la empresa en una decisión inédita en la Rusia postcomunista. Finalmente, fueron vendidos en una subasta fantasma y adjudicados a una empresa propiedad del Gobierno y presidida por uno de los mejores amigos de Putin, la Rosneft.

Bashneft y las lecciones de la política

Como Khodorkovsky, Vladimir Yevtushenkov era otro magnate de la oligarquía del petróleo, con una fortuna valorada en más de 9.000 millones de dólares, pero que, a diferencia de éste, nunca entró en cuestiones políticas y supo mantenerse al margen. Sin embargo, no fue suficiente y cuando entró en el radar de Putin fue definitivo.

Yevtushenkov es el propietario de AFK Sistema, empresa con la que realiza sus operaciones corporativas y con la que compró la Bashneft en 2009 por un total de 2.500 millones de dólares. En 2014, fue acusado de realizar la compra de forma ilegal, Yevtushenkov estuvo bajo arresto domiciliario durante tres meses y finalmente, el 72% de la petrolera fue nacionalizada el pasado mes de diciembre.

El magnate del petróleo recurrió la sentencia y consiguió la victoria, ya que los tribunales rusos no encontraron pruebas que justificaran la compra irregular de la compañía y dictaron una reparación de 1.100 millones de dólares por los daños causados. Sin embargo, fue una jugada perfecta para el Kremlin, que ya tiene la propiedad de una de las compañías rusas con mayor potencial de crecimiento, Bashneft.

Khodorkovsky alertó en septiembre de 2014, cuando Yevtushenkov fue detenido, que todo era una estrategia del Kremlin para incorporar su compañía a Rosneft, que llevaba meses sufriendo un deterioro de su producción. Se equivocó en muy poco: Bashneft no ha sido vendida a la gran petrolera estatal, pero ya está bajo el control del Estado.

Todos estos movimientos son los que dan veracidad al temor de que el nuevo objetivo de Putin sea Surgut: una de las grandes petroleras privadas del país y poseedora de la mayor caja. Un caramelo que tienta al Kremlin.

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